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Fidel Castro, el culto que nunca cesó

"No existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva, como estatuas, fotos oficiales, nombres de calles o instituciones. Los que dirigen son hombres y no dioses''

Miami, FL.- "No existe culto a ninguna personalidad revolucionaria viva, como estatuas, fotos oficiales, nombres de calles o instituciones. Los que dirigen son hombres y no dioses'', afirmó Fidel Castro en mayo del 2003, repitiendo un socorrido argumento para negar que su figura fuera objeto de adoración como otros líderes de su época.

Ciertamente la exaltación de Castro no estuvo marcada por la colocación de estatuas como las que conformaron la deificación de Joseph Stalin y Saddam Hussein, la construcción de mausoleos a la manera de Kim Il Sung o el nombramiento de calles y plazas como sucedió en casi todos los países de la órbita socialista. Aun así, el culto a su imagen y su palabra penetró todos los espacios de la vida pública cubana desde su llegada al poder en 1959.

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Sólo al final de sus días, en julio del 2014, un busto de bronce de 175 kilogramos con la efigie de Castro se instaló en su hogar de Punto Cero como un regalo muy especial del presidente chino Xi Jinping. Lo que el ex gobernante criticó muchas veces se lo colocaron los chinos en su propio entorno a manera de un peculiar homenaje al que no pudo hacerle el desaire.

En Cuba, el culto al hombre devenido patriarca de la nación se fraguó desde los albores de la revolución cubana. La imagen de la paloma posándosele sobre el hombro ante una multitud en el Campamento de Columbia en enero de 1959 fue ensayada para repetirla 30 años después, en torpe gesto de reafirmación, en el mismo lugar.

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La fascinación por el carismático joven barbudo penetró también la música popular y se instauró en conocidas canciones de la época. En Cuba, qué linda es Cuba (1960), el compositor Eduardo Saborit llegó a nombrar al flamante líder junto a los atributos de la bandera cubana: "Un Fidel que vibra en la montaña/un rubí, cinco franjas y una estrella''.

El trovador Carlos Puebla le dedicó una contagiosa guaracha que se convirtió entonces en representación del cambio social, aunque años después el estribillo se tarareó con ironía en el argot popular en referencia a la parálisis del proceso: “Se acabó la diversión/llegó el Comandante y mandó a parar''.

Sus retratos presidieron  espacios públicos y privados, aunque oficialmente no hubo fotos oficiales designadas para instituciones gubernamentales.  Una imagen de su entrada a La Habana el 8 de enero de 1959 fue muy pronto acuñada en el nuevo billete de un peso, el de mayor circulación del país.

La franja gráfica de cabecera  del periódico Granma, fundado en 1965, está compuesta por una foto suya, levantando un rifle, junto a un grupo de combatientes rebeldes.

En años más recientes, un perfil del Castro maduro de los años 80, con uniforme verde olivo y barras de comandante, se adueñó de paredes, fachadas, murales, escuelas, oficinas y hasta de funerarias. Nadie exigía formalmente ponerla en esos lugares, pero tampoco nadie se atrevía a negar su presencia como algo normal.


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Nadie impidió que la huella de su mano, azarosamente puesta en una pared aún con el cemento húmedo, pasara a ser enmarcada como reliquia de un círculo infantil de reciente construcción, a fines de los años 80.

En la sede del Contingente Blas Roca, en las afueras de La Habana, se exhibía con orgullo, en una urna de cristal, una bandeja metálica y un tenedor empleados por Castro para probar una receta con espinaca durante un recorrido por el lugar.

Las imágenes del estratega militar lanzándose de un tanque durante los combates de Bahía de Cochinos, en 1961, o al pie de la artillería coheteril durante la crisis de los misiles de octubre de 1962, ayudaron a tejer la estela de invencibilidad del estadista.

