IE 11 is not supported. For an optimal experience visit our site on another browser.

Si llama de Sanders sigue ardiendo la batalla será larga

HIllary Clinton ganó "por los pelos" el caucus demócrata de Iowa porque parece no despertar las pasiones que su rival Bernie Sanders

La apretada victoria de Hillary Clinton en los “caucus” o asambleas partidistas demócratas en Iowa sobre Bernie Sanders -literalmente por un pelo de diferencia- es al final de cuentas “un triunfo” y en la batalla por la nominación presidencial eso es lo que cuenta, ganar elecciones.

En el caso de Clinton sin embargo, dado lo poderoso de su candidatura la cual se suponía arrasaría en los “caucus” y primarias, el que haya pasado Iowa de “milagro” no es el mejor resultado que la ex secretaria de estado esperaba.

Vale recordar un solo dato de la contienda para ilustrar lo complicado que ha sido Iowa para Clinton y porque la victoria en el “caucus” tiene un mal sabor: en algún momento del año pasado, Clinton tuvo una ventaja en las encuestas sobre Sanders de 50 puntos porcentuales.

La pregunta que surge entonces es de que cómo es posible que Clinton perdiera tal inmensa ventaja sobre Sanders, o también, cómo es posible que un tipo de 74 años que ni siquiera es miembro oficial del partido demócrata -Sanders es senador por Vermont pero oficialmente es independiente- generara más entusiasmo y pasión entre las bases demócratas que la experimentada Clinton.

O incluso más, cómo es posible que Clinton no ganara en Iowa de manera aplastante no obstante que precisamente por haber perdido ahí mismo en 2008 ante Barack Obama, esta vez había construido una organización de primer orden para supuestamente derrotar sin problemas a Sanders o a quien fuera.

Antes de seguir hay que dejar una cosa clara: más allá de los negativos y pesadillas que Clinton pueda arrastrar a New Hampshire -donde será la segunda votación el próximo lunes- y de que Sanders de seguro ganara ahí ya que va adelante en las encuestas, lo cierto es que Clinton sigue siendo la candidata formidable para ganar la nominación. El apoyo que Clinton tiene de los afroamericanos y los latinos literalmente la blindan ante el mejor Sanders.

El examen de lo de Iowa es válido en el contexto de que las deficiencias que se expusieron ahí sobre Clinton tendrán efectos tanto en lo que resta de la primaria demócrata como en la eventual elección general ya con una Clinton como supuestamente la candidata del partido.

El principal problema con Clinton es que su candidatura no genera la pasión, el entusiamo, la esperanza que sí produce la candidatura de Sanders.

Bien sea por la personalidad de Clinton -de que no hay ‘conexión’ con los votantes, de que es alguien de quien la gente desconfía, de que tiene vínculos con Wall Street, etc.- o por el “realismo” de sus plataformas -pensemos simplemente en defender lo que Obama ha conseguido y no soñemos con cosas ideales que nunca se concretizarán-, el punto es que la de Clinton parece una campaña sosa, aburrida, plana, en la cual la gente pareciera estar con ella simplemente porque es una política sólida y experimentada pero hasta ahí nomás.

Un poco como que se vota por ella porque no hay otra opción -a muchos Sanders les parece un idealista precisamente- o porque “es su turno” luego del frustrado intento en 2008 en donde también se suponía que ganaría pero que perdió por ese evento histórico único en Estados Unidos de la candidatura exitosa de un afro americano (Obama).

O en el caso de muchos afroamericanos y latinos, por un “sentido de lealtad y agradecimiento” por lo que hizo su esposo Bill Clinton.

En fin, el punto es que Clinton está hoy contra la pared. La campaña de Sanders que hace unos meses parecía una “quijotada”, algo de sueños, irreal, ha tomado fuego y hoy es una amenaza real para Clinton.

Es cierto, en Iowa fueron básicamente los jóvenes y la gente más liberal o de izquierda la que apoyo al senador, y además, la inmensa mayoría de estos, gente de raza blanca (en Iowa hay pocos latinos y afro americanos). Sin embargo, el mensaje de Sanders que hasta hace unos meses se tomaba casi como una broma o algo casi imposible de concretizar hoy está impregnando poco a poco el universo de votantes demócratas.

Lo de Sanders es relativamente simple: hay que hacer una “revolución política” para cambiar las cosas en el país. Hoy la economía y el estado funcionan para beneficio de unos pocos, de los más ricos que son los que dominan el mundo financiero de Wall Street. El hombre o mujer de a pie sufren con esta economía, con esta manera de hacer política y en general con el estado de cosas que prevalece en la nación.

Entre las cosas concretas que Sanders propone está la de aumentar los impuestos a esa gente más rica, de impedirles que sigan influyendo en la política con las grandes cantidades de dinero que aportan y con ello ganan acceso a los políticos, de establecer un seguro médico gratuito para todo el mundo, de que las universidades públicas sean gratis y de subir los salarios a los trabajadores. Nada extraordinario en un político que se define asimismo como un “socialista demócrata”.

Si hay una palabra que define lo que Sanders propone es “esperanza”, razón por la cual mucha gente acepta sus ideas. Una campaña presidencial debe ser precisamente eso, prometer algo, aunque parezca inalcanzable, lo cual genera ese entusiasmo y pasión que muestra la gente que sigue a Sanders.

La respuesta de Clinton es la del político que es no sólo menos liberal o menos izquierdista que el senador, sino que además conoce como funciona el sistema político estadounidense y argumenta que nada de lo que propone Sanders se podrá conseguir con un Congreso en manos de los republicanos.

Clinton quizá esté en lo cierto, por fin Estados Unidos es en general una sociedad conservadora -todos vivimos con la ilusión de convertirnos un día en gente rica- y los años de Obama en la Casa Blanca han demostrado que es poco lo que se puede hacer con el poder presidencial cuando los adversarios republicanos dinamitan

absolutamente todo lo que propone el mandatario.

Pero el problema es que las campañas presidenciales no se venden en base a estas racionalizaciones. La gente vota con el corazón, con el estomago o con lo que sea que encienda pasiones y esperanzas. Sanders ofrece o es todo esto. Clinton no lo es y tampoco lo ofrece.

Así las cosas, ¿será suficiente lo que es y lo que propone Clinton para ganar la nominación demócrata? Nadie lo sabe por supuesto, lo único cierto es que si la llama que ha encendido el senador por Vermont sigue ardiendo será una campaña larga y dolorosa para Clinton. Lo de Iowa pudiera será lo común y no la excepción.