IE 11 is not supported. For an optimal experience visit our site on another browser.

¿Por qué en Estados Unidos se elige al presidente un martes?

Para muchos resulta inusual que en el país se vote un día laborable. Te explicamos el origen de esta tradición.

Hoy es fácil: vamos caminando al centro de votación, enviamos la boleta por correo postal e incluso podemos votar varios días antes, como ha estado ocurriendo en varios estados.

Pero hace casi dos siglos, cuando se estableció una peculiar norma dentro de la democracia norteamericana, las cosas no eran tan sencillas.

En muchas ocasiones y en no pocos recodos de aquel país predominantemente rural y agrícola, los hombres tenían que trasladarse a caballo o en un carruaje a la capital del condado para poder ejercer el voto. Y no era sorprendente que los trayectos de ida y vuelta demoraran hasta unas 24 horas.

Es por ello que, descartados el sábado y el domingo -dedicados a la iglesia-, a nadie se le ocurrió tampoco fijar los comicios para el lunes, pues inevitablemente muchos verían afectado su descanso de fin de semana por culpa de los largos trayectos que tendrían que realizar de una localidad a otra.

De ahí que en 1845 el martes se definiera como el día ideal para ejercer este derecho democrático, ya que el miércoles –habitual día de mercado- tampoco era posible.

Así, asuntos religiosos primero y compromisos comerciales después, había que buscarle un espacio en el calendario al derecho que, solos los hombres y solo los blancos tenían para votar.

Esta es en pocas palabras la historia de una fecha histórica para Estados Unidos, cuando en casi todos los países restantes del planeta las elecciones tienen lugar en un día domingo.

Aunque en realidad como mejor se explica es así: las elecciones en Estados Unidos se celebran cada cuatro años, el primer martes después del primer lunes de noviembre.

Sí, porque para empezar a contar, tiene que haber un primer lunes en noviembre. Por ejemplo, si el 1 de noviembre cae lunes, pues al día siguiente tendrían lugar las elecciones; pero si ese primer día de noviembre cae un martes -¡como acaba de ocurrir esta semana!-, habría que esperar a la semana siguiente.

Valga también apuntar que, según la tradición católica occidental, el 1 de noviembre es el Día de Todos los Santos, por lo que en 1845 resultaba también un día vedado para intereses que no fueran los de la religión y el espíritu; aunque este era también el día en que los hombres de negocios –dueños de fincas, granjeros, comerciantes- destinaban a cerrar las cuentas del mes anterior. 

Hoy en día a todos les parece raro –y a veces incómodo- que un evento de semejante trascendencia como una elección a la presidencia del país más rico del mundo tenga lugar en un día laborable, lo que para algunos analistas no representa un estímulo para el elector menos apasionado, y hasta promueve la abstención.

Para Jacob Soboroff, director de la campaña “Why Tuesday?” (¿Por qué en martes?), se trata de un sinsentido y un modo de no aceptar que los estadounidenses han evolucionado como ciudadanos a lo largo de casi dos siglos.

De ahí que este activista haya presentado en repetidas ocasiones un proyecto de ley que pretende modificar las normas para permitir que los comicios sean posibles en fin de semana.

¿Y por qué en noviembre?

Porque para esa fecha, en pleno siglo XIX, habría terminado ya la temporada de la cosecha, y porque, en espera de las grandes nieves y las bajas temperaturas que azotan a una buena parte del país en invierno, noviembre resultaba un mes de temperaturas templadas, tanto en el norte como en el sur. No debemos olvidar que en 1845 vivíamos más pendientes del clima que en nuestros días.