-María José, de 24 años, se encontraba cuidando de su recién nacido cuando el edificio en el que vivía colapsó
-La joven madre narra el terror que vivió por el terremoto del 19 de septiembre y el que vive actualmente en espera de que su casa sea demolida por completo
Ciudad de México, México.- A nueve días del terremoto del 19 de septiembre, la vida parece haber regresado a la normalidad para un grupo de jóvenes que ríen y platican en una conocida cafetería de la capital mexicana donde nos encontramos con María José Cuadriello, para quien el sufrimiento continúa.
La madre y profesionista perdió su casa y todas sus pertenencias a causa del movimiento telúrico de 7.1 grados. Ahora se encuentra alojada en una propiedad de sus suegros en espera de que el que fue su hogar sea demolido.
María José, de 24 años, estaba cuidando de su recién nacido cuando el edificio en el que vivía comenzó a sacudirse. Por iniciativa de una empleada doméstica la joven subió desde el tercer piso hasta la azotea junto con otros vecinos.
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“Mi primera reacción fue tomar a mi bebé de dos meses y salir corriendo”, dijo Marijó, como le dicen sus amigos, en entrevista con este medio.
Antes de que el grupo de personas lograra llegar al lugar que consideraba seguro, la torre de departamentos colapsó y nadie pudo mantenerse en pie. “Abracé a mi bebé lo más que pude hasta que el edificio se dejó de mover”.
Por fortuna las escaleras resistieron y tanto María José como el resto de sus vecinos lograron subir a la azotea y ser rescatados.
“Una fuga de gas me asustó y bajé para intentar salir, pero todo estaba derrumbado, sólo escuché gritos de auxilio, sin embargo, me dijeron que primero salvara a mi bebé”.
Y así fue. María José le entregó su hijo a un desconocido que se encontraba en la parte más alta de un edificio contiguo que no había sufrido daños. “Le dije ‘sálvelo”, recuerda la también profesionista. “Siempre pensé: ‘primero él’”.
Minutos después Marijo logró abandonar el edificio en ruinas con ayuda de un puente improvisado con una tabla y rejas.
“Cuando me encontré con mi bebé sentí que me volvía la vida porque fue un acto de fe. Tenía miedo de no encontrar al señor que se lo llevó”.
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