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Me puse tacones altos a toda hora durante una semana entera, y esto fue lo que pasó

Los tacones son súper bonitos, pero ¿qué pasaría si los usas a toda hora? Yo lo hice durante una semana, y te cuento mi experiencia.

Debo confesarles algo: aunque me encanta comprar zapatos de tacón alto, raramente los uso. Así es que una gran parte de mi sueldo queda atascada en mi closet, día tras día, mientras me paseo en mis cómodas flats.

¿Por qué no me los pongo? Por las siguientes razones:

Soy bastante alta. Mi esposo lo es apenas un poquitín más que yo, y cuando me pongo tacones, ¡puedo ver por encima de su cabeza!

Camino cada día hasta la oficina, por lo que priorizo las suelas planas.

Es así que, en un intento por remediar mi falta de compromiso con mis adorados tacones, los llevé cada día durante una semana entera. Es más: ¡no usé zapatos planos en ningún momento durante siete días! Entérate qué pasó.

Día 1: la odisea de los stilettos

¿Qué tienen estos zapatos que nos hacen sentir súper sexis? Combinados con boyfriend jeans remangados al tobillo y una camisa de seda azul, me creí Kendall Jenner toda la mañana… ¡hasta que me los quité por debajo del escritorio!

A la hora de volvérmelos a poner, mis pies se quejaron a cada paso. Es más: hasta me animé a caminar descalza hasta la máquina de café. Pero al menos lucí impecable durante el happy hour al que asistí después del trabajo. A veces, para verse bonitas hay que sufrir, ¿no?

Día 2: las sandalias cómodas

Escogí unas sandalias cerradas con un tacón algo más ancho, y los combiné con un vestidito estampado. La verdad es que, después de los zapatos del día anterior, me parecieron súper confortables, y caminé feliz hacia la oficina.

Es más: por la noche, me animé a pasar por el supermercado, a donde suelo ir con tenis. ¡Mucho más glamour!

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Día 3: plataformas XXL

Cuando me desperté y apoyé mis pies descalzos en el suelo, pegué un grito de dolor: mis pantorrillas estaban sumamente doloridas. Por eso, en lugar de unos lindos zapatos de tacones finos me calzé estas plataformas para un evento al aire libre. ¡Son las que usé en mi boda el año pasado!

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Quizás no sean las más adecuadas para este atuendo, pero me resultaron prácticas para que no se queden estancadas en el césped. Además, no me las había puesto desde aquella vez, y me gustó amortizar el gasto usándolas, al menos, una vez más.

Día 4: amor profundo

Pasando frente a una vidriera, me enamoré de unos sencillos tacones negros, que irían con todo. Y, con la excusa de este desafío, los compré y me los puse de inmediato.

Un par de horas después, recordé el consejo de mi madre de que siempre hay que “amoldar” los zapatos en casa antes de usarlos para caminar durante mucho tiempo. Oh mamá, a mis deditos les habría encantado que te hubiera hecho caso.

Por la tarde, volví a casa en taxi… ¡No quería dar ni un paso más de los estrictamente necesarios!

Día 5: Un look casual

Este fue el día en que ordené mi armario, salí a almorzar con amigos y hasta caminé con mi perrita, todo con tacones. Igualmente, repetí las prácticas sandalias del segundo día. Se volvieron mis aliadas para cuando quiero estar cómoda, ya que tienen tacón, pero son más confortables que cualquier par de ballerinas

Así las combiné esta vez: con un sencillo short de jean y una camiseta. 

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Día 6: a pilates en tacones

Cuando yo me decido a hacer algo, ¡lo hago completo! Eso quiere decir que, bien ridícula, caminé hasta mi clase de pilates con ropa de gym y unos tacones blancos y negros.

Aunque me los quité para hacer la actividad, al menos cumplí la consigna de lucirlos siempre que me sea posible. ¡Al menos elegí unos de los mismos colores que mi atuendo!

Foto: Cortesía Voices Inc. 

Día 7: el máximo desafío

Así como son de bonitas, estas plataformas altísimas son IM-PO-SI-BLES a la hora de caminar. Es así que, tras comprarlas en año pasado, habían pisado la acera una sola vez.

Pues bien, para terminar el experimento con la frente bien alta (aunque con los metatarsos doloridos), me decidí a llevarlas durante todo el día. Y, ¿saben qué? No me parecieron tan molestas como de costumbre.

¿Será porque mis pobres piecitos ya se acostumbraron a las alturas?

Foto: Cortesía Voices Inc. 

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El veredicto

Tras haber caminado millas (sí, millas), en distintos pares de tacones, puedo decirles lo siguiente:

Mejoraron mi postura. Estos zapatos me obligaron a estar más derecha. Al caminar, hacían que mis caderas se contonearan un poquito más, y cada paso era más lento y deliberado.

Usarlos requiere práctica. Al pasar los días, sentí cómo cada vez me resultaba más fácil caminar en alturas. ¡Hasta me animé a usar las plataformas prohibidas!

Me sentí más guapa. Para acompañar mis tacones, me encontré eligiendo outfits bonitos y cuidando mi makeup. Un día, ¡hasta pinté mis labios de rojo! Y, la verdad, recibí bastantes más cumplidos que los que estoy acostumbrada. Estoy segura que los zapatos altos fueron los responsables.

Sufrí. Porque no todo podía ser positivo en esta experiencia, debo confesarles que durante todos estos días, tuve la sensación de que mis pies estaban enojados. Mis piernas tampoco querían saber nada conmigo. Y, aunque les hice masajitos y me di varios baños de inmersión con agua bien caliente, siguen sin hablarme.

¿En definitiva? Creo que, como todo, los tacones deberían usarse en su justa medida: ni todos los días, porque corremos el riesgo de que nuestros pies nos odien, ni nunca, porque un poco de altura puede hacernos sentir bonitas y seguras. Y, para ocasiones especiales, nada le gana a un par de stilettos, ¿verdad?

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