Para Virginia Laino, una mujer de Buenos Aires, Argentina, el deseo de convertirse en madre apareció cuando tenía 38 años. Sin embargo, al no tener pareja, decidió iniciar un tratamiento de fertilidad. Por su lado, Braulio Bauab, tenía el mismo sueño que Virginia y estaba buscando una madre para tener un hijo.
Laino era parte de la Cruz Roja Internacional y su trabajo consistía en negociar corredores humanitarios en zonas de conflicto, por lo que su vida profesional consumía gran parte de su tiempo.
"No tuve intenciones de ser madre como hasta los 38 años, y a esa edad volví a Argentina", dijo a Infobae.
"Para mí era 'si quieres tener un hijo, necesitas tener pareja o esperma donado'. La verdad, no sabía que entre un extremo y el otro había otra posibilidad", agregó.
Braulio, en cambio, había investigado de aquella opción llamada coparentalidad, un acuerdo entre dos personas para tener y criar un hijo sin pretender una relación amorosa entre ellos, es decir, ambos se conocen con la única intención de convertirse en padres, según el sitio web Copadres latinos.
Fue entonces cuando una amiga de Virginia le dijo que quería presentarle a Braulio, un amigo que quería ser padre y quería que su bebé tuviera una madre.
"Ahí empezó lo que yo llamo el cortejo parental. Me costó mucho lograr una cita con ella para contarle qué era la coparentalidad", señaló Bauab al medio antes citado.
En aquel momento, Virginia era Directora de Prevención de Emergencias de la Provincia de Buenos Aires y "nunca tenía tiempo para nada".
No obstante, cuando Braulio comenzó a anhelar más ser padre, "yo estaba en pareja con un hombre. Tenía la posibilidad de subrogar un vientre, pero quería tener un hijo y que tuviera una mamá".
Braulio comentó que su decisión fue muy personal, pues en ese momento quería que tuviera una mamá a que fuera un hijo de dos papás.
"No es mejor ni peor que otras formas, es una opción más. Me parece que cuando uno tiene el deseo de ser padre cualquier forma es válida", comentó Braulio.
Su estrategia consistía en encontrar a una mujer que quisiera ser mamá, lograr que lo escuchara para contarle de qué se trataba la coparentalidad y conocerse por un año "porque yo tampoco quería tener un hijo con cualquier persona".
Virginia le pareció "una persona confiable" y tenía el mismo modo de ver el mundo. Además, su deseo de ser madre nunca se había asociado al amor de pareja.
"Cuando él me contó lo de las familias coparentales lo primero que pensé fue 'qué bueno que el hijo o hija que va a nacer tiene también un papá'".
Sin embargo, como no eran pareja y no mantenían relaciones sexuales, primero probaron con inseminaciones caseras.
Después decidieron intentar con un tratamiento de fertilidad de alta complejidad.
Virginia estaba por cumplir 40 años y tenía una reserva ovárica muy baja, por eso recurrieron a la ovodonación, un tratamiento de reproducción asistida con óvulos donados. Al primer intento, quedó embarazada de Vera.
Para que él pudiera participar en el embarazo y los cuidados de su hija cuando naciera, ambos alquilaron un departamento.
"Fue un desafío convivir, porque no éramos pareja ni amigos. A pesar de eso siento que tuvimos mucha intimidad", dijo él.
"Se creó un vínculo muy fuerte. No tenemos sexo, pero sí un vínculo muy especial, va más allá de la amistad, ahora somos familia", añadió.
Para ellos, el rol que cumple cada uno es diferente, por ello creen que será enriquecedor para Vera tener lazos diferentes con cada uno.
Ahora Vera duerme cuatro días por semana en la casa de su madre, tres días en la de su papá, y una noche por semana tienen una cena familiar los tres.
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