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¿Somos seres simulados viviendo en un universo simulado?

¿Acaso todas las estrellas y planetas con los que convivimos -incluyendo al planeta Tierra- tan sólo son simulaciones de algún videojuego colosal? La pregunta se la hacen muchos científicos.

La pregunta es real, pues muchos de nosotros nos la hacemos cada noche, al colocar la cabeza en la almohada. ¿Será real el universo en el que vivimos? ¿Acaso todas las estrellas y planetas con los que convivimos -incluyendo al planeta Tierra y a todo lo que aparece en su interior- tan sólo simulaciones de algún videojuego colosal?

Pues de la almohada, esta interrogante ha pasado a los laboratorios. Y no pocos científicos se la han tomado con total seriedad. Entre estos se encuentra el astronauta Jay Pasachoff, actual profesor de Astronomía en el Williams College, de Massachusetts, y autor de varios libros sobre física, matemática y otras ciencias.

En realidad, asegura Pasachoff, es bien difícil encontrar una manera de saber con certeza si somos seres simulados que viven en un universo simulado. Pero la historia antigua del rey y el tablero de ajedrez pueden arrojar algo de luz sobre el asunto.

En esta historia, un artesano le pide al rey que le pague en granos, comenzando por apenas uno, que coloca en un cuadrado de un tablero de ajedrez, y que le duplique la cifra diariamente hasta que todos los cuadrados del tablero estén ocupados.

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De manera que el segundo día ya tiene dos granos, el tercero tiene cuatro, el cuarto, ocho... y luego 16, 32, 64, 128, cuando concluye la primera fila.

Para consternación del rey, el pago en el cuadragésimo sexto y último recuadro del tablero ascendía a más de 18 cuadrillos de granos.

Hablamos que tantos granos, que una montaña con esta cantidad llegaría hasta Proxima Centauri, la estrella más cercana fuera de nuestro sistema solar, que se encuentra a 4,22 años luz de nosotros.

Algo similar -y más estrechamente vinculado al tema en cuestión- sucede con la Ley de Moore, que sostiene que la capacidad de un chip de computadora se duplica cada dos años más o menos.

Esta ley, que en realidad es una observación del cofundador de Intel, Gordon Moore, de la década de 1960, ha sido consistentemente precisa durante décadas.

Si esto se mantiene en un futuro lejano, en algún momento -quizás dentro de siglos- los microchips podrían llegar a ser tan poderosos que los videojuegos que los usan puedan simular no sólo los escenarios sencillos vistos en los juegos de hoy, sino algo tan complejo como el cosmos entero.

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A partir de aquí, no es difícil argumentar que todos podemos existir dentro de un videojuego que está siendo jugado por alguna inteligencia mucho más avanzada que la nuestra.

Estamos acostumbrados a que la inteligencia esté en cuerpos físicos, pero ya en 1957 Fred Hoyle escribió la novela "La nube negra", en la que aparece una nube interestelar constituida en gran parte por electrones que poseen inteligencia.

De manera que la forma que este juego de superinteligencia podría tomar es algo que todavía no podemos entender.

Otra posibilidad intrigante es que existamos dentro de uno de los múltiples juegos que se desarrollan en paralelo, esencialmente en una versión del concepto "multiverso" que ha cautivado a algunos cosmólogos.

Para Jay Pasachoff, si nuestra extensión de la Ley de Moore sugiere que podría eventualmente ser posible simular un universo, seguramente eso debe hacer posible crear universos alternativos.

¿Existen realmente múltiples universos, cada cual con sus propias características físicas? Lord Rees de Ludlow, Astrónomo Real de Inglaterra, ha escrito un libro titulado "Just Six Numbers" que enumera algunos parámetros básicos que controlan nuestro universo.

Si alguno de estos parámetros fuera diferente, no habríamos desarrollado un Sol y una Tierra que haya durado lo suficiente -cinco mil millones de años hasta ahora- para que exista nuestra clase de vida inteligente. De hecho, sin los parámetros correctos, los planetas y las estrellas que forman nuestro universo nunca se habrían formado.

Según Pasachoff, debemos considerar la cuestión de la vida misma. Los cosmólogos hablan del principio antrópico: la noción de que nuestro universo es hospitalario para la vida sólo porque estamos aquí.

Después de todo, si el universo no fuera hospitalario para la vida (sea lo que sea), entonces no estaríamos aquí para reflexionar sobre la cuestión. Si estamos en una simulación, debemos estar en una de las versiones suficientemente detalladas y duraderas por un tiempo suficiente que permita la existencia de nuestro tipo de vida.

Y el pasado año descubrimos que la radiación electromagnética -los rayos gamma, los rayos X, los rayos ultravioletas, la luz visible, el infrarrojo y las ondas de radio- no resulta la única manera de interactuar con partes distantes dentro del espacio.

Como se anunció hace un año, el Observatorio de Ondas Gravitatorias del Láser Interferómetro (LIGO) detectó ondas gravitacionales, pequeños movimientos en el espacio-tiempo que en este caso recorrían una amplia distancia para mostrar la fusión de dos agujeros negros hace más de mil millones de años.

Si los descubrimientos astronómicos del siglo XX y el descubrimiento de las ondas gravitatorias en el siglo XXI revolucionaron nuestras ideas sobre el universo en tan solo cien años, difícilmente podemos imaginar de qué podrían ser capaces los seres inteligentes dentro de mil o un millón de años en el futuro.

¿Podríamos realmente ser seres simulados viviendo en un universo simulado? Jay Pasachoff no ve por qué no deberíamos hacernos esa pregunta cuando colocamos la cabeza sobre la almohada.