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China: Bailes de ancianas tropiezan con vecinos y normas

China: Bailes de ancianas tropiezan con vecinos y normas

BEIJING (AP) — Zhang Jinsu, de 60 años, gira y se mueve con otras dos docenas de "abuelas bailarinas" cada noche en una plaza del centro de Beijing, en ocasiones deslizándose como una mariposa sobre el pavimento, y en otras marchando con un rifle de plástico.

Pero cuando el nuevo gobierno chino imponga nuevas normas sobre esos encuentros de ancianas, tan populares como ruidosos, Zhang podría tener que aprenderse un nuevo baile.

Zhang forma parte de una tendencia con la que los mayores quieren cuidar su salud y que ha llenado plazas y patios en toda China, para admiración de los expertos médicos y malestar de los vecinos por el nivel de ruido.

Esta semana, las autoridades chinas intervinieron al anunciar que pronto regularán dónde pueden bailar los ancianos y a qué volumen pueden poner su música. Además, presentaron 12 pasos de baile aprobados oficialmente para canciones populares como "Manzanita" y "China es hermosa", aunque un funcionario señaló que los pasos eran sólo una sugerencia, no obligatorios.

Para algunos, es un paso demasiado lejos para un gobierno más restrictivo, que ha endurecido el control sobre cualquier cosa desde las lecciones universitarias a los gastos opulentos de los altos cargos del gobierno.

La gran popularidad de estos bailes en plazas, que se han visto incluso en Moscú y Nueva York, deriva de un paisaje urbano sin suficientes parques y espacios públicos, que fuerza a la gente a reunirse ante centros comerciales o en parques infantiles, señaló Caroline Chen, experta en planificación medioambiental en la Universidad de California en San Diego, que escribió una disertación sobre el fenómeno.

Esos mismos factores ayudan a explicar el descontento que en ocasiones provocan entre los vecinos, como un hombre de Beijing que fue a prisión tras disparar al aire con un rifle y azuzar tres perros sobre varios bailarines en 2013.

En la ciudad costera de Wenzhou, los vecinos reunieron el año pasado más de 40.000 dólares para comprar un altavoz de categoría militar para hacer frente a las mujeres que bailaban al ritmo de equipos de música portátiles, en una contraofensiva sobre el nivel de ruido.