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Problemas para socializar y otras señales de que tu hijo podría tener autismo

Presta atención a estas señales que podrían revelar que tu hijo tiene autismo, una afección neurológica y de desarrollo que comienza en la niñez.

El autismo o trastorno del espectro autista (TEA) es una afección neurológica y de desarrollo que comienza durante la niñez y perdura toda la vida.

Esta condición afecta cómo una persona se comporta, interactúa con otros, se comunica y aprende.

Así que, si sospechas que tu hijo tiene autismo, presta atención a estas señales de alerta que podrían revelarlo.

1. Problemas para socializar: los menores en edad escolar no presentan interés en la interacción con niños de su edad.

2. Aprende cosas detalladamente y recuerda información por largos periodos.

3. Tiene una gran memoria visual y auditiva.

4. Fija su interés en temas específicos y procuran aprender todo lo que puedan de ello.

5. Repite palabras, sonidos y frases.

6. No acepta los cambios de rutina ni en su hogar, esto sucede cuando el autismo es muy profundo.

7. La exposición a luces fuertes, olores, ruido, texturas de prendas o temperaturas, suelen molestarlo.

8. Su contacto visual es nulo o poco y cuando lo hace es de forma inconsistente.

9. Ignora a los demás y responde de manera evasiva.

10. Suele no responder cuando se le llama o tarda en hacerlo, incluso en ocasiones hay que llamar su atención haciendo contacto físico.

11. Entiende todo lo que se le dice de manera literal.

12. Puede llegar a hablar mucho del tema que le gusta, a tal punto de no darle oportunidad a los demás para expresarse.

13. Habla de manera inusual: las personas con esta condición a veces usan acentos extranjeros, hablan como si estuvieran cantando o pueden llegar a imitar la voz de un robot.

14. Su empatía es casi nula: suele tener problemas para comprender lo que otras personas sienten o para entender el punto de vista de los demás.

Mayo Clinic indica que la mayoría de los pequeños presenta los primeros síntomas durante su primer año de vida.

El TEA no tiene una única causa conocida, pero en algunos niños puede estar asociado con un trastorno genético, como el síndrome de Rett o el síndrome del cromosoma X frágil.

Para otros, los cambios genéticos pueden aumentar la probabilidad de padecerlo. Algunas mutaciones parecer ser hereditarias, mientras que otras suceden de manera espontánea.

Las infecciones virales, los medicamentos, las complicaciones durante el embarazo, la contaminación ambiental, podrían ser otras de sus causas.

Una de las controversias más grandes respecto a este padecimiento es que existe una relación entre él y algunas vacunas. Sin embargo, hasta ahora no existe un estudio que demuestre dicho vínculo.

Aunque el TEA afecta a los niños por igual, existen determinados factores que aumentan el riesgo de sufrirlo, como:

1. El sexo del bebé, los niños tienen cuatro veces más probabilidades de padecerlo que las niñas.

2. Antecedentes familiares.

3. Bebés nacidos antes de las 26 semanas de gestación.

4. Edad de los padres, puede haber una conexión entre los nacidos de padres mayores y el TEA, pero se necesita más investigación para establecer este vínculo.

Si bien no existe cura para la enfermedad, un tratamiento intensivo y a tiempo puede hacer una gran diferencia en la vida de las personas.

Entre las opciones de tratamiento, se encuentran las siguientes:

1. Terapias de comportamiento y comunicación: muchos programas abordan la variedad de dificultades sociales, de lenguaje y de comportamiento asociadas a esta condición.

Algunos se enfocan en reducir las conductas problemáticas mientras que otras se centran en enseñarles a interactuar socialmente o cómo comunicarse mejor.

2. Terapias educativas: para mejorar las destrezas sociales, la comunicación y el comportamiento. Los pequeños en edad preescolar que las reciben, en general muestran un buen avance.

3. Terapias familiares: de modo que los padres y otros parientes puedan aprender a jugar e interactuar con los menores en formas que promuevan las destrezas de interacción social y comunicación de la vida cotidiana.

4. Otras terapias: como la terapia ocupacional para aprender actividades rutinarias, y fisioterapia para mejorar su movimiento y equilibrio.

5. Medicamentos: aunque ningún fármaco puede beneficiar los signos centrales del TEA, algunos pueden ayudar a controlar los síntomas.

Si tu hijo presenta alguna de las señales antes enlistadas, acude inmediatamente con un especialista, recuerda que una pronta detección puede hacer la diferencia en su calidad de vida.

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