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"Siempre tengo ganas de llorar": así daña el COVID-19 la salud mental de los latinos, y cómo se puede combatir la tristeza y ansiedad

Cuando se curan la tos y la fiebre del coronavirus, a veces siguen la angustia, el desasosiego o la sensación de estar perdidos. Se puede caer así a un pozo del que es difícil salir... pero no imposible.
/ Source: Telemundo

Xinia Campos se ha deprimido dos veces en sus 62 años de vida. La primera, cuando deportaron a su hijo hace 18 años. La segunda, cuando se enfermó de COVID-19.

"Desde abril tengo esas ganas de llorar", le contó Campos a Noticias Telemundo, "pienso que no quisiera estar en medio de la gente, con ganas de no sé ni de qué".

Campos contrajo el coronavirus y sufrió un caso de libro de texto: llegaron una tos intensa, fiebre, dolores de cabeza, vómito, diarrea, escalofríos; y se fueron su sentido del gusto, el olfato y su apetito. Perdió peso. Cuando sintió que no podía respirar se marchó para el hospital. Estuvo medicada y rodeada de enfermeros, y a los cinco días la dieron de alta. Pero continuaron la tos, la fiebre, un profundo desasosiego y la sensación de estar perdida, desubicada.

Campos trabajaba en una tienda de ropa Marshall’s, pero su vida se tornó tan difícil que tuvo que dejar de trabajar. "Siempre estuve con ganas de llorar. Lo peor de todo es que no he podido ver al médico, todo ha sido solo por teléfono", dijo angustiada, "quiero que me vea para que me diga que tengo". 

Por más de un año, Campos ha sufrido no solo los dolorosos efectos físicos de largo plazo que perduran en algunos pacientes que se recuperan del coronavirus, sino también los efectos emocionales y mentales. Varios estudios, según el Centro de Periodismo de Salud de la Universidad del Sur de California, estiman que entre 10% y 30% de los pacientes reportan "una serie de síntomas debilitantes y persistentes, desde fatiga extrema, problemas cardíacos y dificultad para respirar hasta confusión (la llamada neblina mental), depresión e incluso episodios psicóticos" y ansiedad.

De 214 respuestas que recibió Noticias Telemundo en el espacio de una semana a un cuestionario publicado para conocer los testimonios de quienes han sufrido secuelas de largo plazo, 51 personas reportaron depresión o ansiedad. Aunque no es una encuesta científica, da una idea de la prevalencia de estas condiciones entre algunos hispanos que han padecido coronavirus.

Una de ellas es Claudia Maricela Méndez, quien cuenta que se enfermó en agosto, fue hospitalizada 11 días y se recuperó, pero hasta hoy sigue sufriendo de fatiga, perdida de memoria, caída de pelo, cansancio en los ojos y "miedo".

"La verdad, mi vida no es la misma desde que me dio COVID", cuenta, "no es fácil lidiar con las secuelas... Esta enfermedad da mucha tristeza e incertidumbre".

Arnold Amaya contrajo la enfermedad en abril de 2020, pero al recuperarse siete días después "el calvario solo iniciaba", dice. Le diagnosticaron hipertensión, yf asegura sufrir "depresión severa, estrés postraumático y ansiedad generalizada".

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Para algunos, perder el olfato y el gusto, un síntoma que muchas veces es tomado como algo curioso y pasajero, puede ser profundamente desconsolador. "¡Lloro de tristeza!", cuenta Patricia Perea Arredondo, "porque es muy triste no poder oler ni disfrutar ninguna comida".

Para otros, secuelas como la pérdida de memoria puede ser muy preocupante y un golpe para la autoestima. Isabel Fuentes cuenta que sufrió COVID-19 en mayo de 2020 y desde entonces siente "fatiga, taquicardia, dolor en los pulmones" y que se le "hace difícil trabajar".

"En ocasiones olvido lo que estoy haciendo y hasta minutos después vuelvo a recordar", cuenta, "y me siento mal, porque los que están a mi alrededor siento que piensan que no es serio lo que me está pasando. Siento que estoy cayendo en depresión, porque hay días que los párpados me pesan y no quisiera ni abrir mis ojos. Ya ni me alegra mucho lo que antes era importante para mí".

