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El acento correcto

En la vida hay que saber dónde y cuándo poner el acento. Hace unos días una presentadora radial me atacó por pronunciar el español correctamente en mi programa de televisión en inglés en MSNBC. A la dama le pareció un insulto que yo entrevistara en español a una madre inmigrante mexicana indocumentada que batalla por no ser deportada.

Por José Díaz-Balart

En la vida hay que saber dónde y cuándo poner el acento. Hace unos días una presentadora radial me atacó por pronunciar el español correctamente en mi programa de televisión en inglés en MSNBC. A la dama le pareció un insulto que yo entrevistara en español a una madre inmigrante mexicana indocumentada que batalla por no ser deportada.

Con treinta años en la televisión, estoy acostumbrado a la crítica, y lo que la presentadora de radio dijo no me afectó en lo personal. Lo inesperado fue la respuesta que generó el ataque: la manera en  que decenas de miles de personas manifestaron su indignación porque alguien, en pleno siglo XXI, se haya burlado públicamente de una persona por hablar dos idiomas correctamente, y por darle voz a inmigrantes.

Y allí es donde quiero poner el acento: no en los fantasmas del pasado, que sólo nos pueden asustar si los dejamos, sino en el presente, en las millones de personas que vivimos en los Estados Unidos y que sabemos que pertenecer a dos culturas es un verdadero privilegio.

En mi carrera periodística siempre me he esforzado por dejar que los protagonistas de las noticias cuenten sus propias historias. Creo que mi labor consiste en servir de medio para que las voces de las noticias se manifiesten sin intermediarios. En mis entrevistas y reportajes en Telemundo y en MSNBC le doy prioridad a quiénes se ven afectados directamente por los eventos noticiosos. El rostro de la reforma migratoria, por ejemplo, no puede ser únicamente el de un político que hable perfectamente el inglés, o el de un "experto" en temas migratorios. El rostro de la reforma migratoria también tiene que ser el de María Cruz Ramírez, esa madre que está a punto de ser separada de sus tres hijos, precisamente como consecuencia del desastre que es el sistema de inmigración del país. Que su voz sea escuchada no debería escandalizar a nadie.

Y así me gustaría que se cuente esta historia. Desde el punto de vista de mensajes de indignación, de los comentarios de apoyo a nuestra comunidad publicados en las redes sociales bajo el hashtag #ImBilingual. Desde las  voces de los que no vamos a permitir que nos digan cómo hablar, ni qué decir, ni quién debe o no ser escuchado, ni qué pensar, ni muchos menos en qué idioma soñar. Allí, en el presente y en el futuro del país, es donde hay que poner el acento.  Duélale a quien le duela.