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Intenso debate demócrata entre Clinton y Sanders en New Hampshire

El tema de inmigración sólo fue abordado de manera parcial y mínima

Hillary Clinton y Bernie Sanders, los dos candidatos a la nominación presidencial demócrata se enfrascaron en un intenso debate en el que uno de los principales puntos de discusión fue la definición de “progresista”. 

O mejor dicho, de si Clinton es lo suficientemente progresista. De si no es cierto que en lugar de progresista es simplemente una moderada, una centrista en el espectro político estadounidense. 

O como Clinton mismo se define, una progresista que sabe conseguir cosas. 

Parecerá extraño este debate, pero habla de donde se encuentra en este momento mucho del partido demócrata. Sanders, con sus ideas y planteamientos liberales o de izquierda y el gran entusiasmo que ha generado entre la gente joven, ha hecho que el debate demócrata se mueva precisamente hacia la izquierda. 

Clinton está a la defensiva y se ve obligada a demostrar que también ella es una política con ideas progresistas. Que es simplemente que ella es más realista que Sanders y que no propone sueños o ideales, sino cosas que puedan concretizarse en la realidad.

La sede del debate fue en New Hampshire, estado donde habrán primarias el próximo martes y en el cual Sanders lleva una clara ventaja en las encuestas y donde al parecer nadie se espanta con la definición del senador de que su campaña por la presidencia es con el objetivo de crear una “revolución política”. 

Mucha de la primera media hora del debate se lo llevó ésta discusión sobre quién es el verdadero progresista. Uno de los temas de discusión fue sobre el llamado ‘Obamacare” o Ley de Salud.

Sanders propone que hace falta algo todavía más radical, un sistema de salud como los que existen en Canadá, Gran Bretaña y otros países industrializados donde todo el mundo tiene acceso gratis al cuidado médico.

Clinton dice que no se opone a este sistema de salud universal, es simplemente que no cree que el país esté preparado para otra brutal discusión con el riesgo además de que se le haga daño a “Obamacare”.

No queda claro quién ganó la discusión sobre la ley de salud. Un punto de vista moderado como el de Clinton dirá que es mejor dejar la ley como está y a lo sumo introducirle poco a poco mejoras. Para Sanders hay que ir a la yugular y cambiar todo el sistema. Es parte de la revolución política que propone.

En otro momento de este mismo debate sobre quién es el verdadero progresista, Sanders acusó a Clinton de ser miembro del “establishment” o liderazgo del partido. “La Secretaria (de estado) Clinton representa el ‘establishment’”, señaló Sanders. “Yo represento, lo espero, al pueblo estadounidense”.

Luego vendría otra animada discusión sobre Wall Street. Aun cuando Sanders ha basado mucho de su campaña en atacar a los financieros de Wall Street -y lo volvió hacer en el debate-, la discusión en este caso se centró mucho en el dinero que Wall Street le ha pagado a Clinton por discursos que ha dado ante grupos de financieros (más de 600 mil dólares por tres discursos).

Clinton no niega que haya recibido este dinero, sino que su defensa es que aun cuando recibió el pago nunca ha hecho nada a cambio o que favorezca a la gente de Wall Street. De nuevo, mucho es la misma discusión sobre alguien supuestamente puro como Sanders y alguien práctico como Clinton. 

La verdad es que como lo implico Clinton, la inmensa mayoría de políticos estadounidenses -quizá Sanders sea la excepción- participan de una manera u otra en este mundo de discursos, grupos de influencia o presión y dinero que cambia de manos. Serán los votantes los que al final decidirán si es la pureza de Sanders o el pragmatismo de Clinton lo correcto.

En la segunda hora del debate se habló entre otras cosas de política exterior. Fue claro que esta es una área donde Clinton se siente más cómoda. Más allá de los detalles, la estrategia de Clinton es sugerir que Sanders es alguien sin experiencia en política exterior y que la presidencia no es un puesto en el cual se llega a aprender de los grandes asuntos o temas calientes del mundo.

La estrategia de Sanders en este punto es la de aceptar que Clinton tiene más experiencia que él, pero que sin embargo, él es quien tiene mejor juicio, y para ello da como muestra el voto en 2002 que Clinton dio para autorizar al Presidente Bush de ir a la guerra contra Iraq. Voto que Sanders no dio. Este es un tema incómodo para Clinton que hoy lo aborda señalando que es cierto, fue un error tal voto, pero que lo de hace tantos años no tiene relevancia en el contexto de cosas de actualidad como la amenaza del Estado Islámico.  

Más tarde se hablaría del tema de los correos electrónicos de Clinton. Del escándalo que lleva meses en la discusión pública y que según algunos pueda perjudicar seriamente a Clinton si el FBI decide que hay base para un juicio criminal por el mal manejo de información secreta del gobierno. 

Clinton aseguró que no hay nada que no se sepa y que no tiene ningún temor de que la investigación pueda afectar su candidatura. “Estoy ciento por ciento segura” que no habrá ningún problema, señaló Clinton. “Nunca recibí o envíe material secreto”.

Sanders rehusó comentar sobre este tema de los correos electrónicos. No lo quiero “politizar” , respondió el senador en referencia a que para él esto no es un tema de campaña. Agregando que literalmente todos los días hay gente que le pide en sus giras que aproveche este tema para atacar a Clinton. 

A Sanders se le preguntó también si lo suyo -de ser elegido candidato- no significará una gran derrota para el partido demócrata debido a sus posiciones demasiado liberales o izquierdistas. La respuesta de Sanders es que las encuestas señalan que en una elección contra Donald Trump para el caso él sale victorioso. Pero además, que una candidatura Sanders significará que más gente joven participe del proceso político.

El tema de inmigración sólo fue abordado de manera parcial y mínima. En algún momento del debate Clinton lo utilizó para sugerir que Sanders no era tan puro como el senador se pinta ya que en 2007 votó en contra del proyecto de reforma migratoria que había presentado el senador Edward Kennedy. 

En efecto, Sanders votó en contra, pero también lo hicieron varios otros senadores liberales o progresistas. Y lo hicieron debido a su oposición al programa de trabajadores huéspedes que incluía la ley (los cuales, se argumentaba, serían tratados como ciudadanos de segunda clase y serian explotados por las firmas que los contrataran). Al final ambos candidatos expresaron que apoyan una reforma migratoria con camino a la ciudadanía para los beneficiados.

El debate entonces no parece haber solucionado lo que ha sido y seguirá siendo mucho del debate entre los demócratas: apoyar a un senador de 74 años, con ideas quizá demasiado liberales o izquierdistas para el país pero que han pegado en la imaginación de millones de personas. 

O por el contrario, apoyar a la que pueda ser la primera mujer en ganar la Casa Blanca, de la cual se conoce casi todo sobre su vida y la que tiene una larga experiencia y conocimiento, pero quien de pronto pareciera estar en una esquina como la moderada o la pragmática. Al frente además, de una campaña que no genera mucha pasión.

En este momento, no queda claro adonde está el partido. Si con la oferta de entusiasmo y esperanza de Sanders o con el pragmatismo de Clinton y el recordatorio de que las cosas por ideales o bonitas que suenen necesitan concretizarse, llevarse a la práctica.