IE 11 is not supported. For an optimal experience visit our site on another browser.

Muerte de Fidel Castro: Del ocaso de una era a los desafíos del futuro

RESUMEN 2016: Para los sueños de revolución social en América Latina significa la pérdida de su más empecinado mentor

La muerte de Fidel Castro conmocionó el acontecer político y social de Cuba y el mundo como una de las noticias más importantes del año, marcando el fin de una era en la historia contemporánea de Latinoamérica.

El hombre que condujo con mano dura los destinos de su país por más de cinco décadas, promovió guerrillas y movimientos de liberación desde el continente americano hasta la lejana África, protagonizó un diferendo que puso al planeta al borde de un estallido nuclear, mantuvo un antagonismo con Estados Unidos y sobrevivió a varios intentos de asesinarlo, falleció el 25 de noviembre a los 90 años en La Habana, presumiblemente en un apacible lecho de enfermo.

En consecuencia con el precepto oficial de que su salud era "un secreto de Estado", no se dieron detalles del lugar ni de las causas de su muerte, que continúa siendo un enigma.

El gobernante Raúl Castro hizo el anuncio de un minuto y 18 segundos a través de la televisión nacional, precisando solamente que había fallecido a las 10:29 de la noche y que, cumpliendo su última voluntad, los restos serían cremados.

Como sucedió con la noticia de la enfermedad que lo sacó del poder en julio de 2006, no hubo filtraciones de fuentes ni rumores previos sobre el suceso, confirmando la hermética eficiencia del gobierno cubano en el control de la información interna.

El gobierno cubano decretó nueve días de duelo nacional durante las honras fúnebres del anciano líder. Miles de cubanos desfilaron frente a su retrato en la Plaza de la Revolución y en cada localidad, y hasta los niños aparecían llorosos ante las cámaras de televisión, con las cinco letras de "Fidel" inscritas en su frente. Numerosos líderes mundiales viajaron a Cuba para las exequias.

Hermana de Fidel Castro habla para Telemundo

Mientras, en Miami, la capital de los cubanos exiliados, el panorama fue completamente opuesto: su muerte se celebró en las calles, con caravanas de autos y estallidos de júbilo, como si se tratara de una epifanía de libertad.

¿Por qué Fidel Castro llevó barba durante décadas?

Tras el recorrido de sus cenizas desde La Habana a Santiago de Cuba en medio de un masivo tributo popular, con gritos de "Yo soy Fidel" al paso de cortejo fúnebre, los restos de Fidel Castro fueron depositados dentro de una enorme piedra que se integró a un discreto mausoleo, contiguo al memorial donde descansa el prócer independista y héroe nacional José Martí. El sepelio, fijado al amanecer del 4 de diciembre, cerraba un capítulo en la historia nacional con el inicio del "viaje hacia la eternidad" del Comandante en Jefe, proclamado por los medios oficiales.

25 frases de Fidel Castro

La isla de música y sabor quedó paralizada y silenciosa por más de una semana, con suspensión de conciertos, fiestas, bebidas alcohólicas, dibujos animados y toda implicación de júbilo. La tradicional celebración religiosa sincrética de Santa Bárbara y Changó, el 4 de diciembre, se quedó sin toques de tambor ni bullicios. Los presentadores del Noticiero Nacional de Televisión suprimieron las expresiones de "Buenos Días" y Buenas Noches" por secos saludos durante las jornadas del duelo.

Sin embargo, la conmoción nacional por su desaparición no se traducirá en el uso de su nombre y su figura para denominar instituciones, plazas, parques, avenidas, calles u otros sitios públicos, ni erigir en su memoria monumentos, bustos, estatuas y otras formas similares de tributo, según anunció Raúl Castro en la velada de despedida.   

Para hacer prevalecer esa determinación de Fidel Castro, el Parlamento cubano considerará una legislación en su próximo período de sesiones, este 27 de diciembre.

Ciertamente la exaltación en vida de Fidel Castro no estuvo marcada por la colocación de estatuas ni creación de mausoleos como sucedió con otros líderes de la órbita socialista como Stalin y Ceaucescu, pero el culto a su imagen y su palabra penetró todos los espacios de la vida pública cubana desde su llegada al poder en 1959, sin necesidad de proclamas oficiales.

Ninguna otra personalidad cubana del siglo XX logró alcanzar la trascendencia universal y afincarse en el imaginario popular como lo hizo Fidel Castro.

