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La agonía de una madre inmigrante separada de su hijo en su sexto cumpleaños

La migrante hondureña Iris Eufragio-Mancia no sabe si va a ver a su hijo, Ederson, antes de ser deportada de Estados Unidos. Su dolor no tiene alivio.

La mañana antes del sexto cumpleaños de su hijo, Iris Eufragio-Mancia cruzó el Río Grande a pie, con el corazón puesto en lo que ella creía que sería una vida mejor para ambos en Estados Unidos.

Pero una semana más tarde, el sueño de Mancia ha sido reemplazado por la pesadilla de toda madre. Al ser separada de su hijo, y mientras espera la deportación a Honduras, no tiene idea de dónde está el niño ni cuándo volverá a verlo.

“Cada segundo que no sé dónde está, me está matando -confiesa-. Esto es lo más difícil por lo que puede pasar una madre”.

Con más de 2,300 niños separados de sus padres, la situación de Mancia es compartida por un número desconocido de inmigrantes que han ingresado ilegalmente a Estados Unidos.

Incluso después de que el presidente Donald Trump firmara una orden ejecutiva para terminar con la separación de las familias, las madres como ella tienen más preguntas que respuestas.

Para cruzar la frontera, Mancia y otras dos mujeres hondureñas caminaron aproximadamente una media milla al oeste del Paso del Norte, un puente que conecta a la ciudad de Juárez, en México, con El Paso, y aprovecharon una zona en la que la sequía había drenado las frías aguas del río. Tomaron a sus tres hijos pequeños y caminaron.

Cuando agentes de la Patrulla Fronteriza capturaron al grupo del lado estadounidense, Mancia dijo que sentía alivio. Allá en los cafetales de Macuelizo, un municipio rural de Honduras, a unas dos horas de la violenta metrópoli de San Pedro Sula, había escuchado que si ella y su hijo, Ederson, llegaban a la frontera, se les permitiría quedarse.

"Estaba segura de que podría obtener algún tipo de permiso", dice.

Pero todos fueron conducidos en autobús a un centro de procesamiento, y luego a otro, donde esperaron con otras mujeres y niños. Sin embargo, debido a que Marcia ya había sido deportada hace 10 años tras ingresar ilegalmente al país, los agentes le informaron que se le acusaría de reingresar ilegalmente y que le quitarían a su hijo.

“En ese momento -admite- fue como si me hubieran arrancado el corazón”.

Este jueves, en una entrevista en el juzgado federal de El Paso, la mujer se sentó en una silla, con zapatos de goma naranja y el uniforme de lona azul con que visten las reclusas de la cárcel del condado de El Paso. También llevaba una cadena alrededor de su pequeña cintura y pesadas esposas en sus muñecas. Bajo sus ojos había círculos oscuros.

Desde detrás de una pantalla, Mancia lloró mientras relataba el último momento en que vio a Ederson.

“No dejaba de mirarme y de llorar -narró-. No sabía qué decirle. Me dijo: 'Mamá, me voy a abrazar a ti para que no me lleven'. Pero yo no sabía cómo consolarlo”.

“Lo abracé por un tiempo y luego tuve que dejarlo ir -continuó-. Le dije 'todo va a estar bien. Pronto, estaremos juntos'”.

Entonces los agentes tomaron al niño. Ese día cumplió seis años.

Ederson, el hijo de la inmigrante hondureña Iris Eufragio-Mancia, según una imagen de Facebook.

Durante la semana pasada, Mancia estuvo bajo la custodia de los alguaciles en la cárcel del condado.

Con un contrato con los Marshals, el condado recibe un reembolso de aproximadamente 80 dólares por cada detenido para el gobierno federal, y recientemente completó una expansión de 45 millones de dólares.

Según datos compilados por el comisionado Vince Pérez, el número de detenidos federales en esta cárcel ha aumentado constantemente desde enero, cuando rondaron los 750. En mayo, un mes después de que el fiscal Jeff Sessions ordenara que se le aplicaran cargos criminales a todos los casos relacionados con la inmigración, la población se incrementó a 1,051 personas. El 90% de ellos enfrentaba acusacioones relacionadas con inmigración.