"Ha sido triste para mí, porque estoy viviendo sola todo esto que siento", agrega.

Los hispanos, con más razones para estar tristes

Según un estudio de la Cruz Roja de octubre de 2020, la mitad de personas en el mundo ha visto su salud mental afectada, con independencia de su raza, etnia o estado de salud. Un sondeo de la Asociación Americana de Psiquiatría también revela que la ansiedad y el estrés causados por el COVID-19 ha afectado la rutina diaria de un 59% de la población estadounidense. 

Para los hispanos esos problemas se han agudizado en esta crisis sanitaria sin precedentes.

Muchos han sufrido el golpe más directo pues han estado en primera línea como enfermeros, cajeras, campesinos, y otras industrias esenciales. En parte por eso esta comunidad también es, junto a la comunidad negra, la que más muertos, más contagios, más sobredosis de drogas ha sufrido durante la pandemia.

Según los CDC, los hispanos tienen el doble de probabilidades de contagiarse y el triple de ser hospitalizados. Y es 2.3 veces más probable que mueran por eso en comparación con las personas blancas no hispanas.

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Según un reporte de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC por sus siglas en inglés) de mayo de 2020, "los hispanos reportaron una mayor prevalencia de estrés psicosocial relacionado con no tener suficiente comida o una vivienda estable que los adultos de otros grupos raciales y étnicos".

Aleandra Lara, de 5 años, entre su hermana Julmeiris Lara, de 7, y su madre Migreldi Lara. Migreldi Lara es madre soltera de tres hijos que está desempleada como peluquera debido a la pandemia y está preocupada por ser desalojada. Asisten a una protesta e
Aleandra Lara, de 5 años, entre su hermana Julmeiris Lara, de 7, y su madre Migreldi Lara. Migreldi Lara es madre soltera de tres hijos que está desempleada como peluquera debido a la pandemia y está preocupada por ser desalojada. Asisten a una protesta en Reading, Pennsylvania, en septiembre de 2020 para pedirle al gobernador y a la legislatura estatal que extiendan la moratoria de desalojo en ese estado de forma indefinida.Ben Hasty/MediaNews Group/Reading Eagle via Getty Images

Sufrir en silencio solo lo empeora

Los síntomas mentales y emocionales del coronavirus pueden ser los más difíciles de tratar, en particular para la población latina donde eso suele ser un tema tabú.

"Algunos clientes me dicen que no van a recibir tratamiento psicológico porque 'no están locos", dijo Paul J. Shaker, médico del programa latino en el Centro de Salud Mental Rushford en Connecticut. "Existe un estigma respecto a que va a pensar la gente en su comunidad si les dicen a otros que fueron a un centro de salud mental", agregó. 

Además, es más importante para los latinos que para otras culturas el contacto con seres queridos, el cual se ha limitado por las cuarentenas y el aislamiento social.

"Los hispanos están muy orientados hacia la familia", dijo Shaker. "Están pasando por un momento difícil porque los abuelos viven solos y no pueden ver a sus hijos, nietos y bisnietos".

Otros no saben que hay servicios disponibles en español. Eso ha dificultado diagnosticar estos trastornos a tiempo.

También ha contribuido a niveles de estrés más elevados un mayor porcentaje de desempleo en los hispanos, quienes a menudo tienen trabajos que no pueden hacer desde casa como en fábricas, granjas y trabajos mecánicos. Al perder su empleo, pierden su seguro y beneficios médicos. Muchos han sido desalojados de sus hogares por no poder pagar la renta.

Según reporta el Centro Rushford, durante los últimos meses, han visto una disminución en las referencias para ver pacientes latinos, posiblemente por el temor al virus.

Eso le ocurrió a Xinia Campos. Ella vive en Boston, Massachusetts, desde hace 33 años, cuando se mudó de El Salvador, lejos de su familia. Sus hijos la han cuidado durante la enfermedad y su hija de 36 años la alienta a que busque ayuda psicológica, así no sea en persona.

"Me dice que lo haga por teléfono, pero no he tenido ánimos de hacerlo", explica Campos, "soy de El Salvador y a veces pienso que me quiero devolver. Pero no me hallo".