La propaganda oficial no vaciló en destacar la impronta de sus temerarias transformaciones domésticas y retos internacionales, difundidas en miles de horas de discursos, libros de devoción a sus hazañas, noticieros interminables con sus desplazamientos y ocurrencias más inverosímiles, desde las visitas con invitados de honor a la vaca Ubre Blanca o los recorridos compasivos para entrevistar a damnificados de un ciclón devastador.

El 80 por ciento de la población actual de la isla nació, creció o se educó escuchando una retórica de la invencibilidad del Comandante en Jefe que el aparato de propaganda convirtió en recurso de compulsión social e instrumento simbólico del poder revolucionario.

Los libros escolares están repletos de menciones a Castro como gran protagonista de la historia nacional y ejemplo para la niñez. Un libro de lectura de primer grado, aprobado para el sistema nacional de educación,  incluye el poema Fidel, de Mirta Aguirre, canto a la ubicuidad del líder: “Fidel, barbudo, llega primero;/ Fidel ligero/ con sus botazas de guerrillero./ Así en Oriente/ o en Vueltabajo,/ en horas buenas o en horas malas./ En todas partes, Fidel presente:/ en el trabajo/ o entre las balas./ Como si fueran hechos de alas/ sus zapatones de combatiente”.

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Su médico de cabecera por largo tiempo, Eugenio Selman-Housein, se arriesgó a pronosticar en mayo del 2006 que Castro tenía "espíritu, salud y fortaleza para vivir hasta 140 años''.

Hasta una frase en un comunicado del Consejo de Estado para informar el nombramiento de Felipe Pérez Roque como canciller en 1998 tuvo que ser explicada por los medios oficiales para esclarecer las malinterpretaciones derivadas de la afirmación de que el nuevo ministro estaba “familiarizado como pocos con las ideas y el pensamiento de Fidel”.

“Como pocos significa que Felipe, por la obvia razón de haber trabajado intensamente durante siete años junto a él, es uno de los que más está familiarizado, entre los millones que están familiarizados y se identifican con esas ideas y ese pensamiento”, explicó el diario Juventud Rebelde en una respuesta editorial sobre el malentendido.

Ni siquiera la prolongada convalecencia y retiro del poder que caracterizó sus años finales tras la crisis de salud del 2006 amainó el protagonismo mediático de Castro en los medios de comunicación. Su ausencia del poder, por el contrario, incentivó nuevos ceremoniales, visitas  de jefes de Estado y gobierno, reconocimientos y páginas laudatorias, que se incrementaron particularmente durante las celebraciones de cumpleaños, cada 13 de agosto.

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La Unión de Periodistas de Cuba le otorgó el Premio Nacional de Periodismo  y la Unión de Jóvenes Comunistas lo proclamó "eterno joven rebelde'', mientras que el Combinado Avícola Nacional lo declaró héroe de la avicultura cubana, por sus “50 años produciendo para el pueblo”.

Desde comienzos del 2007, cuando el Colegio de Belén en Santiago de Cuba fue remozado y reabierto, un aula del segundo piso de la escuela mantiene un pupitre vacío como símbolo del asiento que ocupaba Castro en su época de estudiante. También se anunció la restauración de la casa de la calle Rabí número 6, donde vivieron el niño Castro y algunos de sus hermanos mientras estudiaban en la capital santiaguera.

El cumpleaños 88 sirvió para resaltar en la televisión nacional la reconstrucción de su casa natal en Birán, en la provincia de Holguín, y rememorar historias de su infancia y entorno familiar, de boca del historiador local Antonio López.

 “Creemos que este lugar definió en gran medida la personalidad de aquel niño que ya a partir de los tres años gustaba de regalar sus cosas cuando iba al río con sus amiguitos”, contó emocionado López, “Los visitantes se van   increíblemente satisfechos pensando que entre cañaverales, ríos y montañas nacieron estos hombres, Fidel y Raúl Castro, que han dado un vuelco no solamente a Cuba sino a toda la humanidad”.