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Desde un médico a una niña, el veto de Trump trastoca vidas 

En Twitter, el presidente culpó a problemas informáticos y a las grandes protestas organizadas en aeropuertos contra su orden ejecutiva, y afirmó que su decisión era necesaria porque había "muchos 'tipos' ahí fuera"

LOS ANGELES (AP) — Un médico que salvó vidas en Siria y un hombre que preparó miles de comidas para soldados estadounidenses en Irak estaban entre los que vieron sus vidas arrojadas a un limbo cuando una orden ejecutiva del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, prohibió la entrada en el país a los viajeros de siete países de mayoría musulmana.

El decreto dejó varadas en países de todo el mundo a personas con visas válidas, y en algunos casos separó a madres de sus hijos pequeños y a maridos de sus esposas.

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"Me quedé en shock. Ella tiene un visado y le dicen que no puede ir", dijo el lunes Ahmed Ali, hablando por teléfono desde un hotel en el país africano de Yibuti después de que las autoridades se negaran a permitir que su hija de 12 años, Eman, subiera con él a un avión a Estados Unidos.

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Ali, su esposa y sus dos hijos mayores son ciudadanos de Estados Unidos, pero Eman nació en Yemen y ha vivido allí con sus abuelos.

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Ali, de 38 años, vive en Los Banos, California, y es encargado en una tienda de alimentación. Después de cinco años de esfuerzos, el jueves consiguió un visado para Eman. Pero el sábado, cuando intentaron viajar, ya no era válido y su padre dijo no estar seguro de qué hacer ahora. Entre tanto, le preocupa perder su empleo si no regresa pronto a casa.

"Es racista", dijo de la orden de Trump. "Nos persiguen por nuestra nacionalidad y religión".

Otro que tampoco podía regresar era Khaled Alimlaji, un médico sirio que asistía a clases en la Universidad de Brown en Providence, Rhode Island, con una beca para estudiar cómo reconstruir el sistema sanitario de su país. Su esposa embarazada sigue en Estados Unidos, señaló, mientras que él está en Turquía.

"Es muy triste la dirección que está tomando el mundo", dijo Almilaji, que arriesgó su vida para proporcionar asistencia médica durante la guerra civil siria y coordinó una campaña que vacunó a 1,4 millones de niños sirios.

Trump negó que el decreto hubiera provocado la situación de caos en los aeropuertos del país, donde cientos de personas con documentos de residencia legal fueron detenidas e interrogadas durante horas este fin de semana, mientras que a otros con visados válidos simplemente se les negó la entrada.

En Twitter, el presidente culpó a problemas informáticos y a las grandes protestas organizadas en aeropuertos contra su orden ejecutiva, y afirmó que su decisión era necesaria porque había "muchos 'tipos' ahí fuera".

El presidente congeló durante 90 días la entrada de viajeros de Irak, Siria, Irán, Sudán, Libia, Somalia y Yemen. También suspendió la admisión de cualquier refugiado durante 120 días e impuso un veto indefinido a refugiados de Siria.

Aunque miles de personas protestaron contra la medida en aeropuertos de todo el país y grupos de derechos civiles y algunos congresistas la criticaron, los partidarios de Trump afirman que es una protección necesaria.

"Necesitamos saber quién es esta gente", dijo el bombero retirado Charles Lewis, de Topeka, Kansas. "Simplemente no creo que esté país esté seguro. Llegamos a todo un día tarde y con un dólar de menos".

Uno de los muchos bloqueados por el decreto es Luey Rabban, que trabaja 16 horas al día como cocinero en un restaurante de Bagdad y que recibió estatus de refugiado en Estados Unidos hace unos ocho meses. Estaba esperando a que llegara su turno para emigrar, pero el lunes dijo no estar seguro de que ese día vaya a llegar.

"Sólo quiero ir y ver a mi familia", dijo Rabban, de 47 años, en una llamada telefónica desde Bagdad a través de un traductor árabe que estaba en la casa de su hermano en El Cajon, California, un suburbio al este de San Diego en el que se han instalado muchos cristianos iraquíes que huyen de la violencia y, más recientemente, refugiados sirios.

Rabban, que sirvió comidas a las tropas estadounidenses en el aeropuerto de Bagdad entre 2003 y 2011, dijo que un oficial del ejército estadounidense le ayudó a iniciar su solicitud de asilo hace seis años.

Los hermanos sirios Bassam y Hassan Abouasali esperaron 13 años para que se aprobaran sus visas para poder reunirse con su hermano, ciudadano estadounidense, en Allentown, Pennsylvania, donde tiene una casa esperándoles.

Finalmente consiguieron las visas el año pasado, pero decidieron pasar una última Navidad en Damasco antes de marcharse.

Cuando llegaron el sábado aeropuerto internacional de Filadelfia con sus esposas e hijos, supieron que sus visas habían sido canceladas y los enviaron de regreso.

"Están agotados. Están enfadados. Están frustrados. Están asustados", dijo su cuñada, Sarmad Assali, una ciudadana estadounidense por naturalización que llegó al país cuando tenía 13 años. "No saben qué han hecho mal para que los traten de ese modo".