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"Estuve a punto de morir cuando di a luz": historia de un doloroso parto prematuro | Today

El parto parto de trillizos esta madre se adelantó 17 semanas, lo que provocó que ella y sus bebés quedaran al borde de la muerte.

Desperté de un sueño. Las paredes grises de la habitación del hospital estaban vacías, un solo sillón reclinable y equipo médico consumían el espacio alrededor. Un tubo de oxígeno estaba empujando aire a través de mi nariz y me dolía la garganta por la intubación. Mis ojos se movían de un lado a otro mientras trataba de dar sentido a dónde estaba. A medida que la niebla se alzaba dentro de mi cabeza, recordaba vagamente partes del día anterior, una serie de eventos que cambiaron mi vida. Casi muero el día que di a luz. Es un recuerdo que la mayoría de la gente querría olvidar, pero está grabado profundamente en mi alma.

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Tener a un bebé es una experiencia verdaderamente especial. Como madre, sientes ese vínculo, una conexión de criar a un pequeño bebé dentro de tu cuerpo. Te imaginas un embarazo perfecto, brillando a medida que pasan las semanas. Imaginas un nacimiento perfecto, donde posas para fotos, acunando tu nuevo paquete de alegría. Pero eso no siempre es realidad. Algunas personas tienen una hermosa experiencia, pero no todos tienen tanta suerte.

Había llamado al hospital mi "hogar" durante muchas semanas, ya que pasaba mis días en reposo en cama, embarazada de trillizos. Pero a las 22 semanas de gestación, entré en labor de parto. El miedo a lo desconocido rápidamente se apoderó de mí cuando vi a un equipo de médicos y enfermeras entrando y saliendo de mi habitación. Una mirada tranquila pero preocupada se extendió por el rostro de mi esposo, pero en el fondo sabía que él pensaba lo mismo que yo: "esto no puede estar sucediendo".

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Gran parte de las horas que siguieron fueron borrosas. Era un parto prematuro por más de 17 semanas, sabíamos que probablemente perdería a nuestros hijos. Las esperanzas y los sueños de nuestra familia perfecta se hicieron añicos a medida que aumentaban las contracciones. Luego de 14 horas, di a luz a mi primer hija, Abigail. Pataleó y chilló cuando llegó, pero sus pulmones estaban demasiado débiles para sobrevivir. Nuestra dulce Abby falleció en nuestros brazos dos horas después de tomar su primer aliento.

Los minutos comenzaron a pasar, luego pasaron varias horas mientras mi cuerpo mantenía mis otros dos trillizos aún en el vientre. Pero lentamente mi cuerpo comenzó a descomponerse. De repente, la habitación se sintió extremadamente cálida y las enfermeras encontraron que mi temperatura subía peligrosamente. No tenía idea de lo que estaba pasando, excepto que algo estaba terriblemente mal. En una carrera contra el tiempo, tuve que dar a luz a Peyton y a Parker. Los médicos pronto se dieron cuenta de que era una infección la que me había llevado al parto 36 horas antes.

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Mis dos bebés nacieron, vivos, pero mi cuerpo luchaba por sobrevivir, como yo. Fui llevada apresuradamente a la cirugía de emergencia, Peyton y Parker fueron trasladados escaleras arriba para la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales. Eran los bebés más jóvenes y más pequeños del hospital, con pocas probabilidades de pasar la noche.

Mientras yacía en la mesa de operaciones, mi esposo y mi madre estaban sentados en la sala de espera, confundidos y asustados. Apenas unos meses antes, nos enteramos de que estábamos esperando tres bebés perfectos, nuestra familia estaría completa al instante. Pero mientras mi esposo se sentaba aturdido, se preguntaba si perdería a los tres hijos y a su esposa en un día. Cuando escuchó a los médicos, una palabra se destacó: sepsis.

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Horas más tarde, me desperté en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), débil, exhausta y sin saber que dos de mis hijos estaban vivos. Mis brazos estaban cubiertos de sondas de terapia intravenosa, magullados por el trauma que soporté. Pero yo estaba viva. Pasé varios días en esa sala de UCI completamente desolada, las sondas fueron retiradas una por una a medida que mi cuerpo se fortalecía.

Me recuperé lentamente de mi experiencia cercana a la muerte, pero mi vida nunca sería la misma. Durante mucho tiempo, me sentí culpable de que mi cuerpo no pudiera proteger a mis trillizos. Sentí una profunda pena y vergüenza de que dos de mis hijos finalmente murieran, pues mi hija Peyton fue la única sobreviviente. Pero con el tiempo, me di cuenta de que esto no era mi culpa. Una tormenta perfecta de complicaciones desafortunadamente condujo a la tragedia.

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Casi muero el día que di a luz. Cuando le pregunté al médico qué tan cerca estuve, ella sonrió y dijo: "Bueno, no lo suficiente". El parto es un viaje increíble, pero no siempre es como se planeó. Y mientras ese fatídico día hace cinco años estuvo lleno de tragedia y momentos de miedo, elijo mirar la belleza. Tuve la suerte de conocer a mis tres hermosos hijos, y eso valió todo el dolor.

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