Con su muerte desaparece la personalidad y el mito revolucionario más enraizado en la cultura política cubana, latinoamericana y tercermundista de la época contemporánea, pero también el hombre que desencadenó los antagonismos más intensos y los más agudos traumas sociales y familiares entre sus propios compatriotas, provocando el mayor éxodo de población en toda la historia de la isla.

No obstante, el fallecimiento de Fidel Castro cobró un carácter más simbólico que político en la hora actual de Cuba. Para los sueños de revolución social en América Latina significa la pérdida de su más empecinado mentor.

Alejado del poder por una década, cada vez con menor influencia y participación en las decisiones gubernamentales en la medida que mermaban sus facultades físicas y mentales, Fidel Castro fue convirtiéndose en una suerte de tótem de una utopía de proyecto social que se aleja bajo los latidos de un mundo cambiante y una realidad económica incierta.

La Cuba que deja Fidel Castro encara retos altamente complejos y de incierto pronóstico.

En 10 años de mandato como sucesor del líder histórico, Raúl Castro logró consolidar las estructuras de poder, sustituyó piezas claves en el gabinete, liberalizó restricciones y permitió a los cubanos viajar al exterior sin un permiso oficial, vender una casa, adquirir un auto o tener un teléfono celular, pero no consiguió dar un vuelco a la enquistada y maltrecha situación económica del país.

Los pronósticos no resultan nada alentadores. El crecimiento del Producto Interno Bruto no superara el 1 % en el 2016, menos de la mitad de lo previsto.

La economía está quejada por la improductividad, los nocivos efectos de una dualidad monetaria, un salario promedio que apenas alcanza los $28 dólares mensuales, la aún magra inversión extranjera, el deterioro de pilares emblemáticos del sistema de gratuidades sociales como salud y educación, y el fantasma de la pérdida de entre un 26 y 40 % de los suministros petroleros provenientes de Venezuela.

También la muerte de Fidel Castro es el preámbulo del fin de la generación histórica al mando.

Raúl Castro ha reiterado que abandonará la presidencia del país en febrero del 2018, lo que condicionará necesariamente la salida de la jerarquía gobernante de un grupo de figuras que superan los 80 años como el comandante de la revolución Ramiro Valdés y el segundo secretario del Partido Comunista, José Ramón Machado Ventura, ambos vicepresidentes de los Consejos de Estado y de Ministros.

El traspaso de poderes a la nueva generación y la entrada de una nueva ley electoral que debe restringir a un máximo de dos períodos consecutivos de cinco años para el desempeño de los principales cargos y fijar límites de edad para ocupar responsabilidades estatales y gubernamentales se producirá en ausencia del patriarca que prefiguró y guió los rumbos políticos del país.

Para complicar el intrincado panorama post Fidel Castro, su desaparición se produce apenas 17 días después de la elección de Donald Trump como próximo presidente en Estados Unidos.

Justamente cuando Cuba comenzaba a resolver su histórico diferendo con Estados Unidos tras un acuerdo para normalizar las relaciones bilaterales, la elección de Trump a la Casa Blanca es indudablemente perturbadora  para el gobierno de Raúl Castro.

Por lo pronto, una mayor flexibilización del embargo mediante órdenes ejecutivas como las dictadas por el presidente Barack Obama o su levantamiento total por el Congreso son opciones que se alejan tras el triunfo de Trump, y un próximo predominio republicano en ambas cámaras legislativas.

La pasada semana, el equipo de transición de Trump definió sus prioridades respecto a Cuba tan pronto asuma la presidencia: la liberación de los presos políticos, el retorno de los fugitivos de la justicia estadounidense y las libertades democráticas para los ciudadanos de la isla. Tres asuntos que han sido puntos álgidos en las negociaciones de ambas partes desde 2015.

Sin embargo, Trump tendrá que encarar el desbordado tema de los inmigrantes cubanos que de manera cruzan la frontera o llegar por mar para solicitar protección y beneficios como refugiados. Desde 2013, la cifra de inmigrantes cubanos que de manera irregular han accedido a Estados Unidos supera los 133,000, sin contar el creciente flujo migratorio marítimo que el pasado año fiscal superó los 7,358 personas.

La incertidumbre de los cubanos sobre la política de Trump y el agravado escenario económico el país pudieran ser detonantes de una avalancha migratoria que el nuevo presidente estadounidense pudiera verse obligado a frenar.

De todas formas, la interrogante que gravita sobre el país tras el sepelio del líder es si las maniobras con las que Raúl Castro intenta apuntalar el legado de Fidel resultarán efectivas para un modelo económico extenuado y una sociedad que transita por el siglo XXI con la determinación de labrarse un futuro sin promesas mesiánicas ni sacrificios vanos.