Los latinos no solo han sufrido más contagios y muertes por la pandemia que otros grupos, también sufren más por su salud mental y en particular cuando padecen el virus del COVID-19.
Los latinos no solo han sufrido más contagios y muertes por la pandemia que otros grupos, también sufren más por su salud mental y en particular cuando padecen el virus del COVID-19. Ilustración: Juliana Jiménez J.

La oscuridad y la luz al final del túnel

Cuando una persona entra en ese estado de desolación, a veces puede cruzar un umbral del que es cada vez más difícil (pero no imposible) regresar, explica Andrew Huberman, profesor de neurobiología en la Universidad de Stanford.

Eso hace que la persona tenga cada vez menos control sobre su cuerpo y mente, pero hay comportamientos y rutinas que pueden mantener alejadas estas dolencias y colaborar en la recuperación. En su podcast y en populares charlas, Huberman explica la ciencia detrás de la depresión, el sueño, la motivación y todo lo que tiene que ver con el funcionamiento del cerebro.

Es importante recalcar que entrar en estos estados no es un defecto de personalidad, una falta de fuerza de voluntad, ni un reflejo del valor de una persona, aclara este neurocientífico. La depresión o la ansiedad clínicas (cuando no son tristezas pasajeras, que son parte normal de la vida, sino que se extienden por semanas y perjudican la calidad de vida) son procesos y experiencias "tan físicas como mentales, que involucran en igual medida al cuerpo y al cerebro", explica.

En el caso del coronavirus, algunos síntomas pueden comenzar siendo puramente físicos y rápidamente afectar el ánimo, como la fatiga crónica.

Este cansancio profundo que empeora con mayor actividad pero no mejora con el buen dormir o la buena alimentación, es síntoma tanto del coronavirus como de la depresión clínica, según un estudio de los Institutos Nacionales de Salud (NIH por su sigla en inglés) y es además "un predictor de una futura depresión". 

"La presencia de fatiga incrementa las probabilidades de desarrollar depresión en el siguiente año 2.6 veces para las mujeres y 6.8 veces para los hombres", agrega el informe.

Juana, una inmigrante indocumentada de 24 años, de El Salvador, y su esposo Saul, de 23, de Honduras, ven las noticias locales en su apartamento en marzo de 2020 en Norwalk, Connecticut. Juana perdió su trabajo limpiando casas y Saúl como pintor debido a
Juana, una inmigrante indocumentada de 24 años, de El Salvador, y su esposo Saul, de 23, de Honduras, ven las noticias locales en su apartamento en marzo de 2020 en Norwalk, Connecticut. Juana perdió su trabajo limpiando casas y Saúl como pintor debido a la pandemia del coronavirus. Los inmigrantes indocumentados no pueden cobrar desempleo ni se benefician de la legislación de rescate del Gobierno federal.John Moore/Getty Images

El trauma, el virus y el cerebro

Sufrir una enfermedad debilitante y posiblemente mortal genera un trauma emocional, y eso tiene efectos reales en la salud. Pero ¿el virus afecta los cerebros de los pacientes que sufren secuelas de largo plazo a un nivel estructural o molecular, pudiendo causarles depresión o ansiedad?

Para los científicos, "estas preguntas son muy difíciles de responder", le dijo a Noticias Telemundo el doctor David Putrino, director de innovación en la rehabilitación en el Sistema de Salud de Mt. Sinai en la ciudad de Nueva York. Putrino, fisioterapeuta con un doctorado en neurociencia, ha tratado extensamente a pacientes con secuelas de largo plazo del COVID-19.

"No nos gusta que haya muchas variables", bromeó Putrino, cuando se trata de encontrar una causa o aislar una cura, "es difícil decir 'aparte del trauma emocional, aparte de que a usted lo estén tratando por COVID-19 en su casa y esté pensando que quizá se va a morir, aparte del aislamiento social por estar en cuarentena, aparte de que sus seres queridos quizá hayan muerto, etcétera, etcétera...', todo eso son cosas que no podemos descartar como causantes de la depresión y ansiedad que sufren muchos pacientes".

"Que súbitamente usted deba lidiar con el hecho de que ahora tiene una enfermedad crónica, que de la nada todo su cuerpo le diga que, aunque solía correr maratones, ahora no puede ni pararse de la cama a abrir la puerta, y que además nadie pueda decirle si eso se le curará o no" puede afectar profundamente la salud mental, explicó Putrino.

