Dicen que a la tercera va la vencida, y así fue para España. En su tercer Mundial, la selección femenina salió campeona del Mundo por primera vez en su historia después de imponerse a Inglaterra en la final del torneo.
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Una final que no habían pisado nunca y que jugaron como si no fuera la primera vez que se enfrentaban a semejante desafío. Con personalidad, sin miedo y al ataque. Así se aprovechan las oportunidades porque nunca sabes cuando volverás a verte en una como esta.
Por eso la Roja ha ido paso a paso, sin pensar más allá que en lo que tenía enfrente. Nunca antes había superado unos octavos de final de un Mundial. Nunca había llegado a cuartos, nunca a semifinales. Había que aprovechar el momento, darlo todo en cada minuto.
España se presentó al Mundial de Australia y Nueva Zelanda con una sola victoria en 7 partidos en sus dos anteriores citas Mundialistas. Solo en esta Copa jugó otros 7 partidos, de los cuales ganó 6 y perdió uno solo. Y quizás debía perder ese partido de fase de grupos contra Japón como lo perdió, cayendo goleadas por 4-0, desatando una oleada de críticas que lo único que hizo fue probar que este equipo tenía madera de campeón, porque solo un equipo hecho para ganar se crece así en la adversidad.
España ya tiene su estrella en la camiseta de la selección masculina y ahora también en la de la femenina. Una hazaña que solo Alemania había logrado antes. Ahora España también y nadie más.
La inmensa emoción de las jugadoras festejando el título solo es comparable al desbordante orgullo que sienten los españoles al ver a España convertida en la primera selección en toda la historia del fútbol femenino que logra ser vigente campeona del Mundo Sub-17, Sub-20 y Absoluta. Una era dorada del fútbol femenino español que no ha hecho más que comenzar.
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