Tan pronto compartí con amistades y familia que estaba embarazada, inmediatamente todos muy felices me hacían sentir que era lo mejor que me podía haber pasado como mujer. Todo se centraba en fórmulas e innumerables advertencias de cómo me iba a sentir durante el embarazo, entre ellas las náuseas, los mareos en fin todos los malestares físicos que conlleva un proceso como este.
Pero muy pocas personas me dieron la otra cara, la espiritual, que para mí es más importante que los consejos físicos que estaba a punto de experimentar.
Una vez que empecé a sentir todos esos malestares de los que me habían hablado (e incluso muchos más de los que no me advirtieron) comencé a entrar en un estado de “¿Qué es esto? ¿No y que era lo más hermoso que le podía pasar a una mujer?…
Me la pasaba de vomitada en vomitada, de malestar en malestar. ¡No podía ni salir de casa! ¡Que mal me siento por Dios! Y la única explicación que escuchaba de mis allegados era que se debía a que eran dos bebes, que era normal y que me tranquilizara. Desesperada empecé a leer cuanto libro se cruzaba en mi camino pensando si en ellos podría encontrar una mejor respuesta a lo mal que me sentía o para no seguir escuchando la famosa frase "eso solo son los primeros meses".
Pero en los libros solo hallaba más y más información de lo molestoso que podría ser un embarazo múltiple. Hasta que dije: "¡Ya no más! Los síntomas físicos no los puedo evitar ni cambiar y más si tengo mellizos que todo se agudiza . Mas bien me salgo de este estado de víctima, cambio mi mentalidad y mejor me ocupo de qué hacer con lo que siento. ¡Claro! ahí sí puedo hacer algo, ahí sí puedo cambiar esto”.
El punto es ¿Cómo lo asumo? ¿Con que tipo de emoción o de sentimiento conecto a mis hijos durante estos 9 meses?
Ahí creo que todo comenzó a cambiar, empecé a asumir mi embarazo de una manera diferente, amorosa y divertida. Entendí que por el hecho de estar embarazada no necesariamente yo tenía que ser el centro de atención o ser la protagonista de la historia. Por el contrario, debería sentirme feliz de ser la secundaria de esta historia porque el rol principal lo tenían mis bebés. Simplemente yo era el vehículo para que ellos pudieran gestarse y venir a este mundo.
Como le llamaba yo de forma graciosa "la incubadora portátil". En ese momento ocupé felizmente mi lugar secundario. Empecé a reírme de mis malestares, a tener cuidado de mis emociones, a estar pendiente a qué entorno conectaban a mis bebés: personas, lugares, ambientes, cómo me expresaba, qué leía, qué música escuchaba.
No sólo me preocupé por darles alimento físico sino también alimento espiritual. Aprovechar por ejemplo las largas noches donde no dormía para en cambio leer mis libros de espiritualidad meditar y orar.
Independientemente de los malestares, empecé a hacer otras cosas que no podía hacer mientras estaba trabajando como cocinar, estudiar, ver televisión, caminar en la playa, hacer yoga, a realmente crear el mejor ambiente de paz y armonía en mi hogar e involucrar a mi esposo en ese proceso, para que fuera una etapa bonita no solo para mí y los bebés, también para él. De repente en ese momento los malestares tuvieron en mi mente otra razón de ser.
El sentirme mal ya lo veía como un indicador de que ellos se estaban conectado conmigo y eso me hacía feliz. Una vez que pude adoptar esta conciencia más positiva, todo cambió.
Despertaba muy contenta todos los días. Hasta mi esposo me llamaba "mi panza alegre". De momento todo tomó otro curso y mi embarazo resultó siendo realmente maravilloso.
Ahora que me preguntan ¿cómo fue mi embarazo? Sólo les puedo decir que fue una oportunidad para tener control de mi cuerpo conscientemente. Saber que mente sobre materia, como dicen los libros, es posible y que el amor, la fuerza espiritual y la conexión con tu alma a través del Creador, todo lo puede.
Espero que mi experiencia te logre inspirar un poco más. Seguiremos en contacto y me encanta poder compartir este espacio contigo.
¿Cómo fue tu embarazo? ¡Quiero saber!
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Besos,
Maritza