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John Kerry asegura que se reunirá con disidentes en Cuba, aun si estos no fueron invitados a ceremonia de apertura de la embajada

El Secretario de Estado viaja el viernes a la inauguración de la embajada de EEUU en La Habana

En vísperas de su viaje a Cuba para reabrir la embajada de Estados Unidos, el Secretario de Estado John Kerry pareciera haber entendido muy bien una de las reglas de la diplomacia: no ofender a sus anfitriones, en particular si estos son especialmente sensibles a algunos de los grupos o personajes con los cuales Kerry debería de tratar.

“Me reuniré con los disidentes”, explicó el Secretario de Estado en una entrevista con José Díaz-Balart de Telemundo. “Serán invitados para que vengan a la misión (la residencia del futuro embajador estadounidense) en donde habrá un amplio espectro de la sociedad cubana”.

El tema viene a cuento debido a que Kerry ha recibido críticas por su decisión de no invitar a ninguno de los disidentes cubanos a la ceremonia oficial del viernes en la mañana en la sede de la embajada estadounidense en La Habana donde se izará la bandera de Estados Unidos. 

A la ceremonia asistirá el Canciller cubano y otras altas autoridades del gobierno y la sola idea de que alguno de los disidentes estuviera presente es aparentemente inaceptable para los cubanos quienes consideran a la mayoría de disidentes como “traidores” al servicio de Estados Unidos. 

Kerry al parecer ha priorizado la diplomacia, el no dinamitar una relación con los cubanos que apenas comienza a desarrollarse en pleno luego de más de 50 años de no existir.

El pretexto o explicación que da Kerry por no haber invitado a los disidentes al acto en la mañana en la embajada es que el edificio de la sede diplomática tiene “limitado espacio” y que es por eso que se hará la recepción en horas de la tarde.

Pero además, explicó Kerry en la entrevista, caminará libremente en La Habana Vieja y está ansioso por “encontrarse con quien sea” y escuchar lo que cada persona tenga que decir “independiente de sus puntos de vista”.  

“Me reuniré con ellos (con los disidentes) en diferentes eventos en el transcurso del día”, aseguró una vez más Kerry.

Alguien podría decir que el gobierno del Presidente Obama -expresado ahora en la visita de Kerry- ha hecho un pacto con el diablo. Que a cambio de la relación con Cuba ha tenido que de alguna manera sacrificar lo que por mucho tiempo fue parte central de la política de Estados Unidos hacia la isla: el respeto a los derechos políticos y las libertades civiles. 

Kerry insiste en que no hay tal cosa. Que al contrario, que algo que se ha ganado con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas es la libertad sin restricciones para los diplomáticos estadounidenses de “reunirse con la gente en Cuba”.

Que además, la nueva relación diplomática, que incluirá la presencia de un embajador y muchos otros funcionarios estadounidenses en la isla, permitirá tener una relación más directa con el gobierno y pueblo cubano. Todo esto, detalló Kerry en la entrevista, facilitará que Estados Unidos “hable internacionalmente con más autoridad” sobre la situación en Cuba.

Ciertamente que no ha sido fácil para Kerry y su jefe Obama cuadrar el círculo de la situación cubana. Por un lado, se quiere que avance la relación diplomática, pero por supuesto para La Habana hay lineas que no se permite cruzar, una de ellas la del espacio y presencia pública de los disidentes. 

El argumento de Kerry es que una política que no funcionó por tanto tiempo -’54 años de cero progreso’, según dijo el Secretario de Estado en la entrevista- había que cambiarla. Aun a riesgo de que algunos piensen que Estados Unidos no le da la suficiente importancia a los disidentes.

Sólo el tiempo dirá si Kerry estaba en lo correcto. De si la presencia en la isla de sus diplomáticos ayuda no sólo a que Estados Unidos trate de manera más directa con Cuba los asuntos bilaterales -comercio, lucha contra el narcotráfico, medio ambiente, telecomunicaciones, etc.- sino también a que poco a poco Cuba se vaya abriendo más y permita la acción política de quienes hasta ahora ha considerado como disidentes o “traidores”.

Entre otros temas que se abordaron en la entrevista con Telemundo, Kerry habló por ejemplo del acuerdo nuclear con Irán, asunto de extrema importancia para el gobierno de Obama y el cual ahora es sujeto de una intensa batalla en el Congreso donde debe de ser aprobado. El presentador Díaz-Balart trajo a cuento el hecho de que el influyente senador demócrata Chuck Schumer dijo hace unos días que votara en contra del tratado.

“Tengo mucho respeto” por Schumer, explicó Kerry, “pero estoy en desacuerdo con él”. Kerry recordó que es no sólo Estados Unidos el que ha negociado con Irán, sino también “cinco otros grandes países” (Rusia, Alemania, Francia, el Reino Unido y China). 

El argumento de Kerry es que no es posible conseguir lo que Schumer y otros críticos llaman “un mejor acuerdo con Irán”, que Irán no regresará a la mesa de negociaciones. 

Que además, de no aprobarse el tratado “Estados Unidos mostrará que no puede ser confiable” y perderá su credibilidad en el mundo.

Un tanto similar a Cuba, en lo de Irán el gobierno de Obama ha tenido que balancear lo que para algunos debería de ser un ideal -en Cuba plenas libertades civiles, derechos políticos, etc., en Irán el desmantelamiento de su proyecto nuclear- con lo que es la realidad de lo posible. 

En el caso de Irán sólo restringir al gobierno iraní en el desarrollo de su industria nuclear por doce o quince años. Para Kerry, lo mejor que pudo haberse conseguido, siendo la alternativa “el espectro de una potencial guerra”.

Kerry fue preguntado también sobre lo dicho por Donald Trump sobre México y los inmigrantes. El Secretario de Estado no quizo opinar sobre el tema debido a que es un asunto “electoral”. Lo que sí dijo es que existe una “muy fuerte relación” con México y que tanto él como los mexicanos están de acuerdo en que “se necesita una reforma migratoria”.

Tanto en el tema de Cuba como en el de Irán, Kerry está poniendo en juego parte del legado histórico del gobierno de Obama. Si en ambos casos las cosas salen como Kerry y el presidente las han planeado de seguro que se dirán cosas muy buenas sobre ellos. Que fueron dos grandes triunfos diplomáticos. Si las cosas salen mal los dos pasarán a la historia como ingenuos que fortalecieron a dos gobiernos que muchos siguen considerando o bien una dictadura el uno o bien un acérrimo enemigo de Estados Unidos el otro.