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¿Por qué las madres permiten que sus hijos trabajen en los cafetales?

Cada año durante la cosecha familias de granjeros inmigrantes de Guatemala van a México a trabajar en precarias condiciones

La cosecha de café, que se extiende de octubre a marzo, es un tiempo tumultuoso en Chiapas, donde se estima que 30.000 recolectores de café de Guatemala cruzan la frontera cercana, a menudo desesperados. Para muchos, las ganancias en la parte más al sur de México serán todo lo que se interpondrá entre ellos y el hambre luego de regresar a casa.

Recogedores de las cerezas de color rojo que con el tiempo se convierten en granos secos o tostados trabajan en algunos de los rincones más pobres del mundo. Muchas de estas comunidades en América Latina, Asia y África, aunque se liberaron de siglos de colonialismo, esclavitud y servidumbre por contrato, todavía están sumidas en la miseria absoluta y en economías moribundas.

"No hay otra manera", dijo una mujer de Guatemala recogiendo cerezas de café a lo largo de la Ruta del Café el pasado otoño con una hija, de no más de nueve años a su lado. De vuelta en Guatemala, "no hay dinero para comprar ropa, para comer, para vestir a los niños." Los Adultos ganan tan poco como $ 4.50 por día, subsistiendo a base de dos comidas de frijoles y tortillas, mientras ahorran sus ganancias para llevar a casa después de la cosecha.

Un exportador de café con sede en Chiapas cuyas operaciones comerciales hacen donaciones a las escuelas locales, dijo que se estremece cuando piensa en las escasas comidas servidas en las granjas que visita, señalando con aire de culpabilidad, "probablemente yo como cinco veces más."

Al final del día en las laderas empinadas, los recolectores más jóvenes suelen permanecer con los trabajadores adultos en dormitorios que están desmoronándose, un poco mejor que en los graneros, compartiendo a menudo literas de madera como camas. Los inodoros pueden ser tan primitivos como un agujero en el suelo; agua caliente y fría - una rareza.

Cuando una madre guatemalteca está desesperada sólo por tener comida en la mesa, ella no se concentra en la salud, educación, seguridad, códigos de conducta o las otras consecuencias que recaen sobre sus hijos o hijas los cuales tienen que transportar pesados sacos día tras día. Ella sólo está tratando de sobrevivir. En las comunidades pobres de muchos países productores de café, el trabajo infantil es una forma de vida.

¿Proteger a los niños de trabajar? ¿Prevenir que ingresen a la selva? ¿Asegurar que cada trabajador tenga una lámpara de cabecera y una cama separada? Las personas en estas comunidades a menudo se enfrentan a un nivel de inseguridad alimentaria tan alto que hace que tales preocupaciones estén lejos de ser primordiales - tal vez parezcan un chiste.

Los propietarios de granjas, con frecuencia pobres también, podrían estar en apuros para proporcionar una vivienda adecuada para los trabajadores inmigrantes que pueden estar allí por sólo unas pocas semanas cada año. Tampoco pueden fácilmente permitirse el lujo de ofrecer servicios de guardería, educación o tres comidas nutricionalmente balanceadas al día.

Al igual que los campesinos que cruzan la frontera para recoger su café, muchos de los agricultores están tratando de ganarse la vida en el fondo de una cadena de suministro vasto y turbio, un mundo lejos de las cafeterías deslumbrantes a dónde se dirigen sus granos.

Cuando The Weather Channel y Telemundo visitaron por primera vez las granjas de Chiapas en octubre de 2015, las cámaras de la red documentaron a los niños que cautelosamente extraían las cerezas rojas de café maduro con sus pequeños dedos de las ramas largas y dobladas de los árboles de café. Filmaron a los niños cargando sacos de cerezas descendiendo por la Ruta del Café, la cual serpentea a través de las selvas al norte de Tapachula.

Dos chicos, de 12 y 14 años, estaban encorvados cargando pesados sacos de cerezas de café. Incluso niños más jóvenes - quizá tan jóvenes como de cinco - llevaban cargas más ligeras.

El dueño de la granja Chapultepec, Mauricio Tomasini dijo que él intenta evitar la presencia de niños en su granja, pero simplemente no puede convencer a sus trabajadores guatemaltecos de dejar a sus hijos en el hogar. Los padres sienten que sus hijos están más seguros y mejor con ellos en vez de quedarse en Guatemala. Además, pueden ganar más dinero si sus hijos están ahí para ayudar.

Si tuviera que ser estricto, perdería su oferta de trabajo; las familias simplemente se moverían a otras granjas. Su cosecha de café se pudriría en el suelo.

"Si tú les dice que no, abandonan la granja... y todo está perdido", dijo.

Entrevistas con otros productores de café en Chiapas sugieren que en Chiapas el estado más pobre de México, todos los propietarios de granjas son participantes en un modelo de mercado laboral que comúnmente se encuentra en las fronteras de países con economías en extremo desiguales. Por ejemplo; tres cuartas partes de los 380.000 trabajadores inmigrantes de Alemania en 2004 fueron de la vecina Polonia. Un gran segmento de la fuerza laboral de la agricultura de Estados Unidos se compone de trabajadores indocumentados y trabajadores inmigrantes de México y América Central.

Los propietarios de granjas en Chiapas dijeron que dependen de los trabajadores guatemaltecos porque están más dispuestos y capaces que los mexicanos para hacer el trabajo. De hecho, la pobreza extrema impulsa a los trabajadores guatemaltecos con sus hijos hacia el norte a través de la frontera con México. Guatemala tiene la cuarta tasa más alta de desnutrición crónica en el mundo y la más alta en América Latina y el Caribe, según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU.

Tomasini no negó que niños entre 15 y 17 años ayudaron con su cosecha el otoño pasado. Pero él insiste en que él no los contrató y que ellos no están en su nómina. La ley les permite ayudar a sus padres, dijo. Cualquier cereza de café recogida por estos niños es tratada para efectos de pago como si hubiera sido recogida por los padres. Él no tiene ninguna relación comercial directa con los jóvenes trabajadores de 15 a 17 años de edad, dijo.

Para agravar el problema sociológicamente: Mientras que muchos trabajadores son indígenas guatemaltecos, las granjas más grandes tienden a ser propiedad de los descendientes de ininmigrantes relativamente recientes de Europa. El abuelo de Tomasini emigró a esta zona desde Francia en 1917 y adquirió gradualmente, parcela por parcela, todas las tierras altas volcánicas que hoy conforman Chapultepec.

Algunas de las granjas más grandes de Chiapas tienen pequeñas escuelas o centros de cuidado diario, pero es raro para una granja pequeña tener una. Los niños filmados en la granja de Tomasini dijeron que sus escuelas en Guatemala estaban de vacaciones. Tomasini dijo que espera comenzar una escuela cuando se lo pueda permitir. Mientras tanto, los niños pequeños y lactantes que no van a los campos tienen que cuidar de sí mismos. "La madre va a recoger cerezas y el hijo mayor se queda aquí... para cuidar de sus hermanos (más jóvenes)," dijo.

La vivienda, la alimentación y la paga que ofrece son mejores de lo que los trabajadores están acostumbrados en Guatemala, dijo, y agregó que el pago está por encima del salario mínimo en México. "En la mente de los trabajadores esto no es explotación", dijo Tomasini.