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La pandilla MS-13 incorpora cada vez más mujeres en Estados Unidos

Venus Romero Iraheta, asesina de Damaris Reyes Rivas, mientras era interrogada por la policía. Foto: Fairfax County Police.

“Te veré en el infierno”, le dijo Venus Romero Iraheta a Damaris A. Reyes Rivas, y le propinó la última puñalada, que la llevó a la muerte.

Ocurrió en enero de 2017. Venus tenía entonces 17 años y Damaris, 15.

Ambas provenían de El Salvador, ambas habían sido traídas por sus madres a través de la frontera para huir de la violencia de las pandillas en ese país salvadoreño y, por una vía u otra, ambas tenían vínculos con la Mara Salvatrucha, el grupo delincuencial armado conocido como M-13.

Cuando Damaris A. Reyes Rivas fue hallada muerta en un parque arbolado de Springfield, Virginia, llevaba un mes desaparecida. Tenía 13 puñaladas en el cuello y en el abdomen.

Ahora, tras declararse culpable, su asesina escuchará su sentencia en un par de semanas, justo el 25 de mayo.

Más allá de la impactante realidad de que esta peligrosa pandilla campea a sus anchas en los suburbios de Washington, incluso a unas 30 millas de la Casa Blanca, lo anterior deja en evidencia el fenómeno de la presencia femenina dentro de este brote de violencia en Estados Unidos.

Lo curioso es que el sector femenino, además de ser objeto de violencia en América Central, ahora ha empezado a formar parte de quienes extorsionan, quienes delinquen y quienes hasta asesinan en territorio estadounidense. El crecimiento femenino en estas bandas ya ha hecho que se disparen las alertas en las autoridades.

Sobre el tema de la incorporación de personal femenino en la MS-13, The Washington Post entrevistó a Michael Prado, agente especial asistente a cargo de la oficina de Washington de Investigaciones de Seguridad Nacional, una rama del Departamento de Inmigración y Control de Aduanas.

“En ese sentido, [la vertiente de esta banda en EEUU] es algo más progresista -apuntó al referirse a la política de reclutamiento de la MS-13 en El Salvador, que solo admite a hombres-. Aquí está un poco más americanizadas, si es que se acepta el término”.

Por ello, como recordó el oficial, ICE ha comenzado a instruir a sus agentes para que revisen a las niñas y a las mujeres de igual manera a como se hace con a los hombres, cuando se busca descartar que no estén vinculados con el MS-13.

“Hay mujeres miembros de la MS-13 comprometidas en una actividad extremadamente atroz y violenta", aseguró.

Muchas de estas féminas recurren a la MS-13 para escapar de la pobreza, la falta de vivienda o el abuso sexual, aunque siempre terminan prostituidas por la pandilla, de acuerdo con los defensores de la inmigración. Otras se sienten atraídas por esa reputación, a menudo invocada por el presidente Donald Trump, de que son la pandilla más peligrosa del mundo.

“La MS-13 es el nuevo ‘chico malo’ en la vida de estas muchachas -expresó Carlos Salvado, un abogado defensor que ha representado a mujeres jóvenes acusadas de tener conexiones con pandillas-. Los padres vienen a enterarse de lo que hace su hija adolescente cuando la policía los llama”.

La misma Venus Romero Iraheta, durante una serie de entrevistas que el Post le hizo en la cárcel, aseguró que se acercó a la MS-13 siendo aún una niña, y aunque negó ser miembro de la banda, sí la defendió. “No son monstruos, como la gente cree que son -dijo-. Ustedes no conocen sus historias, no saben qué les sucedió para convertirse en lo que son”.

Otra historia parecida

En el verano de 2003, un pescador que faenaba en el río Shenandoah, en Virginia, descubrió el cuerpo de una jovencita. Era Brenda Paz, de 17 años, quien, tras haber sido miembro de la MS-13, quiso salirse de la banda y comenzó a colaborar con las autoridades federales.

Cuando sus propios compañeros le cortaron la garganta, Brenda estaba embarazada de cuatro meses.

La deserción de Paz, y otras similares, convencieron a los líderes de las pandillas en El Salvador de que no se podía confiar en las mujeres, por lo que prohibieron la entrada de nuevas chicas. Pero la realidad sigue siendo diferente.

"Estamos viendo que cada vez más niñas se incorporan a las pandillas para convertirse en esclavas sexuales -argumentó Silvia Juárez, investigadora de la Organización Salvadoreña de Mujeres por la Paz, con sede en San Salvador-. Ahora vemos hostigamiento hasta sobre chicas tan jóvenes como de nueve”.

Mientras, en El Salvador, quienes se resisten a la violación en grupo o a la prostitución a menudo son asesinadas. Miles de ellas han huido. Y las niñas representan casi un tercio de los 200,000 menores centroamericanos no acompañados que han sido detenidos en la frontera de México y Estados Unidos desde finales de 2012.

Un pequeño porcentaje de estas menores se han unido a MS-13 después de haberse reunido con familiares suyos en los Estados Unidos. Según las autoridades, su reclutamiento le ha dado fuerza a la pandilla en Estados Unidos, pero también ha comenzado a cambiarla.

Los fiscales del área de Washington dicen que han visto un aumento en la participación de mujeres en la MS-13 en los últimos años, una señal de que las nuevas bandas en nuestro país podrían no adherirse a la prohibición que rige en sus ‘casas matrices’ en El Salvador.

“Están incluyendo a las mujeres en sus actividades más de lo que lo han hecho en el pasado” -opina Paul Ebert, abogado de la Commonwealth para el Condado de Prince William. En la mayoría de los casos, como cree el letrado, ellas permanecen "al borde del crimen", como conductoras de los autos en los que escapan los varones tras un delito o como carnada para atraer a los hombres hacia las emboscadas.

Las jóvenes en Estados Unidos no se ven obligadas a ingresar a la MS-13 como lo hacen en Centroamérica, pero a menudo son impulsadas por el trauma, la pobreza o la soledad, argumentan sus defensores. Las menores no acompañadas son especialmente vulnerables a este fenómeno, aunque las niñas hispanas criadas en los Estados Unidos tampoco son inmunes al problema.

Este es el caso de Vanesa Alvarado, nacida en Maryland de padres latinos, quien en 2016 le prometió sexo a un hombre y lo atrajo a un bosque en Gaithersburg, donde miembros masculinos de la MS-13 lo apuñalaron 153 veces mientras ella gritaba eufórica y se reía.

Tras declararse culpable, Alvarado fue sentenciada a 40 años.