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Perdió a su bebé y a su madre, ahora cuida a enfermos y no le importa contraer coronavirus

Malin Andersson, asegura que no tiene miedo de contraer coronavirus, pues vive sola y ya no tiene padres ni hijos por quienes preocuparse. Esta es su historia.

La pandemia del coronavirus tiene sin cuidado a Malin Andersson, una mujer que perdió a su bebé y a su madre, y ahora arriesga su vida luego de que regresara a trabajar como cuidadora de personas de la tercera edad.

La joven de 27 años platicó a The Sun que decidió retomar su trabajo de cuidadora tras perder a su mamá y a su bebé, pues la ayuda a mantenerse ocupada y contribuye a cuidar su salud mental.

Malin también aseguró que ante la rápida propagación del virus no tiene miedo de contraerlo, pues vive completamente sola y ya no tiene padres ni hijos por quienes preocuparse.

"Cuando se trata de enfermedades y otras cosas, nunca he tenido miedo de cosas así […] He visto morir a mi madre, he visto morir a mi hija, he pasado por tantos traumas que no le tengo miedo a nada", advirtió.

Andersson explicó que la primera vez que se convirtió en cuidadora fue después de que su madre falleciera en 2017.

"La cuidé en sus últimos días y pensé que cuidar a los demás me ayudaría a respirar mejor. Al final luché demasiado, sin embargo, fue muy crudo para mí. Fue muy pronto", admitió.

Meses después, quedó embarazada y optó por renunciar a su trabajo, pero cuando lo hizo, su mamá comenzó con cuidados paliativos.

"Se trata principalmente de limpiar y hacer cosas para que se sienta cómoda, como rociarse agua en la cara. No podía sacarla de la cama en ese momento", explicó.

Después de eso, tomó una semana de capacitación y volvió a trabajar como cuidadora.

Sin embargo, la salud de su madre se fue deteriorando y finalmente perdería la vida a causa de cáncer.

Pero su calvario no terminaría allí, pues dio a luz siete semanas antes y lamentablemente su bebé, Consy, murió semanas después.

No obstante, estas experiencias no solo le ayudarían a tomar la decisión de ayudar a pacientes de edad avanzada sino también a su propia salud mental.

Y es que trabaja tres o cuatro días a la semana, visitando hasta seis personas mayores al día desde las 5:30 a.m.

"Una vez que los levanto, los baño y los visto, les administro sus medicamentos y les doy de comer. Principalmente me siento a hablar con ellos", relató.

Esto, según sus declaraciones, es muy gratificante para ella, ya que no solo está ayudando a sus pacientes, sino también a ella misma.

"Sí me siento triste, todo lo que tengo que hacer es ponerme en su lugar: están esperando que alguien venga y los saque de la cama. Se trata de la perspectiva y de darme cuenta de lo que es importante y lo que no", aseveró.

Aunque se siente muy afortunada por poder ayudar a los demás, en ocasiones su trabajo es realmente difícil, ya que algunos de sus pacientes están al final de su vida, y "pasar por eso constantemente es difícil".

Por esta razón, no le gusta hablar con ellos sobre el coronavirus, puesto que no quiere preocuparlos por esta emergencia mundial y prefiere hablar con ellos sobre cosas cotidianas.

"No estoy allí para infringirles más miedo. Ellos confían en mí. Mi corazón está con ellos", concluyó.

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