Según indican las investigaciones y los estudios en cadáveres, es raro que el virus entre directamente al cerebro, explicó el doctor. No se puede descartar del todo que el virus ocasione desequilibrios en los neuroquímicos que regulan el ánimo (como la dopamina y la serotonina), "pero con lo que sabemos hasta ahora ese es un escenario menos probable", dijo.

"En contraste con un virus como el zika, por ejemplo, que sabemos que ataca las neuronas en desarrollo en los fetos, [el coronavirus] no funciona así", explicó a Noticias Telemundo Pam Belluck, periodista de ciencia y salud del diario The New York Times, que ha reportado extensamente sobre las secuelas mentales y emocionales del coronavirus.

"El espacio en el cerebro es muy limitado y hay muchas zonas que comparten funciones", explica: el hipotálamo, por ejemplo, es vital en la regulación tanto de la temperatura corporal, la sed y el hambre, como de las emociones y el comportamiento sexual. Por esto, una hipótesis que tienen los expertos es que la inflamación en el cerebro debido a la respuesta inmune afecta mecanismos fisiológicos que pueden deteriorar tanto la salud física como la mental.

Sufrir COVID-19 no es una sentencia para la salud mental

Pero no todo lo que afecta al cerebro afecta la salud mental, y sufrir una enfermedad traumática no necesariamente la deteriora. Un caso que lo ilustra es el de Hernando Rodríguez, colombiano de 45 años que contrajo COVID-19 a principios de este año y por consecuencia desarrolló el muchas veces fatal síndrome de Guillain-Barré.

Hernando Rodríguez contrajo COVID-19 y a causa de esto desarrolló Guillain-Barré. Después de estar inconsciente por semanas, al despertar tuvo que aprender de nuevo a usar todos los músculos de su cuerpo. Su esposa Solangi Urueña, en la foto, lo ayudó no
Hernando Rodríguez contrajo COVID-19 y a causa de esto desarrolló Guillain-Barré. Después de estar inconsciente por semanas, al despertar tuvo que aprender de nuevo a usar todos los músculos de su cuerpo. Su esposa Solangi Urueña, en la foto, lo ayudó no solo a recuperar su motricidad sino también a mantener arriba su estado de ánimo, una clave de una pronta y completa recuperación. Cortesía Solangi Urueña

Este síndrome suele presentarse después de que el cuerpo derrota una infección viral, explican los Institutos Nacionales de Desórdenes Neurológicos (parte de los NIH) en su página web. Pero en vez de apagarse, estas defensas se descontrolan y atacan células sanas, en particular la mielina, la capa que recubre las conexiones entre neuronas en el sistema nervioso, incluyendo el cerebro. Al igual que el plástico que recubre los cables de la electricidad, la mielina asegura que no se disipen y pierdan las señales eléctricas que se disparan entre neurona y neurona y que hacen posible todo el funcionamiento de nuestros cuerpos y mentes.

No sé sabe qué lo causa o por qué aflige a unas personas y a otras no. Tampoco se conoce una cura.

En cuestión de días, Rodríguez pasó de ser un empresario, esposo y padre enérgico, a estar paralizado sin poder mover siquiera sus párpados o tragar saliva. Tuvo que ser intubado pues hasta su respiración se paralizó, al igual que su digestión. Rodríguez llegó a perder la conciencia y estuvo en un coma inducido por un mes.

Pero en los momentos fugaces en que recobraba la conciencia, “nunca perdí la fe o la esperanza. Nunca pensé que me iba a morir”, le dijo Rodríguez a Noticias Telemundo en su casa en Doral, Florida, donde vive con su esposa Solangi Urueña y sus tres hijos hace tres años. 

[Crear nuevas rutinas y otros consejos para manejar la ansiedad que genera el coronavirus]

En cuestión de semanas, Rodríguez ya está dando algunos pasos, y hasta de bachata, algo que los doctores le pronosticaban que iba a poder hacer hasta dentro de seis meses a un año. Su recuperación, que continúa asombrando a los múltiples equipos de médicos que lo atienden, la distinguen muchas cosas, pero lo que más resalta es su actitud.

