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“Vivimos de cheque en cheque”. El final de las ayudas de desempleo asoma al abismo a millones de personas

“Lo más probable es que arruine mi crédito porque, cuando se trata de escoger entre comprar comida o pagar una tarjeta, prefiero alimentar a mi hijo”, dice una afectada. “En 31 días seré un indigente”, lamenta otro.

Por Ben Popken - NBC News

El programa federal de beneficios por desempleo aprobado por la crisis económica derivada de la pandemia de coronavirus finaliza este lunes, y millones de personas se preguntan cómo podrán mantener a sus familias.

Century Foundation, un grupo de expertos progresista, estima que 2.1 millones de desempleados perderán el suplemento federal de 300 dólares a la semana, lo que afectará a más de 7.5 millones de personas. 

Desde el inicio de la pandemia, el Gobierno ha gastado casi 800,000 millones de dólares en programas de asistencia por desempleo que fueron concebidos como medidas a corto plazo para apoyar a los hogares y mantener la economía en marcha.

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Entre los programas que finalizan ahora está la Asistencia de Desempleo por Pandemia, que se activó después de que expiraran los beneficios de desempleo estatales regulares, y la Compensación por Desempleo de Emergencia Pandémica, que se le otorgó a los trabajadores independientes que normalmente no eran elegibles para los beneficios.

Pero el COVID-19 tiene más paciencia que Washington, que parece tener poco interés por extender los beneficios aunque la variante delta se expande rápidamente y ha provocado picos de contagios y muertes.

A principios del verano, la cadena NBC News habló con varias familias cuando más de dos docenas de estados comenzaron a salirse del programa de beneficios federales. Estas personas describieron sus circunstancias con desesperación. Meses después, sus casos ofrecen una mirada de lo que les espera a quienes se les acaban las ayudas.

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A pesar de la escasez de mano de obra, solicitaron puestos de trabajo y no los consiguieron. Aceptaron los riesgos de trabajar en primera línea del COVID-19 para ganar dinero. Aceptaron empleos con salarios más bajos en industrias relacionadas con sus oficios. Ayudaron, sin cobrar, en los negocios familiares. Solicitaron asistencia comunitaria para pagar los servicios públicos y evitar ser desalojados.

Sherry Pratt, de 47 años, representante de ventas de marketing en New Hampshire, tiene una hija con necesidades especiales y está desempleada. Como muchos, luchó por encontrar un trabajo que le pagara lo suficiente para cubrir el cuidado de sus hijos mientras trabajaba.

Pero decidió reinventarse durante la crisis y comenzó a cuidar a otros niños en su casa.

“Todavía puedo ser flexible y estar en casa con mi hija cuando regresa de la escuela. También puedo cuidar a mi nieta de 11 meses para que mi hija mayor pueda seguir trabajando”, dijo Pratt.

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No gana mucho dinero, pero logra mantenerse: “No llego a lo que solía ganar antes del COVID, pero estoy haciendo lo que puedo”.

Los líderes empresariales y políticos que analizan las cifras de los 8.4 millones de desempleados y los más de 10 millones de cargos vacantes que existen han pronosticado una avalancha de solicitantes cuando terminen los beneficios. Pero los datos cuentan una historia diferente.

De cada ocho trabajadores que perdieron los beneficios, solo uno encontró empleo, según una investigación reciente.

Las principales razones por las que los desempleados no aceptan trabajos tienen poco que ver con las ayudas gubernamentales y se relacionan más con la crisis económica y sanitaria: la escasez y el costo del cuidado infantil, el miedo a contraer o propagar el COVID-19 y los riesgos de cuidar a alguien con el virus o enfermarse ellos mismos, según la última encuesta del censo.

De cada ocho trabajadores que perdieron los beneficios en los estados donde ya finalizaron los programas de ayuda, solo uno encontró empleo, según una investigación reciente.
De cada ocho trabajadores que perdieron los beneficios en los estados donde ya finalizaron los programas de ayuda, solo uno encontró empleo, según una investigación reciente.Getty Images

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Un estudio de JPMorgan Chase muestra que el resultado inmediato del fin de los beneficios no es apresurarse a trabajar, sino una fuerte disminución en el gasto familiar.

“La persona promedio no logra encontrar un trabajo de inmediato, por lo que tiene que hacer recortes”, dijo Till von Wachter, profesor de economía en la Universidad de California en Los Ángeles.

El problema principal es que los fondos se establecieron con una fecha límite que fue determinada por los políticos y no puede ajustarse, aunque las condiciones económicas no mejoren o empeoren, dijo.

"No estaríamos en este lío si tuviéramos un sistema funcional de beneficios extendidos que respondiera a las condiciones locales", dijo Von Wachter.

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Jordan Motteler, de 30 años, de Oklahoma City, no ha trabajado desde que ella y su esposo fueron despedidos en marzo de 2020. Quiere trabajar, pero no puede correr riesgos porque ella y su hija sufren de inmunodepresión.

Su esposo, quien fue despedido de Lowe's, ha comenzado a buscar trabajo como aprendiz de plomero. Pero las horas y los salarios son más bajos que en su trabajo anterior. La familia está solicitando asistencia en una organización comunitaria local para poder pagar el alquiler y los servicios públicos.

“Muchos vivimos de cheque en cheque con la esperanza de tener lo suficiente para cubrir todo lo que nuestros hijos necesitan, ni siquiera nos alcanza para nosotros”, dijo Motteler.

Las familias con las que habló NBC News durante el verano no han tenido que mudarse, ni se han quedado sin vivienda. Pero enfrentan una mayor inseguridad alimentaria y de vivienda, y no han podido retornar a la fuerza laboral de manera rápida.

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“Lo que debe suceder es que las personas encuentren trabajo”, dijo Andrew Stettner, miembro de Century Foundation. “Pero Estados Unidos no ha vuelto a la normalidad que esperábamos. Hay algunos programas, como los cupones de alimentos y el crédito fiscal por hijos, que pueden evitar que la gente caiga en la indigencia. Sin embargo, muchas personas están en peligro”, agregó.

En algunos casos, quienes tienen ocupaciones fijas devengan un salario muy reducido.

Fouzia Coopman, de 52 años, era gerente general de un restaurante en Honolulu y ganaba más de 70,000 dólares anuales antes de ser despedida. “Buscaba trabajo todos los días y finalmente recibí una oferta de trabajo en la recepción de un hotel por 16 dólares la hora”, dijo.

Después de pagar el alquiler le quedan poco más de 600 al mes para pagar sus otras facturas y alimentos.

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Las familias desempleadas que ahora enfrentan el final de los beneficios federales temen por el futuro, mientras la variante delta se expande. Quienes tienen tarjetas de crédito planean utilizarlas y no harán pagos hasta que puedan encontrar otra opción.

“Lo más probable es que arruine el crédito que he logrado construir durante los últimos ocho años porque cuando se trata de escoger entre comprar comida, o pagar una tarjeta de crédito, prefiero alimentar a mi hijo”, dijo Sarah Taylor, de 49 años, madre soltera de un niño de siete años que perdió su trabajo como asistente dental por la pandemia.

Otros dicen que se sienten al borde del abismo.

“El COVID-19 se llevó mi matrimonio, mi hija, mi carrera y mis esperanzas”, dijo Scott Palmer, un hombre de 53 años de Virginia que perdió su trabajo como gerente de eventos de una gran empresa de catering cuando llegó la pandemia, y ahora enfrenta la finalización de los beneficios federales. Perdió a su esposa por coronavirus y a su hija por cáncer.

“En 31 días seré un indigente”, dijo Palmer.