Nikolas Cruz lleva ya tres semanas en prisión por la muerte de 17 alumnos y profesores en un tiroteo en su escuela de Parkland (Florida). Él mismo ha confesado a la policía que el 14 de febrero, día de San Valentín, llevó un rifle AR-15 a la escuela secundaria Marjory Stoneman Douglas y comenzó a disparar en las aulas. Fue detenido un par de horas después, cuando vagaba por una calle cercana. Desde entonces está en una celda de aislamiento. Según la policía, está cooperando con la investigación, pero evita el contacto visual con otra gente.
Cruz sólo ha tenido “una visita familiar” en estas tres semanas, según los registros carcelarios del condado de Broward (Florida), que podría corresponder a su hermano, Zachary. Ha solicitado una biblia para leer en su celda, ubicada en la enfermería, y en la que está solo.
“A menudo se sienta con la mirada perdida”, parece reírse sólo, y mostró un comportamiento “extraño” cuando le visitó su abogado y el citado familiar.
Cruz, según su abogada, es consciente de lo ocurrido, y está arrepentido. “Me parece imposible que se sienta mal al respecto”, asegura sin embargo un empleado de Walmart que habló con él justo después del tiroteo. Cruz salió de la escuela, camuflado entre alumnos aterrorizados, y se acercó a un centro comercial cercano, donde ordenó una bebida y se sentó en un banco. El citado empleado le preguntó qué había pasado en la escuela, sin saber que él era el asesino. “Su respuesta fue despreocupada, como si no le importara”, explica.
Cruz, de 19 años, estaba hablando con alguien, al parecer otro joven estudiante. “Estaban charlando despreocupados, lo que me pareció extraño”, añade. Hasta el momento se desconoce la identidad de esa otra persona.
Cruz ha sido acusado este miércoles de 17 cargos de asesinato en primer grado, lo que podría suponerle una sentencia de pena de muerte, aunque la Fiscalía todavía no ha anunciado si tratara de conseguir esa pena (necesita que el jurado la respalde de forma unánime). El abogado de Cruz asegura que se declarará culpable del tiroteo si la Fiscalía renuncia a pedir la pena de muerte.
“Teníamos a este monstruo viviendo bajo nuestro techo y no lo sabíamos”, declaró Kimberly Snead al diario South Florida Sun Sentinel unos días después de la matanza. Snead y su marido, James, alojaron a Cruz tras la muerte de su madre (su padre había fallecido años antes). Durante unos días, Cruz se alojó con una amiga de su madre, con la que aún vive su hermano, Zachary, pero las peleas con el hijo de esa mujer le llevaron a cambiar de casa.
James y Kimberly Snead han testificado este miércoles ante el gran jurado, vistiendo un pin con el número 17 en honor a las víctimas de Cruz. Según su abogado, Jim Lewis, “están tratando de hacer lo correcto”. “Aún no saben lo que ha pasado, por qué ha pasado. No tienen ninguna respuesta. Se sienten tan mal como el resto”, ha señalado Lewis.