El 22 de septiembre de 2015, Linda Thomas, de 71 años, acudió al periódico local de Freeland, un pueblito de apenas 2.000 habitantes en el estado de Washington, y dejó pagado su propio obituario. Eligió una fotografía en un jardín junto a un perro, y unas palabras en las que recordaba a su familia y pedía que no se celebrara un funeral en su memoria.
Un mes después, vendió su casa, donde había vivido durante décadas con su marido, Richard, recientemente fallecido. Y, el 16 de octubre, viajó 800 millas al sur, hasta Rodeo (California), y llamó a la puerta de su hermana, Zonna. Llevaban años sin hablar, pero Linda tenía un asunto pendiente: matarla.
Zonna, de 69 años, está casada con Donald, hermano de Richard, el marido difunto de Linda. Dos hermanos casados con dos hermanas. Apenas unas horas después, a medianoche, Linda disparó contra Zonna en la cocina de su casa con la idea de suicidarse a continuación. Pero Donald escuchó el disparo y salió de su habitación. Linda intentó matarle, pero él logró quitarle el revolver tras una pelea que duró 15 minutos, según informa el diario The Washington Post.
El motivo de su distanciamiento fue aparentemente una pelea por la herencia de un millón de dólares de los padres de Donald y Richard. “Linda veía a su hermana como la niña de oro que siempre lo conseguía todo, incluso la atención de sus padres”, explicó el fiscal durante el juicio, “es un caso que se remonta a la antigüedad, a los tiempos bíblicos, a Caín y Abel”.
El abogado de Linda aseguró que la mujer había intentado suicidarse y falló. En su opinión, las cuerdas, cinta, medicamentos y munición que llevaba consigo eran para gastarle una broma a su hermana.
El jurado la declaró culpable de asesinato el pasado lunes, y ahora espera sentencia y podría pasar el resto de su vida en prisión.
Tras escuchar el veredicto, Linda pidió perdon a su familia. El hijo de Zonna, Tim Thomas, no aceptó sus disculpas: “Es clásico de Linda, siempre tiene que tener la última palabras”.