"Yo me mantengo contento, feliz, dispuesto, yo no he renegado... Sol me mandaba videos haciendo bromas, riéndome, interactuando con todos los médicos, las enfermeras, los terapeutas, y todo el mundo con un cariño conmigo impresionante", contó Rodríguez. 

Su historia tocó a muchos incluso más allá de su familia y amigos, pues "la gente decía, 'en medio de esta crisis tan alta este man está como si estuviera de fiesta", cuenta Rodríguez. Al retomar la conciencia y el contacto con otros, se dio cuenta que muchos al oír su historia decían, "este man cómo hace para soportar, y yo que sí camino y me quejo, y ese man no se queja, ese man solo está agradecido". 

Su caso muestra cómo, por circunstancias que varían ampliamente de persona en persona, una dolencia física no siempre se traduce en una dolencia emocional y mental. Y demuestra lo vital que puede ser el apoyo de los seres queridos para mantener la salud mental de un paciente, quizá tan importante para la recuperación como las mismas terapias o medicinas.

Hernando Rodríguez caminando con la ayuda de un caminador y de su esposa Solangi Urueña, detrás suyo, el día que fue dado de alta del hospital, después de 78 días, el 8 de abril de 2021, en Doral, Florida.
Hernando Rodríguez caminando con la ayuda de un caminador y de su esposa Solangi Urueña, detrás suyo, el día que fue dado de alta del hospital, después de 78 días, el 8 de abril de 2021, en Doral, Florida.Juliana Jiménez J./Noticias Telemundo

¿Qué se puede hacer para encontrar alivio?

Los expertos concuerdan en que si una persona sufre de depresión clínica debe buscar ayuda profesional lo antes posible. Esto puede incluir tratamiento con un psiquiatra certificado, acompañado por terapia con un psicólogo, medicinas antidepresivas o cambios específicos de alimentación o de comportamiento. Cada persona y cada situación es diferente.

Teniendo eso en cuenta, Huberman, el neurocientífico de Stanford, ofrece una serie de consejos para prevenir y aliviar los síntomas de depresión, probados en su laboratorio en Stanford o en los de sus colegas. "Mi filosofía es: primero tratar modificando el comportamiento, luego la alimentación, luego tratar suplementos, y luego sí tratar intervenciones más agresivas como los medicamentos. Pero cada persona es diferente", explica.

Algunos de sus consejos son:

  • Recibir luz solar en la mañana, si es posible entre una a tres horas después del amanecer. Esto activa los sistemas de liberación de dopamina y serotonina en el cerebro encargadas de la motivación, el placer y el bienestar, respectivamente.
  • No ver luz brillante entre las 11:00 p.m. y las 4:00 a.m. Esto activa los centros que regulan el estado de alerta y dificultarán dormir, lo que harán que al día siguiente esté más cansado y desmotivado, perpetuando el ciclo.
  • Movimiento durante el día. Entre muchos otros beneficios para la salud física y mental, el ejercicio libera endorfinas, dopamina y le permitirá descansar mejor de noche.
  • Dormir bien. Tan importante como tener energía en el día es descansar en la noche. Muchas personas que sufren COVID-19 de largo plazo sufren de insomnio, lo cual está directamente relacionado con mayores probabilidades de sufrir de depresión y ansiedad.
  • Recompensar el esfuerzo. Huberman explica que, además de hacerlo automáticamente, el cerebro también es capaz de modular la liberación de neuroquímicos a través de nuestros pensamientos. Aunque es más difícil evitar los pensamientos negativos (y tratarlo suele ser contraproducente) introducir pensamientos positivos es más realista y efectivo. Por eso sugiere no enfocarse tanto en la recompensa de una meta final, sino ir premiando en el trayecto los pequeños esfuerzos que nos mantienen en el camino de la recuperación física y mental.
  • Mantener un sentimiento de gratitud. La gratitud está asociada con la serotonina, explica Huberman, y esta a su vez regula la dopamina, asociada con la motivación, la sensación de recompensa, y “la voluntad de vivir”.

El teléfono nacional para la línea de prevención de suicidio, 1-888-628-9454 para hablar en español, da apoyo gratuito y confidencial las 24 horas del día, siete días de la semana.