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Doctores dan servicio gratis a inmigrantes centroamericanos en San Bernardino

Los profesionales dieron sus servicios médicos a niños y adultos que fueron abandonados a su suerte en un hotel de la ciudad

El niño Alexis Pérez, de seis años de  edad, acató las órdenes sin chistar.  Abrió la boca lo más que pudo, tosió fuerte y se dejó inspeccionar los oídos; durante el proceso médico guardo silencio y respiró en forma normal para que el doctor pudiera escuchar los latidos de su corazón.

Momentos después, el niño de origen Guatemalteco rompió en llanto al sentir la picada de aguja de una jeringa que contenía Rocephin, un antibiótico que combate la bacteria de manera efectiva.  Pérez había sido diagnosticado con una fuerte faringitis, probablemente causada por una infección bacteriana o vírica.

“Ya papi, ya, pronto estarás de nuevo corriendo y jugando con otros niños”, aseveró el doctor Marvin Urbina, de origen nicaragüense.

Urbina y su colega Rafael Cárcamo, quienes tienen consultorios en Fontana y Azusa, respectivamente, fueron dos de varios doctores que respondieron el sábado al llamado de una coalición de organizaciones; el objetivo era prestar atención médica gratuita a las decenas de migrantes centroamericanos que fueron abandonados a su suerte en la estación de autobuses Greyhound, en San Bernardino, por las autoridades migratorias.

“La comunidad de San Bernardino ha respondido de manera efectiva y les ha dado alojamiento;  Sin embargo, varios hermanos migrantes necesitaban atención médica.  Nosotros atendimos a cinco niños y a 10 adultos; dos mostraron signos severos de faringitis, fiebre y diarrea, pero ninguno trae lesiones sugestivas de sarampión”, dijo Urbina.  “Un niño será trasladado al hospital porque está muy deshidratado, tiene síntomas de Pharyngotonsillitis”.

Urbina agregó que es muy común que los inmigrantes o refugiados traigan estos signos de enfermedad en su cuerpo, ya que el viaje es largo y no se alimentan bien, teniendo que dormir y comer lo que pueden y cuando pueden.

No hubo casos de gravedad entre los migrantes, pero si presentaban signos severos de faringitis, fiebre y diarrea. (Alejandro Cano)

Toda esta situación se complica porque al llegar a Estados Unidos, los inmigrantes son puestos en cuartos muy fríos por varios días a la vez, incluso hasta por diez días, añadió Urbina, quien agregó que todos los migrantes fueron separados de sus hijos por las autoridades migratorias momentos después de solicitar el asilo.

Tanto niños como adultos fueron colocados en cuartos con hasta 40 personas al mismo tiempo, narró Ángel Mendoza, de origen guatemalteco.

“No podíamos ni acostarnos para dormir; una vez estuve parado toda la noche –enfatiza-, es muy feo, solo pensaba lo que estaría pasando mi hijo”, dijo Mendoza refiriéndose a Eliseo Ortiz, de 17 años de edad.

En los próximos días, Urbina y Cárcamo piensan prestar de nuevo sus servicios si es que son necesarios.  Dijeron que no solo es su obligación como doctores que son, sino también como inmigrantes y hermanos latinoamericanos.

“Desafortunadamente, la situación en nuestros países no está nada bien por culpa de los gobiernos, el crimen organizado, la falta de empleo, la corrupción y la mala gobernabilidad. Todo esto hace que la gente emigre y busque un mejor futuro para ellos y sus hijos”, dijo Cárcamo.  “Se espera que arriben mas hermanos y si es necesario aquí estaremos”.

Luego de platicar con algunos migrantes que fueron alojados desde el jueves en un motel de paso en la ciudad de San Bernardino, la constante que más se escuchó fue la falta de oportunidades en sus países y la violencia imperante, como algunas de las principales razones que los forzaron a escapar de su país.“No hay trabajo, no hay oportunidades y los que estudian no encuentran empleo.  Entonces nos dedicamos en lo que podemos, en el campo, en construcción, de lo que sea”, comentó Juan Alberto García, originario de Chiquimula, en Guatemala.

García subrayó que el flagelo de la violencia ha llegado a tal grado, que  “Yo ni siquiera permití que mi hijo jugara fútbol para que no estuviera expuesto a la calle.  Solo estudio”.

García y su hijo Wilson, de 16 años de edad que cursaba el tercero básico, dijeron estar bien de salud pese a los dos meses de travesía por territorio mexicano.

El viernes pasado, padre e hijo continuaron su viaje. En esta ocasión ambos abordaron un camión que los llevaría a la ciudad de Houston, en el estado de Texas, en donde García –dijo- está dispuesto a trabajar en lo que sea.