Entre el 1 de mayo y el 11 de junio de este año, 1.352 detenidos en la cárcel enfrentaban cargos relacionados con inmigración; más del 60% de los presos federales detenidos habían sido acusados ​​de entrada ilegal y casi el 20%, como Mancia, eran acusados ​​de reingreso ilegal.

"Esas celdas están llenas de lágrimas", dice ella.

Ahora el único vínculo que tiene con su hijo es un trozo de papel con un número de teléfono: es la línea directa que se les da a todos los padres migrantes que han sido separados de sus hijos.

"Memoricé el número -cuenta-. Llamé y llamé".

Pero la única información que ha podido recabar es que recientemente su hijo pudo hablar por teléfono con su abuela en Honduras, aunque no sabía dónde estaba.

Este miércoles, un asistente social llamó a un amigo de la familia con quien Mancia había planeado encontrarse en Estados Unidos. El amigo, quien pidió no ser identificado, aseguró que el asistente no le dijo dónde se encontraba Ederson.

"Simplemente me dijeron que estaba bien, que estaba tranquilo, que tenía comida y juguetes y todo eso -detalló-. No me pasaron el teléfono para hablar con él".

Health and Human Services, la agencia federal que finalmente se ocupa de la custodia de los niños migrantes que están separados de sus padres, no respondió a las solicitudes de información sobre Ederson.

Mientras, la Patrulla Fronteriza confirmó que después de que lo separaran de Mancia, lo habían transferido a otra estación donde, en la zona oeste de Texas, se retienen a menores no acompañados y a niños separados de sus padres.

El jueves, un día después de que Trump firmara la orden destinada a poner fin a la separación de la familia en la frontera, Mancia entró arrastrando los pies en una sala del tribunal federal, con grilletes en los tobillos y en las manos, solo para que se desestimara su caso.

La Oficina del Fiscal del Distrito Oeste de Texas no pudo confirmar por qué se desestimó el cargo de Mancia y emitió una declaración que decía que descartaría todos los casos pendientes de entrada y reingreso ilegal que involucraran a un padre, aunque luego se retractó y emitió otra.

"La política de cero tolerancia todavía está vigente, pero hay una transición necesaria que tendrá que ocurrir ahora que los acusados ​​ya no están siendo transferidos bajo la custodia de los alguaciles y permanecen con sus hijos bajo la custodia de nuestros socios en el DHS”, precisó la nueva declaración.

"Como parte de esa transición, la oficina desestimó hoy ciertos casos que estaban pendientes cuando el presidente emitió la orden", concluyó.

Mancia no se inmutó ante la noticia que su defensora pública le susurró al oído de que no enfrentaría cargos criminales. Miró hacia adelante y parpadeó, lentamente. Sabía que permanecería bajo custodia antes de ser deportada. Pero, ¿estaría su hijo con ella?

"Sigo pidiendo un milagro", dijo.

Ederson tenía solo cinco años cuando su madre le dijo que iban a viajar a Estados Unidos. El viaje de 20 días a pie y en autobús sería arduo, y ella sabía que se estaba arriesgando. Pero Ederson estaba emocionado, dijo, sobre la perspectiva de una nueva vida. "Le dije, 'podré ganar un poco más de dinero -comenta-. Podré comprarle juguetes. Le dije que tiene un primito. Y estaba muy feliz".

Las fotografías de la página de Facebook de Mancia la muestran junto a Ederson en tiempos más felices. Al niño travieso le encantaba jugar afuera y trepar a su regazo para besarla. Él la ayudaba a lavar los platos y dormía a su lado todas las noches. "Nunca hemos estado separados antes", dijo.

Como madre soltera, Mancia llegaba a fin de mes cultivando una parcela de café del tamaño de una hectárea. Cuando terminaba la cosecha, ella viajaba en autobús, dos horas a la ida y dos más a la vuelta, hasta San Pedro Sula para trabajar en una maquiladora o taller que fabrica ropa interior. Como promedio, admite, llevaba a casa unos 50 dólares a la semana.

