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Grilletes de monitoreo electrónico, una tortura para los inmigrantes

Son una alternativa a la cárcel que los vigila vía satelital para evitar que escapen, pero que los hace sentir muy frustrados

Son una alternativa a la cárcel que los vigila vía satelital para evitar que escapen, pero que los hace sentir muy frustrados

Avergonzados, temerosos y frustrados, así se sienten los miles de inmigrantes indocumentados que se ven obligados a llevar bajo el pantalón, atado al tobillo, una pulsera de monitoreo electrónico.

“Es muy frustrante. Me siento desesperada. Ni por un momento se me olvida que ahí lo traigo”,dice Mayra Cárdenas, una inmigrante de Guatemala quien lleva cinco meses con el aparato de localización que le puso el Servicio de Migración y Control de Aduanas (ICE).

Aunque los grilletes electrónicos son una alternativa empleada por ICE para evitar la detención, los inmigrantes que los portan se sienten muy mal de traerlos.

La gente se nos queda viendo feo. Piensan que somos criminales”, expone Cárdenas.

Portar el grillete además es muy incómodo. “A veces siento que la pierna me tiembla. Tengo que cuidar que la pila de la pulsera no gire de lado del tobillo, porque me lastima y la piel se me pone morada”, cuenta.

Cárdenas tiene una bebé de nueve meses de nacida que al gatear se ha golpeado con la pulsera electrónica. “Está en una edad muy inquieta. Cuando la veo venir hacia mi, me muevo rápido para que no se dé con la pulsera, porque es como una piedra. Pero hay momentos que no puedo evitarlo y se ha lastimado”, relata.

La oficina de ICE no respondió a la pregunta de cuántos inmigrantes en California portan una pulsera electrónica. Los últimos datos revelados de 2016 indican que en un solo día en el país, había 30,000 personas bajo supervisión electrónica, tres veces más que en 2014.

La inmigrante salvadoreña Olivia Cáceres muestra la pulsera de monitoreo que lleva en su tobillo. (Photo by Aurelia Ventura/La Opinion)

Temor a ser descubiertos

Olivia Cáceres, una salvadoreña que entró al país en enero, llevó la cuenta exacta de los días que usó el brazalete electrónico. “Fueron cinco meses, nueve días. Me lo quitaron el 10 de mayo. ¡Ya no lo aguantaba!”, exclama.

Cuando el agente de ICE cortó el grillete, confiesa que se sintió libre. “Como si me hubieran quitado una piedra de encima. Cuando caminaba mucho, me rozaba demasiado. Me hacía una ampolla”, dice.

Recuerda que los primeros días fueron los más difíciles. “Te crea un complejo de miedo. Me acuerdo que mis tíos me llevaron a comer a un restaurante. Yo decía, qué van a pensar de mi. La gente cuando te ve con el grillete, creen que eres delincuente”, comenta.

Para no despertar comentarios suspicaces, Cáceres dice que siempre vestía pantalones. “Hasta para cambiarse ropa es muy incómodo”, comenta.

El programa Supervisión Intensiva de la Presencia (ISAP) fue autorizado por el Congreso en 2002 como una alternativa a la detención para asegurar que el inmigrante indocumentado cumpla con sus audiencias en la corte y sus órdenes finales de expulsion, mientras se le permite permanecer en sus comunidades.

Los grilletes comenzaron a emplearse por primera vez en 2004. La pulsera emplea el sistema de posicionamiento satelital (GPS) que sirve para localizar al usuario.

Cáceres a piensa que le quitaron la pulsera electrónica porque cumplió con todos los requisitos que le puso ICE, incluyendo ir a las oficinas cada dos semanas a firmar, acudir a las citas con el juez y estar pendiente de la visita semanal que los agentes le hacían.

La inmigrante Olivia Cáceres muestra la pulsera electrónica que usó por cinco meses. (Photo by Aurelia Ventura/La Opinion)

Los hijos sufren

Caín López Robledo, un inmigrante mexicano que recién obtuvo su visa U, trajo una pulsera electrónica por ocho meses en 2004. “Cuando se descargaba pitaba y mis hijos se asustaban. Pensaban que el ICE venía por mi y que ya no iba a regresar. Fue una pesadilla usar ese grillete”, relata.

El líder comunitario Miguel Araujo, quien se encuentra detenido por ICE por segunda vez en el Centro Correccional Consummes River en Sacramento, llevó un grillete por seis años.

La vida con un grillete electrónico atado al tobillo día y noche es como estar en una cárcel más grande, un control total, porque a pesar de andar en la calle, uno se siente acorralado y moralmente deshecho, pero sobre todo es una humillación constante, una vergüenza”, expresó.

A Araujo le tocó usar los grilletes que se conectaban a la electricidad para cargarse.

En junio de 2016, ICE comenzó a poner en el tobillo de los inmigrantes un tipo de grillete electrónico menos voluminoso que utiliza baterías y no necesita enchufarse a la electricidad. Al inmigrante le ponen la pulsera con la pila cargada y le dan una extra. La carga de cada batería dura aproximadamente siete horas.

Pesa alrededor de 5.5 onzas, su diseño es más compacto y se ajusta más al tobillo.

En 2016, la entonces portavoz de ICE, Virginia Kice, dijo que el costo por persona del grillete electrónico es de 5.19 dólares por día.

Miguel Araujo, un inmigrante mexicano que reside en la península de San Francisco, fue arrestado por segunda ocasión por el Servicio de Migración y Aduanas (ICE). Durante seis años lo mantuvieron con una pulsera para monitorearlo vía satélite. (Foto suministrada). 

Grilletes y cárceles

En 2009, la oficina de Operaciones de Detención y Expulsión (DRO) de ICE entregó un contrato de cinco años a BI Incorporated, una compañía con sede en Colorado que fabrica los grilletes.

En 2010, por 415 millones de dólares, la misma compañía compró el grupo Geo, dueña de las cárceles privadas que ICE contrata para mantener bajo custodia a los inmigrantes. Esta empresa, a partir de que ganó Donald Trump la presidencia, ha visto irse para arriba sus acciones en casi 70%.

Los grilletes de monitoreo no solo los pone el ICE, sino las ‘afianzadoras’ que ofrecen a los inmigrantes pagar sus fianzas para que puedan salir de los centros de detención de migración mientras siguen pendientes sus casos.

El grillete de rastreo es puesto como una garantía de pago de la fianza pagada. El inmigrante tiene que hacer un pago inicial de 20% sobre la fianza y firmar un contrato en el que se compromete a abonar por la renta del grillete alrededor de $420 dólares cada mes.

El abogado en migración Alex Gálvez dice que la gente puede pagar fianzas de hasta $20,000 dólares, pero cuando se la suben hasta $30,000 o $50,000 dólares, es imposible para las familias. “Las fianzas son muy altas y cuando las personas no tienen los recursos, no tienen otro remedio que recurrir a las afianzadoras para que su ser querido salga libre”, dice.

Según algunos líderes de la comunidad, debido a que las cortes ya no están dando fianzas para los casos de asilo,  las familias casi no están recurriendo a los negocios de las afianzadoras.