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La votación de New Hampshire será brutal para los precandidatos republicanos

Se pelean no sólo la victoria en la elección primaria sino también varios de ellos el seguir 'vivos' en la contienda

La elección del próximo lunes en New Hampshire del partido republicano se ha convertido en una brutal batalla de todos contra todos en la que está de por medio no sólo quien será el ganador y quizá favorito para ganar la nominación, sino también la sobrevivencia de las campañas de varios candidatos.

Donald Trump para el caso, está literalmente contra la pared. El no haber ganado en Iowa -terminó segundo detrás de Ted Cruz y con el tercero, Marco Rubio, respirándole en la nuca apenas un punto porcentual menos- ha sido un mazazo a la imagen que se había creado el empresario en la campaña de que él era “un ganador” y que todo el resto de candidatos eran “unos perdedores”. 

No sorprende entonces la última maniobra de Donald Trump quien ha acusado a Cruz de haber hecho fraude para conseguir la victoria en Iowa y que por lo tanto la elección debe anularse o repetirse.

Más allá de los detalles de la acusación -de que gente de Cruz dijo antes de que hubieran terminado las votaciones que el candidato Ben Carson ya se había retirado, lo que no era cierto y lo cual se supone beneficio a Cruz-, lo que importa aquí es ver si éste último acto de Trump surtirá hoy los mismos efectos como sucedía en situaciones similares antes de Iowa.

En el pasado, cada vez que Trump se veía contra la pared decía algo que escandalizaba a todo el mundo -más allá de si era cierto o no y de si ofendía a alguien- y en pocos días las cosas habían vuelto a su normalidad con Trump de nuevo a la cabeza en las encuestas.

Lo de Trump es solamente uno de los tantos movimientos que se han dado en la contienda republicana luego de Iowa. Si lo suyo contra Cruz suena a desesperación es porque en efecto mucho ha cambiado para Trump y los demás en las últimas 48 horas. 

Trump por supuesto, está todavía en la batalla. Tan así que en las encuestas para la primaria de New Hampshire -tomadas antes de Iowa eso sí- llevaba una ventaja de unos 20 puntos sobre el segundo candidato. Sucede que New Hampshire es un estado más moderado que Iowa donde no hay tanto gente evangélica -los que le bajaron el pulgar a Trump y literalmente le dieron el triunfo a Cruz- y donde además no se necesita la gran organización en el terreno que demandan los “caucus” de Iowa. En una frase: Trump puede dar el campanazo y colocarse de nuevo de primero.

Con todo, algo ha sucedido en Iowa que parece haber roto ese escudo o imagen que se había construido Trump de que ganaría en Iowa y New Hampshire y con ello confirmaría que lo suyo era ciertamente un movimiento nacional de protesta contra el liderazgo republicano. Y que una vez ganando en ambos estados su candidatura seria prácticamente un hecho. Que nadie lo detendría después de esas dos victorias. La verdad es que todo esto está hoy en el aire.

Los votantes de New Hampshire se caracterizan entre otras cosas por decidir por quien votan en los últimos días previos a la votación. No sería extraño entonces que esas encuestas que se tomaron hace unos días sean hoy -o lo serán el próximo lunes día de la votación- diferentes. Las bravuconadas y la arrogancia de Trump, el darse golpes de pecho de que él era el mejor y de que ganaría fácil, no suena ya tan cierto. Pero aun más, de no ganar en New Hampshire Trump podría estar en una situación nada agradable: el comienzo del fin de su candidatura.

Pero también para los otros candidatos han habido cambios por lo de Iowa. Cruz por ejemplo, no obstante haber ganado, no puede darse el darse lujo de salir mal en New Hampshire, un estado que tampoco simpatiza mucho con ese conservadurismo duro del senador de Texas. 

Si Cruz gana en New Hampshire ciertamente confirmaría que lo suyo va para largo y que en efecto su candidatura tiene las bases, el dinero y el oxígeno para dar la pelea en todos los estados. 

En las últimas dos elecciones -08 y 12- el candidato republicano que ganó en Iowa se desinfló de inmediato en New Hampshire y la victoria quedó nada mas como algo anecdótico o una curiosidad histórica. Para que se le tome en serio como alguien que pueda ser el candidato, Cruz está obligado sino a ganar al menos a quedar en segundo o tercer lugar en New Hampshire. Hasta hoy lo suyo es visto como producto básicamente del apoyo de los evangélicos de Iowa. Cruz tiene que demostrar en New Hampshire que su candidatura rebasa esa esquina de evangélicos y super conservadores del universo republicano.

Marco Rubio por su lado, llega con bombo y platillo a New Hampshire. Su tercer lugar en Iowa ha sido visto como un muy buen resultado y de la noche a la mañana el senador de la Florida se ha puesto a la cabeza del grupo de candidatos favoritos del “establishment” o liderazgo republicano (los otros son el ex gobernador de la Florida Jeb Bush, el actual gobernador de Ohio John Kasich y el gobernador de New Jersey Chris Christie). 

El desafío principal para Rubio en New Hampshire es confirmar -como sucedió en Iowa- que sale adelante de ese grupo de candidatos del “establishment”. Pero esto no es suficiente. El senador tiene también que mejorar ese tercer lugar de Iowa. No se puede pretender ser uno de los favoritos para ganar la nominación con terceros lugares en cada estado. 

Aun más complicada la tiene Bush. El candidato, hermano e hijo de dos ex presidentes, está de veras con el agua que le llega al cuello. Si hace un año cuando comenzó extra oficialmente su campaña se suponía que seria el candidato invencible, con carretadas de dinero en el banco y apoyo del liderazgo del partido y de los grandes donantes millonarios del mundo republicano, hoy su candidatura está en cuidados intensivos. Si Bush vuelve a salir tan mal como salió en Iowa -sacó el 3% de la votación- es muy difícil que sobreviva un día más de campaña. 

Bush también está obligado a obtener un buen resultado, al menos arriba de Rubio y los otros candidatos del “establishment”. Si Iowa ha dado “momentum” a gente como Cruz y Rubio, con toda la prensa y la opinión pública hablando hasta el cansancio de ellos y sus campañas, lo contrario ha sucedido con Bush. Pareciera que el ex gobernador ha pasado a mejor vida -en términos políticos- y que su campaña es cosa del pasado. Bush necesita salir bien en New Hampshire para que baje esa agua que amenaza con acabar con su carrera política.

Algo similar ocurre con los otros dos ex gobernadores, Kasich y Christie. Las campañas de los dos han estado basadas en precisamente salir bien sino es que en ganar en New Hampshire. Los dos sabían que no tenían mucho que hacer en el conservador y religioso Iowa. Y lo cual es totalmente aceptable y válido como estrategia, aunque por supuesto no es como se ve en la superficie de la opinión pública. Hoy tanto Kasich como Christie se ven como grandes perdedores de Iowa.

Ninguno puede darse el lujo entonces de un resultado mediocre en New Hampshire. De lo contrario, serán dos más que tendrán que colgar el saco de candidatos y volver a sus estados.

Solos o visto individualmente Iowa y New Hampshire quizá no pesen muchos en la nominación presidencial. Juntos sin embargo, los dos estados son una poderosa fuerza para determinar el rumbo de la campaña para ser el candidato. Una pelea republicana que ciertamente no es la misma de la que era antes de Iowa.