El pasado 24 de mayo Salvador Rolando Ramos, de 18 años, ingresó a la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas, con un rifle de asalto AR-15 para cometer una masacre que ha conmocionado al país entero.
Los alumnos y profesores fueron sorprendidos por el tirador mientras realizaban sus actividades cotidianas. Intentaron resguardarse y salvar sus vidas, pero 19 estudiantes y dos maestras no lo consiguieron.
Cuando esto ocurría en la escuela, la señora Gladys Castillón se preparaba para cumplir algunos compromisos, sin embargo, uno de sus hijos la alertó sobre unos disparos que se escuchaban cerca de su domicilio.
"Me puse a orar"
En entrevista con hoy Día, Gladys explicó que su casa queda a solo unas millas del colegio, al que acude su hija. Al salir vio pasar a varios policías armados y fue entonces cuando uno de sus vecinos la alertó sobre un tiroteo en la escuela.
“Sentí como algo que bajaba en mi estómago tan fuerte, pero cuando empecé a ver a los elementos lo único que quería era correr a ver qué era lo que estaba pasando”, dijo.
Su vecino y un oficial la detuvieron cuando intentó ingresar a la escuela, desesperada por encontrar a su hija, pero no la dejaron entrar "porque habían disparos".
“Yo quería ver a mi hija viva… (hice) lo único que podía hacer porque no nos dejaban acercarnos, me puse a orar, estuve orando en todos los lugares donde pude moverme, me puse a proteger a los niños, a pedirle al Señor que los cuidara y los protegiera”, expresó.
Horas de angustia
Gladys permaneció afuera de la escuela por horas, esperando información y ayudando a los grupos de niños que iban liberando de a poco.
“Cuando llegaron a abrir un portón corrí porque veía que venían niños… una niña venía herida, recibió un rozón de bala, le rozó la bala por su nariz y no podíamos ver porque era demasiada sangre, o sea, la niña venía con demasiada sangre”, explicó.
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A pesar de la desgarradora escena, del temor de que su hija estuviera herida y de la impotencia por no poder ingresar al lugar, Gladys no se detuvo y encontró la fuerza para auxiliar a los menores que estaban desconsolados.
(Los niños) tenían miedo... empecé a protegerlos”
Gladys CastILLÓN madre de una sobreviviente
“Los niños pedían a su mamá y solamente decían que tenían miedo… empecé a protegerlos, a correr con ellos. Llegué a la funeraria y nos abrieron las puertas para poder resguardar a los niños, que estén en seguridad”, relató.
La comunidad entera se volcó en ayuda para la escuela primaria, sin embargo, todos los esfuerzos parecían ser inútiles ante la tragedia que estaban viviendo los menores, niños a los que, de un momento a otro, les cambió la vida.
“Venían totalmente en shock, se necesitaba mucha ayuda, niños con asma que no podían respirar, se sentían desfallecer, o sea tuve que cargar, no sé cómo le hice para poder llegar a la funeraria y seguir ayudando”, dijo.
El reencuentro con su hija
Gladys compartió en su plática con Nacho Lozano que las horas que pasó sin saber de su hija parecieron “una eternidad”, confesó que en algún momento llegó a pensar que su pequeña ya estaba con Dios.
“Después de un largo tiempo, la verdad no sé cuántas horas pasaron, nos comunican que se habían trasladado niños al Civic Center. En ese entonces yo no me quería mover porque yo ya había visto que estaban dando CPR (reanimación cardiopulmonar), había visto que estaban sacando cuerpos, o sea, estaba viendo muchas cosas y yo no me quería mover del lugar, yo quería ver a mi hija salir”, explicó.
Al paso de las horas, Gladys decidió ir a buscar a su hija. Por fortuna la pequeña estaba con vida, sana y salva, pero conmocionada por lo que vivió durante el tiroteo.
“Al ver su carita yo pude derramar mis lágrimas, ahí fue donde yo me quebré al verla y cuando ella corrió y me abrazó: ‘mami, mami, mami, yo sabía que tú estabas orando por nosotros, yo sabía que Dios estaba con nosotros’. Ella me abrazaba tan fuerte”, dijo.
Aunque sintió alivio porque su hija fue una de las sobrevivientes de la masacre, Gladys experimentó un gran dolor al ver a toda su comunidad conmovida.
“Era la risa del demonio”
La señora Castillón compartió que, al llegar a casa, su pequeña no quiso comer, solo quiso tomar un baño y dormir. Fue hasta el día siguiente cuando se sintió preparada para compartir su vivencia.
“Mi hija apenas ayer quiso hablar de la situación… dice que estaban muy cerca del lugar donde él entró, ella estaba afuera”, indicó.
La hija de Gladys recuerda que estaba jugando cuando el tirador ingresó al plantel. Los profesores les ordenaron con desesperación que corrieran y se refugiaran en algún salón.
La menor corrió junto con otros compañeros a un aula en la que permanecieron en silencio y con las luces apagadas.
Los recuerdos de la pequeña son de los niños gritando, de los impactos de las balas, los llantos, y hay algo que no puede sacar de su cabeza, que resuena en sus pensamientos constantemente: es la carcajada que se escuchaba en el colegio, entre los disparos y los quejidos. Aparentemente era la risa del asesino.
“Una risa que ella es lo que sigue escuchando, la risa que podría ser del tirador que mi hija la describe como ‘la risa del demonio”, dijo la señora Gladys.
El asesino Salvador Ramos fue abatido por los oficiales en el lugar. Es responsable de las muertes de dos profesoras y 19 niños de entre 9 y 11 años.
Durante la tarde del miércoles, el gobernador Greg Abbott confirmó que el asesino había hecho tres publicaciones en Facebook revelando sus planes. Aparentemente no tenía historial criminal de adulto.
Ramos fue víctima de acoso durante su adolescencia. De acuerdo con las personas que lo conocieron, lo describen como un joven callado y, a veces, agresivo.
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