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“Cada vez que tose entro en pánico”: esposa de hombre con COVID-19 aislado en casa

Ambos viven bajo el mismo techo, pero nunca habían estado tan alejados el uno del otro como ahora luego de que Carlos diera positivo al coronavirus. Conoce su historia.

Carlos e Irene viven bajo el mismo techo, pero jamás habían estado tan alejados el uno del otro como lo están ahora luego de que él diera positivo al coronavirus.

Todo comenzó el pasado 24 de marzo, cuando Carlos llamó a las autoridades sanitarias españolas para atender a quienes muestran síntomas de contagio del COVID-19

El hombre le comentó a la doctora que lo atendió que tenía tos, que se sentía cansado, con dolor muscular y, sobre todo, que había perdido completamente el sentido del gusto y del olfato, su diagnóstico fue claro: "tiene usted síntomas propios del coronavirus".

Carlos no ha tenido fiebre ni problemas de insuficiencia respiratoria y cada tres horas se pone el termómetro, tal y como le indicó la doctora. Por fortuna siempre tiene una temperatura normal.

"Cada vez que oigo que tose, cuando siento un carraspeo salir de su habitación, entro en pánico", aseguró Irene a BBC

Desde el momento del preocupante diagnóstico, y siguiendo las recomendaciones de los expertos, Carlos permanece aislado, encerrado en completa soledad.

Por lo tanto, Manuel junto a su madre no pueden tener contacto con él, para evitar que les transmita el virus.

Por fortuna, su casa es grande, así que Carlos no solo dispone de una habitación para él solo, también tiene un sanitario para su uso exclusivo.

"Como si fuera un preso"

Todas las mañanas y a través de la puerta de la habitación, Irene le pregunta cómo se encuentra y le deja a diario sobre una bandeja el desayuno, la comida y la cena, "como si fuera un preso al que se le hace llegar una escudilla de alimento".

"Pobrecillo. Está enfermo y no le podemos cuidar, es como un apestado, le tenemos preso en nuestra propia casa", dijo Manuel, su hijo, de 14 años.

Carlos come en su propio plato, con sus propios cubiertos, bebe en su propio vaso e incluso tiene algunas piezas de vajilla a su uso exclusivo.

Pero después de cada comida, Irene se coloca guantes para retirar su bandeja y lava cuidadosamente todos esos utensilios con lejía y agua caliente, como recomiendan las autoridades de Madrid.

"Lo veo un instante por la mañana cuando, con una mascarilla cubriéndome la boca y la nariz y las manos enfundadas en unos guantes, entro en su habitación para limpiarla. Él, cubierto también con mascarillas y guantes, aprovecha entonces para ir al cuarto de baño y asearse", platicó la mujer.

Mientras Carlos está tomando una ducha, Irene desinfecta cuidadosamente con un paño empapado en lejía las superficies de su habitación: la manija, los interruptores de luz, la mesa en la que tiene su computadora, su teléfono móvil, etcétera.

Después, talla el suelo con agua caliente y un chorro de lejía. Se lleva la bolsa, con cierre hermético, en la que desecha los pañuelos y las servilletas de papel que utiliza. También saca la bolsa en la que echa la ropa sucia.

Luego, por seguridad, la bolsa con su basura la mete dentro de otra bolsa y la tira en el cubo de su edificio, tarea para cual se pone otro par de guantes.

Mientras que su ropa sucia se lava por separado y con agua caliente.

Pero cuando Carlos vuelve a la habitación, "limpio frenéticamente con lejía el lavabo, el inodoro, la mampara de la ducha, la puerta, los interruptores… todo lo que encuentro a mi paso".

Por su lado, Carlos afronta toda esta situación con bastante resignación y buen humor.

"Llevo ya cuatro días encerrado en una habitación. Y tendré que estar 15 días en total tras haberme diagnosticado que tengo 'el bicho'", platicó.

Aunque para Irene significa toda su rutina la mantiene ocupada, para Carlos es todo lo contrario, pues no tiene nada qué hacer.

"Me levanto a la misma hora que si tuviera que ir a trabajar, me ducho, me afeito y me visto como si fuera a salir a la calle. Nada de estar todo el tiempo en pijama. Aunque no estoy trabajando, sí leo los correos del trabajo y estoy en contacto por teléfono o videoconferencia con mis compañeros", aseguró.

Sin embargo, una de sus preocupaciones es recuperar el olfato y el gusto. "No le estoy echando azúcar al café del desayuno, y una de las esperanzas que tengo cada mañana es probarlo y que no me guste", aseveró.

Afortunadamente, Carlos toca el piano y tiene un teclado en su habitación que puede tocar.

"Reconozco que en esta situación es una suerte tener un hobby como este, que te permite desconectar y dejar de dar vueltas al coronavirus", afirmó.

Por fortuna, existe otro momento al día en que Irene y su hijo, ven a Carlos: a las 20:00 horas (19:00 GMT), cuando la mayoría de los españoles se asoman a sus balcones para aplaudir durante un minuto a los equipos sanitarios que luchan contra el virus.

"Mi hijo y yo salimos a aplaudir al balcón del salón, y unos siete metros más allá, ahí está Carlos, aplaudiendo desde el balcón de su habitación. No lleva mascarilla, yo tampoco. Y nos podemos sonreír. Es, sin duda, el mejor momento del día", concluyó Irene.

Este lunes 30 de marzo no te pierdas nuestro especial de Coronavirus “Lo que debes saber” a las 10 pm EST/PST 9c por nuestra cadena Telemundo.

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