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Opinión: Con Kerry, América Latina se beneficiará

Opinión: Con Kerry, América Latina se beneficiará

Columna de Opinión

Por Carlos Rajo


John F. Kerry, el senador por Massachusetts a quien el Presidente Obama ha nominado al puesto de Secretario de Estado, tuvo su primer roce con la política de Latinoamérica cuando en los años 80s denunció y se opuso a la ayuda secreta que el gobierno de Ronald Reagan daba a los llamados Contras en Nicaragua.

Kerry, quien perdió la elección presidencial de 2004 ante George W. Bush, se ha pronunciado o ha estado cerca de varios otros asuntos que tienen que ver con la política de Estados Unidos en Latinoamérica, bien sea sobre Cuba, Panamá, o los Tratados de Libre Comercio como el que se firmó hace unos años con los países centroamericanos. Igualmente, sobre la utilización de los recursos naturales en la región.

Es por esta cercanía, o al menos conocimiento o interés por la región, que se habla de que la eventual llegada de Kerry al Departamento de Estado -su nominación tiene que ser aprobada por sus colegas en el Senado- significará un cambio en la relación de la administración Obama con Latinoamérica.

Nadie, por supuesto, se llama a engaños. La política exterior de Estados Unidos en la segunda Administración Obama seguirá centrada en temas como el Medio Oriente y China. Asuntos como la guerra en Afganistán, la potencial amenaza nuclear de Irán, la inestabilidad en Pakistán, Al-Qaeda y Siria serán entre otros los principales temas en la agenda del próximo secretario de estado. Pero lo que tampoco puede ocultarse es que Kerry, por esa vinculación con Latinoamérica, será el primer secretario de estado en décadas que llega al cargo con un conocimiento e interés en la región inusual en un político estadounidense de ese nivel.

Kerry es visto en Latinoamérica como un senador liberal, es decir alguien en el ala de centro izquierda del partido demócrata y por supuesto en el lado contrario de los conservadores. Sin embargo, sus posiciones respecto a Latinoamérica han sido complejas, dependiendo de cada caso. Así como criticó a Reagan por lo de los contras, también ha criticado a Hugo Chávez de Venezuela y ha tomado posiciones respecto de Cuba que molestan a los que no quieren que se levanten las restricciones de viaje a la isla.

En esto de Cuba, Kerry sin duda -al menos si nos atenemos a lo que ha dicho en el pasado- traerá a la mesa de la discusión pública temas que la Administración Obama en su primer periodo prefirió ignorar o no profundizar ante la oposición de congresistas y senadores que no quieren que se modifique la política de línea dura hacia Cuba. Kerry, por ejemplo, está en favor de que se termine con la prohibición que existe para que cualquier estadounidense pueda viajar a Cuba (hasta hoy sólo lo pueden hacer los cubano-americanos y hay excepciones para que puedan viajar periodistas, investigadores, etc.).

Además, como presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, Kerry mostró en algún momento sus dudas sobre la efectividad de los programas de propaganda que Estados Unidos patrocina anualmente y que supuestamente son vistos y escuchados en Cuba (Radio y TV Martí). No hay evidencia, señaló Kerry en abril de 2011 cuando se discutía sobre si aprobar la partida anual de $20 millones de dólares, “que los programas de ‘promoción de la democracia’, que le han costado hasta ahora a los contribuyentes más de $150 millones de dólares, estén ayudado al pueblo cubano”.

Por cierto, con la llegada de Kerry al Departamento de Estado no todo será aparentemente malo para estos que se oponen a cualquier apertura hacia Cuba. Sucede que al salir del Senado, Kerry dejará ese cargo -de gran influencia y renombre- como presidente del Comité de Relaciones Exteriores y en su lugar llegará el senador Bob Menéndez. Baste decir que Menéndez, cubano-americano, aunque liberal en la mayoría de temas, está en la misma esquina de estos duros que no quieren que se hagan concesiones o cambios significativos en la política de Estados Unidos hacia Cuba.

