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Este inmigrante mató a dos policías pero es inocente. La muerte se escondía en un teléfono

Un agente del FBI perdió el control de su vehículo. Otro agente de la ley se detuvo a ayudarle. Ambos acabaron muertos. La Migra puso el grito en el cielo. Pero ¿quién fue de verdad el culpable?
Imagen de archivo de un coche de policía en Washington DC.
Imagen de archivo de un coche de policía en Washington DC. AP / AP

Carlos Wolff manejaba su carro por la carretera interestatal 270 al norte de Washington DC en la noche del pasado 8 de diciembre. Iba solo, iba sobrio, pero se distrajo intentando alcanzar su teléfono celular después de hacer una llamada. Su carro, un Acura SUV, derrapó a través de al menos tres carriles, se giró y terminó chocando contra el muro de la mediana. El impacto hizo saltar los airbags, pero Wolff, agente del FBI, de 36 años, casado y con dos hijos, sobrevivió.

Otro carro se detuvo a ayudarle. Abordo del Volkswagen Jetta viajaba Sander Cohen, también agente de la ley, de 33 años, que aparcó tras el vehículo accidentado y prendió sus luces de emergencia para avisar al resto de conductores. Wolff y Cohen hablaron durante unos minutos, mientras esperaban la llegada de ayuda.

Pero la muerte llegó antes.

Un Honda Accord manejado por Roberto Garza Palacios, de 28 años, y con otras dos personas a bordo, embistió a los dos agentes de la ley. Palacios no iba borracho ni demasiado rápido, aunque según el atestado policial, al que ha tenido acceso el diario The Washington Post, debería haber sido capaz de ver lo que sucedía y evitar el atropello.


Garza declaró que, cuando vio el carro detenido en su carril, no pudo apartarse porque había otro vehículo a su derecha, de forma que giró hacia la izquierda. Hacia la cuneta. Hacia donde aguardaban ayuda los dos policías.

No dejó marcas de frenazo en la calzada. Los investigadores descubrieron después que el coche, del año 2000, tenía los frenos en mal estado. En abril, Garza fue procesado por conducción imprudente, una falta que acarrea una multa de 280 dólares. Según su abogado, sólo cuando su carro, tras chocar con la mediana, se detuvo finalmente, 30 pies más adelante, se dio cuenta de lo que había sucedido.

Los cuerpos de los dos policías volaron al otro lado de la mediana y quedaron tendidos en la calzada. Uno de ellos fue golpeado por otro carro. Cohen murió al instante. Wolff falleció nada más llegar al hospital.

“Fue un accidente, un accidente realmente, realmente desafortunado”, explicó el abogado de Garza. Este inmigrante guatemalteco ya había sido procesado en 2015 por conducir borracho y por conducir de forma negligente, en dos casos diferentes, según informa el diario. Tras ser detenido, el Servicio de Inmigración y Control de Fronteras intentó que se le retuviera hasta que pudieran hacerse cargo de él, pero fue liberado antes.

La conductora que atropelló a Cohen después de que su cuerpo saliera volando hasta el carril contrario iba a la velocidad legal, 55 millas por hora, cuando se encontró con un cuerpo en la calzada. La policía le preguntó si algo podía haber evitado el atropello. “Ir por un carril diferente”, respondió.

A las dos de la mañana del 9 de diciembre, la policía llamó a la puerta de Neil y Arlene Cohen para decirles que su único hijo había muerto. Neil recuerda que su mente se puso en blanco y empezó a dar vueltas de forma involuntaria por el vestíbulo de su casa, según el diario.  No culpa a Wolff por intentar alcanzar el teléfono celular. Pero sí cuestiona que la policía no hiciese un test de alcoholemia a Garza. La policía asegura que no vio signo alguno que indicara que debía hacerse.

 Wolff también era inmigrante. Su familia dejó Venezuela cuando tenía ocho años. Llevaba 11 años en el FBI. Su hija acaba de cumplir tres años. Su hijo tiene siete. Llorando, le dijo al citado diario: “Echo de menos tanto a papá”.