Mike y Kelly Gallivan recibieron el primer paquete en el porche de su casa en Acton (Massachusetts) el pasado mes de octubre. Era un pequeño ventilador de plástico de apenas cuatro pulgadas, y un calentador de manos con cargados de teléfono celular. “¿Para qué has comprado esto?, le preguntó Kelly a su marido. Pero ni Mike ni ella habían hecho esa compra en Amazon. Sencillamente llegó a su puerta sin explicación.
Pero aquello fue sólo el principio.
Desde entonces, este matrimonio ha recibido en su casa a las afueras de Boston uno o dos paquetes a la semana con compras que nunca hicieron, en su mayoría objetos baratos. Cuando preguntaron a Amazon qué estaba ocurriendo, la compañía le indicó que habían sido pagados con una tarjeta de regalo anónima.
Amazon asegura que está investigando lo ocurrido. Expertos consultados por el citado diario aportan una posible explicación: alguien estaría adquiriendo sus propios productos para luego hacer una crítica excelente en la página de Amazon (que otorga mayor validez a las reseñas de compradores); para no despertar sospechas, los estaría enviando luego a una dirección al azar… que resultó ser la de los Gallivan.
El matrimonio tiene la casa llena de grandes sobres y paquetes (unos 25, en total). Al principio les hacía gracia: ahora quieren que pare ya. “Somos gente normal”, explica Kelly, una enfermera jubilada de 68 años, como su marido, de 70. “No queremos ser parte de esto”, añade, “pero los paquetes siguen llegando”.