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El abrazo final de los héroes de la matanza de Texas

"Oía los tiros, y sabía que cada uno de esos disparos significaba una persona, no eran al azar", explica Stephen Willeford, que atacó al asesino
Willeford (derecha) abraza a Langendorff durante la vigilia del lunes en Sutherland Springs.
Willeford (derecha) abraza a Langendorff durante la vigilia del lunes en Sutherland Springs.AP / AP

Stephen Willeford cargó su rifle y cruzó la calle descalzo en busca de autor de los disparos que acababa de escuchar. “Oía los tiros, uno detrás de otro, muy rápido, sólo ¡pop-pop-pop!, y sabía que cada uno de esos disparos significaba una persona, estaba dirigido a una persona, no eran al azar”, explicó el lunes. Así que Willeford, de 55 años, antiguo instructor de la Asociación nacional del Rifle, cargó su arma y cruzó la calle descalzo. Vio a Devin Patrick Kelley, de 26 años, que acababa de asesinar a 26 personas en una pequeña iglesia baptistas del pueblo texano de Sutherland Springs (600 habitantes), y abrió fuego.

“Él me vio a mí, y yo le vía a él. Yo estaba detrás de una camioneta parapetado. Sé que le di. Se metió en su vehículo, y disparó un par de ráfagas más a través de la ventanilla”,  relató Willeford. Luego, mientras el presunto asesino huía a toda velocidad, él se acercó a la carrera a una camioneta que estaba parada en una intersección y le dijo al conductor: “Ese tipo acaba de tirotear la iglesia baptista. Tenemos que detenerlo”. Y así fue como conoció a Johnnie Langendorff.

Langendorff, de 27 años, había conducido hasta el pueblo para recoger a su novia cuando Willeford apareció junto a su carro. “Saltó en mi camioneta y me dijo, ‘Él acaba de tirotear la iglesia, tenemos que ir a por él. Y yo dije, ‘vamos”, relató.

Condujeron a velocidades de hasta 90 millas por hora detrás del presunto asesino, mientras mantenían al tanto de lo que estaba pasando al 911. Finalmente, vieron como Kelley chocaba contra una señal de la carretera y hundía su vehículo en una zanja de la cuneta.

Willeford salió entonces de la camioneta, según cuenta, puso su rifle encima del capó y apuntó al otro vehículo gritando “¡sal del carro, sal del carro!”. Kelley no se movió porque, presuntamente, estaba ya muerto; recibió tres tiros, uno de ellos de su propia mano en la cabeza que fue el que le quitó la vida, según la policía.

“No lo pensamos”, cuenta Langendorff, “realmente no sé cómo me siento”. “Creo que sólo hice lo que estaba bien”, añadió. Ambos hombres han sido tratados como héroes durante la vigilia de la noche del lunes en la localidad tejana, donde pudieron reencontrarse y compartir un abrazo.

Willeford (derecha) abraza a Langendorff durante la vigilia del lunes en Sutherland Springs.
Willeford (derecha) abraza a Langendorff durante la vigilia del lunes en Sutherland Springs.AP / AP

Willeford (derecha) abraza a Langendorff durante la vigilia del lunes en Sutherland Springs. (AP)