Volviendo a Kerry, otro país de la región con el cual el senador se ha involucrado en los últimos años es Honduras. Cuando en el 2009 se da el derrocamiento del Presidente Manuel Zelaya, -todavía sigue la discusión si fue o no ‘golpe de estado’- Kerry se distanció de la Administración Obama al mostrar sus dudas sobre el dictamen del Departamento de Estado de que la salida de Zelaya había sido algo legal. Meses después, Kerry jugó un rol importante para el eventual regreso de Zelaya a Honduras. Debido a que Zelaya ha tenido el apoyo entre otros de líderes como Chávez, Kerry ha sido atacado por mostrar bien apoyo a causas de izquierda o por su ingenuidad en los asuntos latinoamericanos.

Respecto a México -para algunos la relación más importante de Estados Unidos en Latinoamérica-, Kerry también ha tenido cosas que decir.

Hace unos meses cuando recién había pasado la elección que llevó al poder a Enrique Peña Nieto, Kerry propuso que Estados Unidos destinara $250 millones de dólares anuales como ayuda a México para fortalecer el sistema judicial y la preparación de la policía. Sin decirlo abiertamente, esta propuesta cazaba con la nueva política de seguridad de Peña Nieto de cambiar el enfoque del combate directo al narcotráfico por una estrategia más compleja donde entre otras cosas se dé importancia al fin de la impunidad -la aplicación de la ley- y al trabajo policíaco.

No será fácil para Estados Unidos o para su secretario de estado cambiar el énfasis en lo del combate al narcotráfico en México. Al final de cuentas, la política exterior respecto de México, aun cuando ejecutada por el secretario de estado, debido a que entra en el terreno de la seguridad nacional, la amenaza terrorista, la seguridad en la frontera y demás, es elaborada por diferentes agencias gubernamentales (el Departamento de Seguridad Interna, el Consejo Nacional de Seguridad, el Departamento de Defensa, etc.). Con todo, el tener a alguien como Kerry, quien aparentemente piensa que no sólo de perseguir y matar narcos se trata, hará que sea más fácil empatar con la idea de Peña Nieto de cambiar el énfasis en el combate al narco.

Kerry también se ha visto involucrado con Latinoamérica en cosas como los tratados de libre comercio. En su momento apoyó con ciertas reservas la firma del Tratado de Libre Comercio con México (NAFTA) y luego fue un severo crítico del Tratado de Libre Comercio con Centro América (CAFTA). En ambos casos, mostrando su preocupación tanto por los derechos de los trabajadores en los países que firmaban el pacto con Estados Unidos como por el respeto al medio ambiente. En este tema último, Kerry incluso ha escrito un artículo en el que habla de que Estados Unidos debe cambiar sus usos de la energía y de esa manera hacer que Latinoamérica proteja sus recursos naturales como bosques y selvas.

La lista podría seguir. Kerry, en su larga carrera en el senado, sin duda que se ha relacionado u opinado sobre Latinoamérica en múltiples ocasiones. Más allá de sus posturas concretas en este u otro tema, o en uno u otro país, el punto es que será un secretario de estado para el cual Latinoamérica no será algo extraño.

Como él mismo lo señala en ese artículo que escribió sobre el medio ambiente o el cambio climático, desde el gobierno de John F. Kennedy al inicio de la década de los 60s, Estados Unidos siempre ha dicho y prometido que implementará “la política común” que tiene con Latinoamérica. Uno esperaría que más allá de las urgencias geo-estratégicas de la gran potencia militar y económica que es Estados Unidos -léase el Medio Oriente, China, etc.- con la llegada de Kerry al Departamento de Estado existe hoy la oportunidad de llevar a la práctica tal política. Al menos, la cabeza de la diplomacia estadounidense será alguien cercano y conocedor de Latinoamérica.