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“Tardé 5 años en volver a caminar después de un bypass gástrico”

Dos años después de someterse a un bypass gástrico, Raquel Guimarães, de 25 años, llegó a pesar menos de 88 libras y perdió el movimiento de sus piernas.

Raquel Guimarães llegó a pesar menos de 88 libras y perdió el movimiento de sus piernas tras haberse sometido a una cirugía bariátrica.

Cuando Raquel pesaba 264 libras recurrió a un bypass gástrico, el tipo más común de cirugía bariátrica, que consiste en reducir el estómago y conectarlo directamente al intestino delgado.

Para ella, quien durante años luchó contra el sobrepeso, la decisión de realizarse dicha operación fue algo natural.

"Pagaba entrenador, iba al gimnasio, fue al endocrinólogo. Cuando comenzó a perder peso, tuvo un problema en el tobillo y tuvo que inmovilizarse. Sin ir al gimnasio, volvió a subir de peso", platicó a BBC, Valdirene Guimarães, su madre.

"Se esforzaba mucho y el resultado no llegaba. ¿Por qué no hacerlo entonces?", agregó.

Valdirene apoyó a su hija, que entonces estudiaba fisioterapia y recaudaron los US$5,000 necesarios para la intervención.

La operación se realizó sin complicaciones, pero todo cambió tan solo dos meses después.

"No podía comer nada, tenía vómitos y diarrea. Empecé a sentir hormigueos, calambres, entumecimiento en las piernas. Olvidaba las cosas, decía cosas confusas, pero los médicos dijeron que me faltaba potasio y que no se trataba de la cirugía", explicó Raquel.

En diciembre de 2014, mientras estaba de pie en su casa, perdió la fuerza en sus piernas y se derrumbó.

La llevaron al hospital y, según las declaraciones de su familia y un médico que la acompañó, a Raquel le faltaba vitamina B1 y B12.

Su deficiencia de vitaminas se había convertido en un caso de encefalopatía de Wernicke, comúnmente causada por una dieta pobre o un consumo excesivo de alcohol, y que produce síntomas como confusión, pérdida de coordinación muscular y cambios en la visión.

También sufría de polineuropatía, un trastorno o daño de los nervios periféricos en todo el cuerpo que puede ser originado por la ausencia de vitaminas.

Raquel fue internada en cuidados intensivos para recuperar los nutrientes, pero recibió un diagnóstico que le cambiaría la vida: ya no podía caminar.

Después de un mes de estar hospitalizada, aún sin poder caminar, fue dada de alta.

Sin embargo, nada parecía mejorar: no podía alimentarse sola, vomitaba todo lo que comía y llegó a pesar menos de 88 libras en el momento más crítico. "Parecía una calavera en la cama", comentó su mamá.

Su condición empeoró por anemia severa y desnutrición. En diciembre de 2015, fue hospitalizada nuevamente para recibir transfusiones de sangre y alimentarse por sonda.

Fue sometida a innumerables pruebas para descubrir por qué no podía alimentarse tras la cirugía, pero los médicos le dijeron que ya no había nada que hacer.

"Cuando vi a una niña tan joven con un cuadro así, algo no encajaba. Esa complicación no era normal. La anatomía de la cirugía era correcta, pero decidí insistir", relató el médico Edward Pinto de Lima Junior.

Contrario a las sugerencias de otros colegas, que dijeron que no había nada más que hacer, el doctor decidió investigar.

"Es muy raro que suceda en la profesión, pero comencé a querer a esta chica. Simplemente no podía perderla", admitió Edward.

Una enterografía mostró que Raquel tenía estenosis exacerbada en el intestino delgado, que es cuando el tracto digestivo se estrecha al momento de la curación interna de la operación.

"La estenosis no es inmediata, va sucediendo. Las pruebas anteriores no habían identificado este problema y, desafortunadamente, no se puede saber si la estenosis no existía en ese momento o si las imágenes no la mostraban", añadió el experto.

Para Raquel, esto fue el comienzo de una nueva fase. Volvió a alimentarse por la boca, a beber agua, aumentó de peso y volvió a sentir sus piernas.

Debido a que durante su estancia hospitalaria no tuvo movimiento ni fisioterapia, sus piernas estaban atrofiadas.

La joven empezó a ir a los consultorios ortopédicos. Hasta que, en septiembre de 2017, se sometió a un procedimiento para colocar un fijador externo en su pierna derecha. Un año después, en la pierna izquierda.

Fue en julio de 2019 cuando Raquel por fin pudo liberarse de los soportes y pararse sola por primera vez, casi cinco años después de su bypass gástrico y de caerse en su casa.

"Fue el momento más feliz de mi vida", finalizó.

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