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Escuela privada húngara sobrevive gracias a los hispanos

Los feligreses se enseñan unos a otros como cocinar goulashes y kieflies por un lado y burritos y tacos por el otro

SOUTH BEND, Indiana, EE.UU. (AP) — El caleidoscopio de etiquetas de latas que se apilan frente al altar de Nuestra Señora de Hungría refleja el colorido de los santos e íconos que adornan las paredes.

En la víspera de la Navidad, las escenas más relevantes que pueden ver los estudiantes tal vez sean las que ilustran las parábolas del buen samaritano y el buen pastor.

Porque, como les dice a los niños el reverendo Kevin Bauman durante la misa matinal, ellos y sus familias, que contribuyeron a una exitosa campaña de donaciones de alimentos, son básicamente "pobres que alimentan a pobres".

La campaña a favor de Saint Vincent de Paul puede ser un signo de que las cosas están cambiando para bien en la Escuela Nuestra Señora de Hungría, que en el 2009 se vio obligada a lavar autos y a rebuscárselas con ventas de cualquier cosa para seguir funcionando.

Bauman y Kevin Goralczyk, director de la escuela desde agosto, atribuyen el cambio de fortuna a dos factores: un programa estatal de subsidios que costea buena parte de la matrícula de alumnos de familias de bajos recursos que optan por una escuela privada y la decisión de la congregación de incorporar a la creciente población hispana.

Goralczyk, de 45 años, tiene grandes planes para una escuela que un exsuperintendente de la diócesis alguna vez describió como "el milagro de la calle West Calvert" por la forma en que sobrevivió en un barrio donde los húngaros solían ir a la iglesia de camino al trabajo en Studebaker.

En su apogeo, en 1953, la escuela llegó a tener 702 alumnos, según el South Bend Tribune (http://bit.ly/14pZh1T ). Pero la cifra de alumnos cayó a 70 y en el 2009 el obispo dijo que figuraba en una lista de escuelas a ser cerradas si no conseguían dinero para hacer frente a sus deudas.

El programa de subsidios del gobernador de entonces Mitch Daniels, sin embargo, revivió la escuelita y el propio Daniels la visitó en el 2011 para ver personalmente el centro de estudioso que había atraído más estudiantes en el marco de ese programa en la ciudad.

Ahora la escuela tiene unos 185 alumnos que van desde jardín de infantes hasta el octavo grado, además de 14 niños de edad preescolar. Su director dice que el 90% son hispanos, el 5% negros y el 5% restante blancos. Aproximadamente el 95% participan en el programa de subsidios.

"Nuestra señora de Hungría siempre ha sido un lugar al que vienen inmigrantes", expresó Goralczyk. "Solo que ahora vemos otro tipo de inmigrante, el inmigrante hispano".

Bauman dice que se le encomendó la misión de revivir la congregación atrayendo miembros de las comunidades polaca, alemana y húngara, que son cada vez más pequeñas, y abriéndoles las puertas a los hispanos.

"La parroquia fue fundada para servir a los inmigrantes pobres y lo sigue haciendo", declaró Bauman, quien es bilingüe. "Los idiomas han cambiado y algunas de las costumbres también. Pero el espíritu es el mismo".

Los progresos académicos son un desafío cuando el inglés es la segunda lengua para el 90% de los estudiantes. Las reuniones con los padres se hacen más largas, por ejemplo, porque se necesitan intérpretes.

Goralczyk dice que la calificación que le da el estado subió de un D a un C- (en la escala de la A a la F) y que confía en que pronto Nuestra Señora tendrá un A-. Sostiene que cuenta con un grupo de maestros dedicados que harán que la escuela reciba una calificación de A.

Mientras hablamos en su pequeña oficina junto al gimnasio, comienza a escucharse un fuerte ruido. Goralczyk está acostumbrado --es el ruido de las cañerías de la calefacción-- y, sin inmutarse, resalta que el dinero es usado para asuntos académicos y no para tener un edificio bonito.

Una rifa reciente recaudó suficiente dinero como para que cada estudiante tenga una silla y un escritorio nuevos.

"Lo que queríamos", dice el director, "era que los chicos y sus padres se hiciesen cargo de la escuela, darle a los maestros la posibilidad de manejar sus clases".

La campaña para conseguir alimentos reforzó la tesis de que incluso los estudiantes más humildes pueden contribuir a la comunidad. "Los chicos deben aprender que pueden hacer aportes a la sociedad y que son afortunados de poder ir a una escuela católica", señala Goralczyk.

"Tenemos un gran personal", agrega en alusión a los maestros, sin ocultar su temor de que sean tentados por otras escuelas públicas con mejor paga y mejores beneficios. "Trabajan muy duro y tienen unos corazones enormes".

Ahora que cuentan con más personal que habla español, las comunicaciones están mejorando y los padres se sienten más cómodos, de acuerdo con Goralczyk.

Bauman, quien tiene 54 años, dice que en la iglesia ahora se habla más español que inglés.

"El elemento común es la comida, debo admitirlo", comenta el religioso entre risas al hablar de los esfuerzos por compaginar las viejas tradiciones con las nuevas. Los feligreses se enseñan unos a otros como cocinar goulashes y kieflies por un lado y burritos y tacos por el otro.

Mary Schaar, de 79 años y quien tiene dos nietos en la escuela, es una inmigrante croata que llegó a Estados Unidos en 1952 y lleva cuatro décadas como feligresa de Nuestra Señora. Mientras espera el inicio de la misa matinal en la víspera de la Navidad, esta exresidente de un campo de concentración nazi comenta los cambios que ha habido en la congregación.

"Estuvimos a punto de cerrar hace apenas tres años", relata. "Hoy tenemos una nueva vida", agrega la anciana, que según Bauman es "famosa por su comida" croata y sin embargo está aprendiendo a hacer platos mexicanos en Nuestra Señora.