Pero San Pedro Sula posee una de las tasas de asesinatos más altas del mundo. Los hondureños que huyen cuentan historias desgarradoras de violencia y corrupción. Los jóvenes dicen que se convierten en el foco cuando no se unen a las pandillas. Las mujeres hablan de violaciones.

Honduras, al igual que sus vecinos El Salvador y Guatemala, también es una nación pobre, con más de la mitad de su población viviendo en la pobreza. Muchos inmigrantes de la región dicen que están escapando de una situación inestable, pero que también están buscando la oportunidad de trabajar.

"Mi país está cada vez peor -explica Mancia-. El trabajo es escaso, los salarios son bajos. No puedo llegar a fin de mes. Te vas de casa para el trabajo y no sabes si vas a regresar".

"Soy madre soltera -agrega-. Nunca he tenido ayuda financiera en mi vida".

Antes de que naciera Ederson, Mancia había tratado de ingresar a Estados Unidos una vez, pero la atraparon en la frontera, cerca de McAllen, Texas, y la deportaron. Cuando decidió volver a intentarlo, su plan era reunirse con un amigo de la familia en Maryland y buscar trabajos de limpieza u otro empleo con bajo salario.

"Solo quiero trabajar -insiste-. Siempre he querido trabajar. Soy una persona honesta, una persona trabajadora. Aquí te tratan como si fueras un insecto".

Algo similar ocurre con el salvadoreño Arnovis Guido, quien experimentó angustia e incertidumbre después de su deportación el pasado jueves. Su hija Meybeline, de seis años, no viajó con él.

"Hace 26 días que no he visto ni escuchado a mi hija", relata Guido.

El mes pasado, este padre y su hija hicieron el traicionero viaje hacia Estados Unidos. Temeroso por la vida de su familia, Guido sintió que no le quedaba más opción. Tras lograr cruzar el río Grande, ambos fueron capturados bajo un puente por agentes de la patrulla fronteriza.

Los agentes les dijeron que viajarían en diferentes autobuses porque en uno solo no había espacio suficiente para él y su hija. El hombre fue llevado a un centro de detención donde no recibió noticias de su hija durante casi un mes. El jueves, Guido habló con su hija por primera vez desde que se separaron. Ella lloraba y pedía poder regresar a casa.

Los funcionarios de inmigración de El Salvador reconocen que saben del caso de Guido y que están tratando de confirmar la ubicación del centro de detención donde su hija está detenida.

Como informó NBC News esta semana, puede tomar meses para que padres como estos se reúnan con sus hijos.

La administración Trump no ha ofrecido un plan concreto sobre cómo el gobierno federal reunificará a los niños migrantes que han sido separados de sus padres. Los bebés, niños pequeños, niños mayores y adolescentes han sido enviados a instalaciones en todo el país, desde California hasta el oeste de Michigan.

Este viernes en la mañana, un alto funcionario del Departamento de Seguridad Nacional confirmó a NBC que alrededor de 500 niños ya se habían reunido con sus padres. No está claro cuántos de esos niños permanecen detenidos con sus familias.

Un portavoz de HHS dijo que "la reunificación siempre es el objetivo final", pero no precisó que la reunificación necesariamente sería con los padres. En cambio, el vocero dijo que la agencia se centró en "reunificar a menores con un familiar o un patrocinador apropiado".

"Podríamos fácilmente encontrarnos ante una situación en la que el margen entre la deportación de un padre y la deportación de su hijo sea de años”, opina el exdirector interino de Inmigración y Aduanas, John Sandweg.

Antes de que la condujeran hacia la cárcel para esperar su deportación luego de que su caso fuera desestimado, Mancia levantó sus muñecas esposadas.

"Me siento humillada -dijo-. Humillada.”

“Hay ocasiones en las que creo que me voy a caer -agregó-. No hay un castigo más cruel".

Pero aseguró que continuará orando por un milagro.

“El juez final es Dios”, concluyó.