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¡No te conviertas en un monstruo con tus hijos! Aquí te explicamos el autocontrol emocional

El autocontrol emocional es importante para poder reaccionar adecuadamente con nuestros hijos y tener un ambiente de amor y armonía.

Ser padre o madre no es una tarea nada sencilla. En muchas ocasiones tus hijos te llevarán al límite y posiblemente corras el riesgo de perder los estribos, pero trabajando el autocontrol emocional es posible contener tus impulsos y reaccionar de manera adecuada frente a tus pequeños.

El pedagogo y especialista en desarrollo humano Vidal Schmill señala que hay eventos que detonan reacciones fuera de control en los padres, aun cuando sean los más pacíficos y bondadosos. Sin embargo, estos episodios no son resultado de las acciones de los demás, sino de nuestras propias creencias, imaginación y recuerdos.

Una vez que se tiene consciencia de las creencias que disparan las reacciones negativas, es posible modificarlas para comenzar a tener autocontrol emocional.

Cuando tu hijo menor hace un berrinche o tu hija adolescente te gira los ojos, quizá actúes de una manera determinada, pero es un error pensar que nuestra conducta proviene directamente de las acciones de los demás o del entorno.

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Entre el evento activador y la conducta existen dos procesos importantes para poder tener autocontrol: las creencias y el cambio emocional. Por ejemplo, pensar que tu marido pudo decirle algo malo de ti a tu hija y por eso te giró los ojos, por lo que su acción genera enojo y frustración, provocando una reacción negativa en ti.

De acuerdo con el especialista, el pensamiento determina lo que sientes y, en consecuencia, tus sentimientos modificarán tu forma de actuar. Nuestros pensamientos, creencias e imaginación nos ayudan a interpretar el mundo que nos rodea, pero no siempre nos permiten reaccionar de la mejor manera.

Cuando una creencia sobre un hecho resulta contraria a lo que esperamos, puede generar sentimientos de frustración, y al sentirnos frustrados, tendemos a dar una magnitud catastrófica a la realidad. Frente a esta realidad “horrible”, nos sentimos indefensos y finalmente condenamos a los demás, a uno mismo y a las circunstancias.

Al identificar los pensamientos que detonan las reacciones exageradas, podemos modificarlos y lograr el autocontrol emocional. Debemos preguntarnos si lo que sucedió no debió pasar porque no deseábamos que así fuera, si en verdad es algo terrible, si realmente no podemos tolerarlo, si las palabras que usamos para condenar son ciertas y qué podemos hacer realísticamente en el futuro para mejorar nuestra conducta.

Algunos de los pensamientos más comunes que se deben trabajar son: no sirvo para nada, soy mala mamá o mal papá, soy un fracaso, mi pareja ya no me quiere, mi pareja es egoísta, mis hijos no me soportan, mi hijo debe ser el mejor y mi hijo me va a faltar al respeto y eso no lo puedo soportar.

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