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General salvadoreño deportado por torturas y ejecuciones extra judiciales

El militar fue en su momento aliado de USA en la lucha contra la subversión izquierdista

El General Eugenio Vides Casanova, poderoso ministro de Defensa de El Salvador durante los años de la guerra civil del país centroamericano, llegó el miércoles a su tierra natal deportado de Estados Unidos en un avión con otros 120 salvadoreños también deportados. 

Vides Casanova vestía ropas ordinarias, camisa a cuadros manga corta y pantalón oscuro. Sin saco o chaqueta que recordara algo al menos de su pasado de hombre del poder quien tuvo en sus manos el destino de miles de salvadoreños. En el aeropuerto le fue entregado el paquete de comida que se da a todos los que llegan deportados de Estados Unidos, según informes de los oficiales de inmigración.

Vaya manera de regresar al país de origen después de casi tres décadas de estar fuera. No sólo deportado de la nación que en algún momento hasta lo condecoró por su labor en la lucha contra los rebeldes izquierdistas que combatían al gobierno, sino aun más grave, deportado por haber asistido y participado en la tortura y ejecución extra judicial de civiles.

A Vides Casanova se le acusa entre otras cosas, de responsabilidad en el encubrimiento de los responsables de la violación y muerte de cuatro monjas estadounidenses que fueron asesinadas en El Salvador en diciembre de 1980. 

El general era en ese momento jefe de la temida Guardia Nacional -cuerpo de seguridad disuelto al final de la guerra como producto de los Acuerdos de Paz-.y aun cuando no participó directamente en los hechos se le encontró culpable bajo la llamada “responsabilidad de comando” (no hacer nada para evitar que sus subalternos cometan un crimen, luego esconderlos y entorpecer la investigación del delito).

La decisión de la deportación de Vides Casanova fue tomada en su momento por la Corte de Apelaciones de Inmigración, la que basándose en una ley de 2004 aplicó por primera vez lo de la “responsabilidad de comando”.

“El Congreso tenía la intención clara de que los comandantes deben ser responsables si sus subordinados cometen torturas y ejecuciones extrajudiciales”, señaló el panel de tres jueces que decretó hace unas semanas la deportación de Vides Casanova.

Vides Casanova vivió en la Florida desde 1989 y fue condenado en una corte civil estadounidense en 2002 por las torturas a tres ciudadanos salvadoreños, caso por el cual fue mandado a pagar a las víctimas junto con el también general José Guillermo García -otro ex ministro de defensa- 54 millones de dólares. 

La presencia de Vides Casanova en El Salvador es posible que genere una discusión pública sobre la amnistía que se dio al final de la guerra civil y que benefició a militares y ex comandantes guerrilleros supuestamente responsables de crímenes de guerra. 

Gracias a esta amnistía, Vides Casanova, de 77 años, es un hombre libre y puede ir donde se le antoje en El Salvador. 

Vides Casanova en las calles y/o en la arena pública del país centroamericano será un brutal recordatorio de una de las cuentas pendientes de la sociedad salvadoreña: juzgar a los responsables de tantas masacres y brutales violaciones a los derechos humanos que se cometieron durante los años de la guerra (el conflicto dejó más de 70 mil muertos y más de 10 mil desaparecidos).

Y que cosas del destino. Sucede que Vides Casanova, aun con toda la responsabilidad que tuvo en lo de las monjas y lo de los otros torturados -ambos casos probados en corte- no necesariamente fue el “más malo de los malos” dentro de los uniformados salvadoreños. 

Su llegada en 1984 al Ministerio de Defensa bajo el gobierno de Napoleón Duarte fue ciertamente un alivio o mejoría con lo que había sido la represión oficial en los años previos. Vides Casanova de alguna manera fue clave en la humanización del conflicto bélico. Siguió habiendo guerra por supuesto, pero al menos con ciertas reglas mínimas que respetaban la humanidad del adversario y de la población civil.

Otra ironía, o de nuevo, cosas del destino si se quiere, es que Estados Unidos, el país que hoy lo deporta consideró en su momento a Vides Casanova como uno de los suyos. Como un campeón -con condecoración y todo- de la lucha contra los subversivos, comunistas y demás sambenitos que se daban a los que en esa época combatían al gobierno salvadoreño apoyado por Washington con armas, entrenamiento y fondos millonarios.

No por casualidad, Vides Casanova mismo en su defensa en el juicio de deportación alegó que era “manifiestamente injusto” que Estados Unidos lo deportara ya que durante su tiempo como jefe militar se le hizo creer que lo que hacía era “consistente con la política oficial” de Washington. 

Hoy las cosas han cambiado. No sólo en El Salvador donde a casi a nadie le interesa hablar de la para muchos lejana guerra civil -suficientes problemas tienen con las pandillas-, sino también en Estados Unidos donde por la ley de 2004 se persigue a muchos antiguos aliados. 

“Estados Unidos no es un paraíso seguro para violadores de derechos humanos”, dijo Sarah Saldaña, directora del ICE, la agencia encargada de aplicar las leyes de inmigración, luego de la decisión de la Corte de deportar a Vides Casanova. “El paso del tiempo no nos impedirá llevar estos casos a juicio”.

A diferencia de sus compatriotas de a pie que viajaron con él en el vuelo de deportados  pagado por el gobierno de Estados Unidos, Vides Casanova se marchó en un vehículo que lo esperaba fuera del aeropuerto, según el reporte de la agencia de noticias AP. Había gente ahí sin embargo, que no se olvida de lo hecho por el otrora poderoso uniformado. 

“Fui capturado, herido, torturado y mantenido en las prisiones de la guardia bajo este general”, señaló Juan Romagoza, uno de los que demandó a Vides Casanova en el juicio civil en Estados Unidos. “Estoy aquí para demandar justicia, para buscar la verdad y para que se le juzgue. Sólo entonces podremos perdonar”.