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En medio de la crisis, las venezolanas apuestan por concursos de belleza

Después del petróleo, las reinas de belleza puede que sean el producto de exportación más grande del país. Las venezolanas se han llevado a casa siete títulos de Miss Universo
Johandrys Colls Linarez
En esta imagen, tomada el 1 de julio de 2018, Johandrys Colls coloca una corona a su sobrina Victoria, en su casa en una barriada a las afueras de Caracas, Venezuela. Los padres de Colls la apuntaron en una de las mejores escuelas de modelaje de Venezuela a pesar de sus modestos ingresos, con la esperanza de transformar a su hija en una reina de la belleza. (AP Foto/Fernando Llano)AP / AP

Una delgada adolescente muestra con orgullo las dos coronas y nueve bandas que ha conquistado en pequeños concursos de belleza en su modesta casa de techo de zinc en una de las populares barriadas de Caracas.

En Venezuela, país que ostenta el récord mundial de la mayor cantidad de coronas de belleza, no es raro cruzarse con una joven como Johandrys Colls Linarez. A sus 16 años, ya emprendió el camino que siguen muchas compatriotas. Se prepara para ser reina y competir en certámenes internacionales, un futuro lejos de la pobreza.

“Es algo inspirador”, dice Johandrys mientras se le iluminan sus grandes ojos castaños al hablar de los concursos. “Es algo muy lindo ver como concursan las mises y demuestran su talento al mundo entero”.

La joven venezolana relata con emoción que cuando era pequeña se sentaba junto a su familia a ver en la televisión el popular show nocturno de Miss Venezuela. Luego tomaba los zapatos de tacón de su mamá y tías y comenzaba a imitar a las candidatas desfilando.

Desde su casa, Johandrys juguetea entre sus manos con una de sus coronas mientras su madre, Lisbeth, reconoce que su hija deberá enfrentar muchos riesgos y dificultades, incluyendo las económicas, en el camino que decidió transitar para alcanzar su sueño de reina de belleza.

“Espero que la crianza y la educación que yo le estoy dando a mi hija sirva para que a futuro todas las cosas malas que vengan hacia ella, ella les diga que no”, afirmó la madre.

Johandrys Colls en el balcón de su casa junto a su hermana Camila en una barriada de Caracas. Foto: Fernando Llano/AP

El mundo de los certámenes de belleza se estremeció este año por un escándalo de supuesta prostitución que recientemente golpeó el popular certamen de Miss Venezuela y lo llevó a su reestructuración.

Aunque el movimiento #MeToo, que surgió el año pasado en Estados Unidos a raíz de las acusaciones de violencia sexual en Hollywood no ha tenido mayor impacto en Latinoamérica, en los últimos meses han tomado fuerza en la región algunos movimientos feministas como el “Ni una menos” en Argentina para protestar contra los feminicidios.

Los padres de Johandrys --un carnicero y una maestra-- entre sacrificios económicos inscribieron a su hija en una de las academias de modelaje más reconocidas del país para completar su formación como futura reina de belleza.

Los certamenes de belleza tienen un costo alto para las familias. Los elaborados vestidos de lentejuelas y las costosas operaciones cosméticas están fuera del alcance de la mayoría en un país donde la inflación va por cinco digitos, y los trabajadores del estado ganan unos $3 al mes.

Entre las polémicas del mundo de la belleza también están las de Miss América, de eliminar el desfile en traje de baño, y la de Miss España, de elegir por primera vez a una joven transexual para representar al país ibérico en el Miss Universo.

La posibilidad de que la decisión del certamen Miss América pueda extenderse a Venezuela o al resto de la región no luce factible para Osmel Sousa, quien es conocido en el país como el “zar de la belleza”.

“Nuestros pueblos están acostumbrados a ver los concursos de belleza, y ver la salida en traje de baño es prácticamente lo más importante en un concurso”, indicó Sousa, quien en febrero dejó la dirección de Miss Venezuela tras liderarla por casi cuatro décadas, y hace unos días anunció su retorno a los certámenes con el lanzamiento de su proyecto “El Concurso”.

