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El palacio donde Barack Obama cenará con Raúl Castro

El cubano común solo conoce el Palacio de la Revolución escasamente en la televisión, cuando se ha producido la visita de algún dignatario.

Miami, Florida. - El Palacio de la Revolución, donde el presidente cubano Raúl Castro recibirá este lunes a Barack Obama, es un edificio lleno de historia y enigmas.

En él funcionan las oficinas del Consejo de Estado y el Consejo de Ministros, así como las del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el único con derecho a existir en el país desde hace casi sesenta años.

Ha sido en este edificio, tras subir su espaciosa escalinata de mármol y acceder a su imponente Salón de los Helechos, donde han sido recibidos durante décadas todos los mandatarios en visita oficial en la isla. Ha sido aquí donde, desde 1965, funcionó la oficina de trabajo de Fidel Castro, y en cuyo hospital ultra secreto y subterráneo se dice que pasó sus peores horas, cuando en 2006 hubo de someterse a una cirugía del intestino.

Es tras estas paredes donde se supone que su hermano Raúl Castro toma en estos tiempos las decisiones más relevantes de su mandato; una de ellas, tal vez la más impactante, el restablecimiento de relaciones con el eterno enemigo del norte.

Contrariamente a la Casa Blanca, de Washington, o a la Casa Rosada, de Buenos Aires, la parte frontal y vistosa de esta edificación protegida por la vegetación es inaccesible al público. De hecho, el cubano común solo la conoce al haberla visto escasamente en la televisión, cuando se ha producido la visita de algún dignatario.

Esa imposibilidad de poder caminar frente al lugar desde donde se llevan los hilos de un país, ha convertido al Palacio de la Revolución en un lugar marcado por el hermetismo. En él no hay visitas guiadas ni fotos en las postales.

Pero esta construcción ya existía desde antes de que Obama viniera al mundo e incluso antes de que los barbudos avanzaran desde el oriente del país hacia La Habana y provocaran la huida de Fulgencio Batista.

Ya en el lejano año de 1905, según el libro del historiador Emilio Roig La Habana: apuntes históricos, se había determinado que estos terrenos empinados de la capital deberían considerarse como el centro político y ejecutivo de la ciudad moderna.

Se trataba del espacio de una de las escasas y leves colinas que caracterizan a La Habana, como la loma del Príncipe, la loma de Chaple o la loma del Burro, y donde existió por un buen tiempo la Ermita de Nuestra Señora de Montserrat, a la que todos por esa época conocían como la Ermita de los Catalanes.

Pero no fue hasta entrados los años 40 cuando en realidad empezó a concretarse el proyecto. Ideado por el arquitecto José Pérez Benitoa en 1943, en época del primer mandato de Fulgencio Batista, quedó concluido catorce años después, en 1957.

Mandaba por segunda vez en Cuba el general Batista y ya se le había agregado el concepto de la Plaza Cívica, que a partir del 16 de julio de 1961, con sus 72 mil metros cuadrados, pasó a llamarse Plaza de la Revolución, junto a la enorme estatua del apóstol José Martí, esculpida por Juan José Sicre, a cuyo pie Barack Obama depositará una ofrenda floral.

De manera que el actual Palacio de la Revolución fue concebido en tiempos capitalistas para que en sus oficinas y salones fungiera el Palacio de Justicia. Si bien su superficie es de 72 mil metros cuadrados, en realidad, con parqueos y zonas verdes, abarca un perímetro de un kilómetro cuadrado.

No muy lejos de este edificio, también desde mucho antes de Fidel Castro, fueron construidos el del Tribunal de Cuentas (actual Ministerio del Interior), en 1954; el Palacio de las Comunicaciones (hoy Ministerio de Comunicaciones), en 1957; la Biblioteca Nacional, en 1958, y por último el edificio de la Alcaldía de La Habana, de 24 pisos, que poco tiempo después albergaría el Ministerio de las Fuerzas Armadas, donde durante décadas el actual presidente Raúl Castro cumplió sus deberes como ministro.

Se sabe que entre 1964 y 1965 el arquitecto Antonio Quintana Simonetti dirigió un extenso plan para convertir el edificio del Palacio de Justicia de los capitalistas en Palacio de la Revolución, desde donde los barbudos construirían un nuevo país.

Entonces no pocos tomarían nota de la ironía de designar como “palacio”, tan asociado a las monarquías, a la sede de un gobierno que prometió construir una sociedad comunista igualitaria. Hoy, sin embargo, su nombre está tan asimilado que pocos reparan en ello.

Los cubanos, ya descreídos del proyecto utópico que encabezó Fidel Castro durante décadas, suelen referirse a “La Raspadura” -un dulce hecho a base de melaza de caña, rectangular y sólido- para designar el monumento a Martí y por extensión, al palacio.

La imponente escalinata del Palacio de la Revolución por la que el presidente norteamericano ascenderá este lunes mide 60 metros de ancho, tres veces más que la de la Universidad de La Habana.

Son estas gradas célebres las que los cubanos solo han visto en fotos y en videos. Por encima de estas suntuosas piedras caminaron tanto los papas Benedicto XVI y Francisco, como, muy recientemente, el Patriarca Kirill, de la Iglesia Ortodoxa Rusa.

La lista de los ilustres invitados incluye además a abiertos críticos o enemigos de Estados Unidos, como el presidente iraní Mahmud Ahmadineyad, los venezolanos Hugo Chávez y Nicolás Maduro, el nicaragüense Daniel Ortega y antes, líderes del ya extinto campo socialista: el ruso Leonid Ilich Brezhnev, el rumano Nicolae Ceausescu, el alemán Erich Honecker.

Durante la Guerra Fría, en ese palacio fueron condecorados líderes de movimientos guerrilleros en todo el mundo que se veían a sí mismos como quijotes contra el imperialismo encabezado por Estados Unidos.

Qué mayor ironía, entonces, que el líder del país imperialista pise esos mármoles y sea recibido con honores, aires marciales, música de banda, manjares exquisitos y un impresionante dispositivo de seguridad para garantizar que no sufra el menor percance durante su estancia en Cuba.

Otro de los mitos urbanos que pululan en la capital de todos los cubanos (como el de las varias casas secretas donde pernoctaba hasta hace muy poco Fidel Castro) habla de una ciudadela que él mismo  se habría hecho construir bajo el Palacio de la Revolución, a una manera de protegerse en medio de esa sempiterna invasión militar norteamericana que tanto se anunció durante años y que ahora se produce a través de la diplomacia, el levantamiento de las restricciones bancarias y el intercambio comercial.

En una peculiar coincidencia, este 19 de marzo abrió sus puertas por primera vez el palacio de Ceausescu en Rumania, 27 años después que el otrora visitante ilustre del Palacio de la Revolución de Cuba fuera ejecutado en su país.

Queda por ver todavía, cuándo el público tendrá acceso al palacio cubano. Mientras, la amplia escalinata que ascenderá Obama y el Salón de los Helechos donde se le recibirá, así como otros recodos menos visibles del edificio seguirán formando parte de esos mitos urbanos vinculados a la vida política con los que los cubanos han tenido que convivir por tanto tiempo.