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Debate demócrata: El 'realismo de Clinton o la 'pasión' de Sanders

El debate demócrata se centró en la disputa entre Hillary Clinton y Bernie Sanders

Hillary Clinton y Bernie Sanders, los dos aspirantes demócratas enfrascados en una intensa batalla por el primer lugar en las preferencias de los votantes en lugares como Iowa y New Hampshire, fueron los principales protagonistas de un acalorado debate que dejó en claro las diferencias que siguen existiendo dentro del partido.

Bien sea en el tema de la salud -la eterna discusión sobre el llamado ‘Obamacare’-, en cómo tratar a los banqueros y financieros de Wall Street o sobre cómo actuar en política, si aceptar o no contribuciones de Wall Street precisamente, Clinton y Sanders están en diferentes lados del debate.

Ambos demócratas por supuesto -es decir a millas de distancia de los republicanos-, pero ciertamente con posiciones distintas.

En general, un Clinton que está ahi para reformar el sistema, para mejorar lo existente. 

Y un Sanders, que está ahí para revolucionar lo que existe.

Un tanto como invitado de palo al debate, el tercer participante, el ex gobernador de Maryland Martin O’Mailey. Nada malo con O’Mailey, simplemente que con una tarea a cuestas: hacerse escuchar entre el duelo permanente entre Clinton y Sanders. Pero por cierto, fue el único que trajo a la tribuna del debate -aunque sólo al final y sólo como mención- temas como inmigración y los potenciales “estados fallidos” de Honduras, Guatemala y El Salvador.

Hasta hace un par de semanas se suponía que este debate sería de tramite, es decir que Clinton simplemente llegaría a confirmar su posición como la candidata casi inevitable del partido demócrata. Aun cuando en algún momento hace unos meses Clinton pareció estar en problemas -bajaron sus ratings y subieron los de Sanders a nivel nacional-, para inicios o mediados de diciembre se suponía que las cosas habían vuelto a la normalidad: que su lugar como la favorita estaba asegurado. De pronto sin embargo, todo cambió.

Las últimas encuestas señalan que en Iowa, donde se dará la primera votación -‘caucus’ se le llama- el próximo uno de febrero, Sanders está igual o a muy corta distancia de Clinton. Y que en New Hampshire, donde será la segunda votación -‘primaria’ en este caso- una semana después, Sanders va adelante. 

En cierto sentido las alarmas se han encendido en el campo de Clinton. No del todo contra la pared, pero de nuevo con mucha de la prensa y el comentariado hablando de que pudiera repetirse lo de 2008, cuando una candidata Clinton que parecía tenía amarrada la primaria demócrata perdió ante la campaña de un joven senador llamado Barack Obama.

El debate entonces en Carolina del Sur tenía esa expectativa: ¿podría Clinton reafirmar su lugar e impresión entre el público televidente que es ella la candidata inevitable de los demócratas? 

O por el contrario, sería el debate una oportunidad de oro para que Sanders terminara de convencer a mucha gente, en especial en Iowa y en ciertos sectores del partido donde tiene poco apoyo como las minorías de latinos y afro americanos, que lo suyo es más que una ilusión o algo que suena bien pero que es muy difícil sino imposible que se lleve a la práctica.

Cada quien por supuesto sacará sus propias conclusiones, pero lo que el debate permitió fue escuchar una vez más esa discusión sobre qué es mejor, si el dinamitar o revolucionar el sistema que el senador propone, o las reformas, lo práctico, lo alcanzable políticamente que Clinton recuerda una y otra vez es la realidad de Estados Unidos.

El tema de salud es un buen ejemplo de estas dos visiones al interior del partido demócrata. Sanders considera que hay que cambiar la Ley de Salud que se pasó con Obama y que debe existir un derecho de todo el mundo de tener cuidado médico accesible, sino es que es gratis como existe en lugares como Canadá, Gran Bretaña y la mayoría de países desarrollados.