Si bien el desfile en traje de baño es considerado por los movimientos feministas como la exhibición del cuerpo de la mujer, para la ex Miss Mundo 1995, Jacqueline Aguilera, miembro del comité ejecutivo de Miss Venezuela, esa presentación “potencia los atributos de las que merezcan destacar”, y “enriquece” a estos certámenes, que se han transformado en vitrinas fundamentales para todas las industrias que hay en torno al mundo de la belleza.

Osmel Sousa, el conocido "zar de la belleza", quien estuvo al mando del Miss Venezuela por cuatro décadas. Foto: Fernando Llano/AP

La reciente polémica que se desató en torno a Miss Venezuela animó a los detractores locales de los certámenes que los señalan como “centros de perversión”.

Las críticas se vieron alimentadas por denuncias que se difundieron en las redes sociales de que algunas candidatas se relacionaron con figuras del gobierno a cambio de beneficios económicos para pagar los costosos trajes y joyas, y hacerse cirugías plásticas.

Sousa defendió su gestión y negó públicamente que actuó en perjuicio de las candidatas. El zar de la belleza dijo en conferencia de prensa que confía en que haya “investigaciones necesarias penales” en torno a esas denuncias.

“Estamos hablando de vidas y la reputación de personas y muchachas de familias honorables que han pasado por los certámenes”, acotó.

Pero, varias mujeres han dicho publicamente que buscar hombres adinerados que financiaran sus aspiraciones es una práctica común dentro del certamen.

Patricia Velásquez, concursante del Miss Venezuela en 1989, dijo en sus memorias haberse sentido obligada a entablar una relación con un hombre mayor quien le financió un apartamento en Caracas y una operación de senos.

“Aprendí rápidamente que ingresar al concurso Miss Venezuela significaba que tendría que comenzar a prostituirme para encontrar un patrocinador", escribió. "No todas necesitaban llegar a tal extremo, pero esa era mi realidad".

Concursantes de nuestra belleza latina en un hotel de Caracas. Foto: Fernando Llano/AP

Pese a los cuestionamientos, y la compleja crisis que golpe al país suramericano agobiado por hiperinflación, escasez de alimentos y medicinas, creciente pobreza y el deterioro de todos los servicios, los certámenes siguen teniendo un fuerte arraigo en Venezuela.

Decenas de jóvenes de todos los estratos sociales siguen acudiendo para inscribirse en los concursos de los que han salido reinas que han terminado como empresarias, artistas, y dirigentes políticas que han llegado a ser gobernadoras y optar por la presidencia, como lo fue Irene Sáez.

Esther Pineda, experta en estudios de la mujer y doctora en Ciencias Sociales, atribuye esa gran presencia a que las sociedades latinoamericanas son “significativamente machistas”, y a que el valor social de la mujer continúa siendo dado por “su cuerpo y su apego a los estereotipos de belleza”.

En el caso de Venezuela, Pineda estima que la belleza física es vista “como un valor”, al cual se le da más importancia que cualquier otro atributo.

El escándalo de Miss Venezuela no desanima a niñas como Oxlaniela Oropeza, una delgada estudiante universitaria, quien asegura que no siente ningún temor de desviarse porque “tengo mis valores intactos y eso nadie me lo quita”.

En medio de un pasillo de un lujoso hotel capitalino del este de la capital, Oxlaniela, aguarda sentada junto a otras ocho participantes su turno para desfilar en bikini y con sandalias de tacón alto en un casting del concurso de Nuestra Belleza Venezuela.

La joven de 20 años no puede ocultar la alegría que le genera comenzar el camino para alcanzar su sueño y relata emocionada que “desde pequeñita, cuando tenía seis años, la meta ha sido el Miss Venezuela.”

“Siempre ha estado ahí como un sueño y espero muy pronto, en un futuro no muy lejano, alcanzarlo”.