Ffion Westwater regresó de una salida escolar sintiéndose muy mal y temblorosa. Sus padres creyeron que se trataba una simple gripe después de haber estado tres días al aire libre con sus compañeros, pero en realidad se trataba de un peligroso virus.
La niña de entonces 11 años, comenzó a vomitar y a quejarse de fuertes dolores de cabeza e inmediatamente fue llevada a urgencias, donde los médicos le diagnosticaron erróneamente gastroeteritis por afecciones estomacales y la enviaron de nuevo a casa.
Sin embargo, la condición de la pequeña empeoró y fue llevada de vuelta a hospital, donde una tomografía computarizada y otras pruebas revelaron que Ffion tenía encefalitis.
La encefalitis es la inflamación del cerebro que usualmente es causada por una infección viral, de acuerdo con Mayo Clinic.
Sus síntomas son similares a los de una influenza leve, como la fiebre o los dolores de cabeza. Pero cuando son más intensos, pueden manifestarse con confusión, convulsiones o problemas sensoriales o motrices.
Esta condición se apoderó tanto de ella que perdió la capacidad de caminar, hablar y comer sola, lo que causó que permaneciera en el hospital durante varios meses después de enfermarse en julio de 2018.
"Era como tener un recién nacido de nuevo, pero no podías cargarla porque era demasiado grande", declaró su madre, Leigh Westwater a Wales Online.
Leigh platicó que su hija no podía tragar y necesitaba de un tubo de alimentación, "no podía mover su lado derecho y no podía hacer ningún contacto visual directo. Era como una muñeca de trapo. Fue horrible".
Por fortuna, la estudiante respondió bien al tratamiento en la unidad de cuidados intensivos pediátricos en el Hospital de Niños Noah’s Ark para Gales, en Reino Unido.
"Nuestra hija estaba allí físicamente, lo que, después de lo que había pasado, fue un gran alivio, pero no había nada más. Ella despertaba y la ponían en su silla y así es como se quedaba todo el día, sin ninguna expresión, simplemente mirando al espacio", platicó su padre, James Westwater.
Lamentablemente, una semana después de su diagnóstico, la familia recibió otra devastadora noticia: su madre tenía Linfoma no Hodking.
"Estaba en piloto automático, ni siquiera podía pensar en mí. Solo tenía que seguir adelante y estar allí para Ffion", dijo Leigh.
Su madre fue sometida a seis meses de quimioterapia mientras cuidaba simultáneamente a su hija.
"A pesar de que Ffion no estaba respondiendo externamente, todavía podía escuchar las cosas que decíamos, así que le oculté mi diagnóstico de cáncer", admitió.
Tras seis largas semanas después de que la niña ingresara al hospital de niños, los expertos les dijeron que su condición nunca mejoraría.
Pero una tarde, Leigh notó que los ojos de Ffion la seguián por toda la habitación, algo que no había podido hacer desde su diagnóstico.
Según las declaraciones de su madre, ella comenzó a reaccionar y tan solo unos días después comenzó a decir palabras.
"Nunca olvidaré caminar hacia la sala ese domingo por la mañana y ver la emoción en las caras de las enfermeras", relató la mujer.
Las enfermeras le platicaron a su madre que Ffion había despertado en medio de la noche para pedir que encendiera la televisión.
No obstante, la pequeña aún tenía una difícil recuperación por delante: comenzó un riguroso programa de rehabilitación de 12 semanas que incluía fisioterapia, y terapia ocupacional, del habla y lenguaje.
Poco a poco, comenzó a recuperar su habla y movimiento y con ello, parte de su independencia. Después de cuatro meses internada, finalmente pudo irse a casa.
Ahora, a sus 12 años, todavía enfrenta grandes desafíos a diario, pero sus padres están muy agradecidos de tenerla de vuelta.
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