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La alerta sonó en el simulacro y calló en el sismo real

Un relato en primera persona del terremoto que sacudió la Ciudad de México
Un edificio dañado por el sismo del martes en Ciudad de México.
Un edificio dañado por el sismo del martes en Ciudad de México. AP / AP

Ciudad de México.- Hoy, en punto de las 11:00, la alarma sísmica se activó en la Ciudad de México para conmemorar el aniversario del terremoto de 1985. El “gran simulacro” se llevó a cabo de manera ordenada, me coloqué en la zona que protección civil delimitó como segura a unos pasos de mi casa y aproveché para platicar con mis vecinos sobre el acontecimiento que hace más de tres décadas marcó a quienes lo vivieron. 


No imaginé que esta misma tarde me tocara pasar por una catástrofe del mismo tipo. 


Minutos después de las 13:00 la alarma falló. Al menos en la zona oriente y centro de la capital, los habitantes fuimos sorprendidos por un temblor de 7.1 grados en escala de Richter. 


Primero le atribuí el mareo a la falta de alimento, un par de segundos después la lámpara que alumbra la estancia de mi casa comenzó a moverse, las paredes crujieron, las ventanas vibraron como nunca antes y los vecinos comenzaron a salir despavoridos con sus hijos y mascotas.


Todos volvimos a la zona segura, el círculo verde marcado por protección civil, donde a unos metros se abrió una grieta que dejó salir agua. 


Tardé 20 minutos en conseguir un taxi que me llevara a la zona de desastre. Cinco minutos después llegué a la calle de Niños Héroes, en la delegación Benito Juárez, donde un edificio de tres pisos colapsó. 


Los vecinos de la zona sacaron cubetas con agua de sus casas, palas, picos y otras herramientas de construcción para ayudar a remover los escombros. Las autoridades pidieron en repetidas ocasiones silencio absoluto para poder localizar a las personas que pudieran estar sepultadas. 
Primero rescataron a una señora de la tercera edad y después a un perro (quien también recibió aplausos).


Aunque no se sabía con seguridad cuántas personas se encontraban en el inmueble durante el temblor se hablaba de dos posibles víctimas menores de edad, después se aclaró que había un niño con una discapacidad y un hombre mayor. Me retiré antes de que cualquiera de los dos fueran encontrados. 


La lluvia no se ha hecho presente este día como ocurre en otros años. Los rayos del sol sofocan a los rescatistas y también a los curiosos. 


Más tarde caminé 12 cuadras hasta calzada de Tlalpan, a la altura del Metro Portales. Durante el trayecto me topé con un kínder averiado en su estructura. Aún había algunos pequeños que esperaban a sus padres, mientras sus maestras los calmaban con canciones. 


Los pocos microbuses que circulan están repletos, algunas camionetas adoptaron el servicio de transporte y llevan en decenas de personas a puntos estratégicos, como eje central. 


Hay gente con crisis nerviosas en la calle, el Metro no está operando y la mayoría debe caminar, al menos sobre Tlalpan centro, donde me encuentro. 


Como yo, millones de personas continúan sin suministro eléctrico. Mientras caminaba encontré una tienda de abarrotes y los dueños me dejaron conectar mi celular, la gente no ha dejado de ingresar al establecimiento para abastecerse de agua y comida enlatada, pilas e incluso velas y veladoras, estás últimas para rezar a sus santos, aunque protección civil informó que no se utilizarán por las posibles fugas de gas. 


El llanto de la gente se mezcla con el sonido de las alarmas de ambulancias y patrullas. Helicópteros sobrevuelan la zona centro y algunas personas permaneces sentadas en las banquetas con miedo de entrar a sus hogares. 


A mí no me tocó vivir el terremoto de 1985, sin embargo nunca antes, en mis 26 años de vida, había sentido un movimiento telúrico tan fuerte y duradero.