Clinton defendió la Ley de Salud como el principal logro del gobierno de Obama. Para Sanders, no es suficiente. Todavía hay, señala el senador, millones de gentes sin seguro médico y cada año suben los costos del cuidado médico, en gran parte por la influencia de la gran industria farmacéutica y las compañías de seguro.

Sucede que en cierto sentido ambos tienen razón. El argumento de Clinton puede sonar conformista o conservador si se quiere, pero no por ello alejado de la verdad: es no sólo que Obamacare ha sido un gran avance, sino que además, abrir el debate para una nueva ley como la que quiere Sanders crearía division en el país -los republicanos siguen insistiendo en querer anular ‘Obamacare’. O dicho de otra manera, que la realidad política del país -con el Congreso por ejemplo en manos de los republicanos- hace casi imposible conseguir lo que plantea Sanders.

Pero lo de Sanders también es cierto. Mucha gente sigue sin seguro médico y aun los que hoy los tienen muchos de ellos están insatisfechos debido a los altas primas anuales o a los también altos deductibles que cobran las compañías de seguro médico.

En lo de Wall Street se da la misma discusión como en Obamacare. Es claro que Clinton, aun con lo dura y estricta que pueda sonar con poner en su lugar a los banqueros y gente de finanzas cuando estos comenten abusos, no le da pena decir que acepta donaciones de Wall Street para su campaña. O aun más, en general la idea de que ese mundo de las finanzas es indispensable en la economía capitalista que es Estados Unidos. Que se puede hablar de reformarlo pero no de destruirlo o reformarlo de una manera radical.

Sanders por su parte no acepta compromisos. Para el senador, tanto el papel de estos financieros en la economía como en las campañas políticas -a travez de las donaciones- es algo que tiene que terminar. Que nada cambiará en Estados Unidos, alega Sanders, mientras no se toque a fondo a Wall Street. 

De nuevo, así como con Obamacare, es un asunto no sólo de posiciones ideológicas -se está en contra de Wall Street o no por principio- sino también de realidad política. ¿Será posible en un Estados Unidos donde los republicanos controlan buena parte del poder y millones de gentes asumen y comparten esas posiciones, ideas y manera de ver el mundo, reformar o revolucionar Wall Street? 

La pregunta para los votantes demócratas sera la misma que ha estado sobre la mesa desde que Sanders apareció como candidato: ¿es lo suyo realista o una simple quijotada imposible de llevarse a la práctica en un país básicamente conservador como Estados Unidos?

Más allá de estas discusiones de contenido, una de las cosas que mostró el debate es que Clinton luce presidencial. La ex secretaria de estado domina los temas y nunca se le vio perder el control o mostrar desconocimiento en algún asunto. Tema no menor, ya que las campañas presidenciales, incluyendo la elección del candidato, van al estomago de la gente. Se vota por un candidato no sólo por lo que sabe o dice, sino también por su estilo y presencia en la tribuna. 

En este terreno de las imágenes Sanders también es diferente. El senador muestra una pasión -bordeando en el enojo, según algunos- que o bien motiva y genera admiración, o de inmediato rechazo debido a que parece alguien necio que insiste en un par de puntos como centrales a todo su argumento.

Al final no pareciera que ningún demócrata vaya a estar en contra de lo que plantean los dos candidatos -o los tres ya que O’Mailey se mueve en los mismos terrenos de Clinton y Sanders-, que todo será cuestión de o bien irse por la pasión que genera el senador o de quedarse con el realismo que exhibe Clinton. 

Faltan dos semanas para lo de Iowa y de seguro que todo se decidirá menos por las posiciones de cada candidato y más por la percepción que cada votante se haga de ellos. Percepción que incluye quien supuestamente de los dos candidatos tendrá mejores posibilidades de ganar la elección presidencial. Por el momento, se acabaron los debates de los demócratas. El próximo es hasta después de New Hampshire.