El pasado 14 de febrero, tras acabar con la vida de 17 estudiantes y profesores, Nikolas Cruz abandonó su rifle AR-15 en el tercero piso de uno de los edificios de la escuela de Parkland (Florida) y corrió escaleras abajo, entremezclado con los jóvenes que huían aterrorizados de la matanza. Una vez fuera del colegio, se dirigió a un centro comercial Walmart, entró a un restaurante McDonald's y a un Subway y se compró una bebida, según desvelaron las autoridades días después del tiroteo.
Un joven empleado de Walmart ha desvelado al diario The Miami Herald que ese día estaba viendo las noticias desde su puesto de trabajo en el centro comercial cuando escuchó el alboroto de estudiantes aterrorizados. Se acercó entonces a ver qué sucedía, aproximándose a un joven con una camiseta de color borgoña sentado en un banco cercano para preguntarle si había habido un tiroteo.
“Su respuesta fue despreocupada”, aseguró al diario, “como si no le importara”. Cerca, añade el empleado de Walmart, “la gente estaba llorando”.
Pero hay algo aún más extraño.
Cruz estaba hablando con alguien, al parecer otro joven estudiante. “Estaban charlando despreocupados, lo que me pareció extraño”, relata el empleado.
“Su abogada dice que Cruz siente remordimientos por lo ocurrido, pero cuando yo hablé con él, parecía como si no hubiera pasado nada”, añade, “parece imposible que se sienta mal al respecto”.
Ni la policía del condado de Broward ni el FBI han desvelado aún quién pudo ser la última persona conocida en hablar con Cruz antes de su detención, ni cuál pudo ser esa conversación “despreocupada” tras el asesinato de 17 personas.
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