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Este pandillero robó un fusil Uzi. Luego vio la luz, pero su pasado le persigue

Wilfredo Gómez llegó a EE UU de niño. Terminó en una mara, y de ahí a la cárcel. Un día vio la luz, pero un detalle de su pasado aún le persigue

tiene 40 años, pero ha visto y hecho más de lo que un hombre común en la misma cantidad de tiempo. wilfredo gómez, integrante de las pandillas tanto en los ángeles como en el salvador, tiene mucho que contar sobre el pasado, pero esta vez ha preferido concentrarse en el futuro. en su futuro.

gómez forma parte de esa gran masa de jóvenes centroamericanos, llegados muy de niños a los estados unidos, a quienes el mundo del hampa, el regodeo con las armas, el acceso a la droga y a las mujeres le hizo perder el norte y terminar en la cárcel.

luego de ser liberado, wilfredo fue deportado a san salvador, donde una vez más optó por el mal camino, vinculándose con la banda local barrio 18. allí, un buen día para la sociedad, pero malo para sus huesos, wilfredo fue atrapado por las autoridades luego de haber robado un fusil uzi de asalto.

largos diez años tuvo que cumplir este hombre entre gente descarriada, pero ahora dice que ha llegado la hora de reencaminarse. gómez forma parte de un grupo de media docena de expandilleros salvadoreños que han sido acogidos por una iglesia evangélica y que laboran afanosamente en una panadería, haciendo el pan en lugar del mal.

en un país que no puede esconder una de las tasas de homicidios más elevadas del planeta, gómez y sus colegas, de acuerdo con un reporte de la agencia reuters, han encontrado en la iglesia evangélica eben-ezer, enclavada en el peligroso barrio capitalino dina, donde reciben cobija, alimento, pero sobre todo esperanza.

“viviendo en la pandilla solo he tenido pérdida -asegura gómez-. perdí mi juventud por estar metido en las cárceles, perdí mi familia por causa de mis malas decisiones, perdí mi hogar, mi mujer, mi hijo. perdí los mejores años de mi vida por una ideología totalmente errónea”.

wilfredo se ha hecho cargo él mismo de la gestión de esta panadería; y esta vez no está solo en la reinserción.

expandilleros asisten al sepelio de un compañero. foto: josé cabezas/reuters

“ahora mi gozo es verlos a ellos [los expandilleros] sonreír, con sueños -dice-. hablan y dicen que van a comenzar una panadería más grande, que algún día vamos a tener nuestro propio local y vamos a competir con pizza hut”.

sin embargo, se hace verdaderamente difícil ocultar los tatuajes que estos hombres llevan en brazos, torso y hasta en el mismo rostro. también se hace ardua la tarea de borrar de la memoria de todos, víctimas y victimarios, la cruda realidad de un país en el que, a pesar de la ofensiva del gobierno de salvador sánchez cerén, todavía mueren por arma de fuego unas 16 personas al día. ser de la mara, provenir de la mara, representa arrastrar el duro peso de un largo historial de muerte, violencia y extorsión.

este sentimiento explica las reacciones de la gente de a pie.

“ellos van a ser pandilleros hasta que se mueran -opinó manuel rivas, un hombre de 45 años que ejerce de mecánico en la misma capital del país-, no creo que se reinserten.

“no les creo que van a cambiar, es paja (mentira). no cambian”, concluyó.

movida tal vez por este rencor y esta suspicacia, en octubre pasado la policía se personó en la panadería de wilfredo e hizo que sus empleados se quitaran la ropa: querían observar sus tatuajes. todos fueron arrestados como sospechosos de asociación ilícita, pero una semana más tarde quedaron en libertad sin cargo alguno.

entre ellos estaba raúl valladares, alias el shadow, de 34 años, quien pasa por un proceso muy doloroso de retiro de los tatuajes que adornan su rostro y sus brazos. él sabe que lo que está haciendo le puede costar la muerte, según los códigos de honor de su antigua pandilla, pero no baja la guardia.

“definitivamente a mí me ha costado mucho salirme de la pandilla -asegura-. no me siento como que todo ha cambiado, pero estoy en la lucha en seguir adelante”.

esta semana, una nota de la agencia efe informaba que el gobierno de el salvador había dado inicio a la entrega de 2.000 nuevos fusiles, cascos y chalecos antibalas a unidades de elite de la policía, como manera de "fortalecer" su trabajo en una ofensiva contra las pandillas para reducir los asesinatos.

"estos fusiles van a venir a abonar la cantidad de armas largas que la policía tiene en uso" y "a fortalecer el trabajo" de la fuerza estatal, declaró el director general de la policía, howard cotto, en una conferencia de prensa en la que mostró el armamento nuevo.

entre estar armas, un lote de fusiles de asalto "7,62" serán entregados a la fuerza especializada de reacción el salvador (fes), comando elite de 1.000 policías y soldados creado en 2016 para dar caza a las columnas armadas de pandilleros en la zona rural.

a pesar de las denuncias de violaciones de los derechos humanos por parte de organizaciones sociales y de la procuraduría para la defensa de los derechos humanos (pddh), no pocos en el país centroamericano aplauden las medidas del gobierno de sánchez cerén para acabar de una vez con el gran flagelo que azota al país centroamericano, lastrando las inversiones extranjeras, el turismo y las vidas de más de seis millones de habitantes.

esta nueva política se lleva a cabo sobre todo ahora que el gobierno de donald trump, por su parte, ha insistido en que la aniquilación de las pandillas centroamericanas en los ángeles, san francisco, nueva york y resto del país, así como la deportación de los implicados a sus países de origen, está dentro de sus prioridades.