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La carta que el presidente deja a su sucesor en la Casa Blanca

Es una tradición peculiar que inició el presidente Ronald Reagan, y ha continuado hasta nuestros días.

Gane quien gane el próximo 8 de noviembre en las elecciones en Estados Unidos, dos meses después recibirá una carta histórica y secreta. Al final de la misiva aparecerá el nombre y la firma de Barack Obama, el Presidente número 44.

Dicen los cazadores de curiosidades que, desde que el célebre Ronald Reagan –el Presidente N.40- instauró esta tradición al finalizar su mandato en 1989, la carta en cuestión no es entregada “en mano”, sino dejada discretamente dentro de una gaveta o cajón de la mesa presidencial en la Sala Oval de la Casa Blanca.

De manera que en enero próximo, cuando se produzca el traspaso de poderes, Obama deberá darle continuidad a una tradición y a un ritual de los que en realidad tenemos pocos datos.

Hasta el momento los presidentes entrantes se han reservado la opción de no hacer públicos los consejos, advertencias y bromas del mandatario saliente, sobre todo en un momento del año electoral en que los contendientes dejan a un lado sus diferencias partidistas y hacen uso, si no todos del humor, al menos siempre de la decencia y la cordialidad.

Entre las misivas que sí han salido a la luz pública se encuentra la que George H. W. Bush, el Presidente N. 41, le dejó a Bill Clinton, cuando en las elecciones de noviembre de 1992 perdió la opción de obtener un segundo mandato a las riendas del país.

Un demócrata con aires más frescos llegaba al poder, pero esto no fue motivo de enconos para el republicano saliente, quien le dedicó una carta breve pero franca, en la que le dice:

“Estimado Bill. Cuando entré en esta oficina hace un momento experimenté la misma sensación de asombro y de respeto que sentí hace cuatro años. Sé que va a sentir lo mismo. Le deseo mucha felicidad aquí. Yo nunca tuve la sensación de soledad de la que algunos otros presidentes han hablado. Habrá momentos muy duros, hechos incluso más difíciles por críticas que puede pensar que no son justas. No soy muy bueno dando consejos; pero simplemente no deje que los críticos le desalienten o empujen fuera de su camino. Cuando lea esta nota, ya será nuestro presidente. Le deseo lo mejor, a usted y a su familia. Su éxito es ahora el éxito de nuestro país. Yo apuesto por usted. Mucha suerte, George".

Hasta el momento, no se ha sabido nada de la carta que supuestamente le dejó Bill Clinton –Presidente N. 42- a George W Bush en enero de 2001, más allá de que con la suya le adjuntaba una copia de la que le había dedicado anteriormente su padre.

Pero sí trascendió en su momento algo de lo que el presidente número 43, Bush (hijo), hizo cuando en enero de 2009 abandonó la Casa Blanca para cederle su plaza, su oficina y hasta sus habitaciones a Barack Obama.

De acuerdo con un reporte de aquella misma fecha, en la misiva dejada dentro de una gaveta, Bush le deseaba a Obama lo mejor “al asumir las riendas del poder ejecutivo”.

Sin embargo, aunque Obama todavía puede seguir sorprendiéndonos, la carta más relevante, por su jovialidad y su carácter humano, fue la que el carismático Ronald Reagan le dejara a George Bush (padre) en 1989, iniciando esta peculiar tradición.

Se trata nada menos que de siete páginas manuscritas, plagadas de humor y cordialidad, muy acordes con la personalidad del viejo actor devenido político.

En esta carta Reagan bromea sobre lo rico que resulta viajar todo el tiempo gratis en un avión, y lo pesado de tener que usar un tuxedo incluso cuando vas al baño.

Muy probablemente el momento de mayor comicidad sea este:

“Bush padre, no importa cuán sediento estés como presidente, no debes beber el agua en el jardín delantero de la Casa Blanca –le aconseja--. Si lo haces, se te meterá un gusano dentro, como me pasó a mí”.

Por otra parte, Reagan le asegura que todo presidente de paso por la Casa Blanca extraña tremendamente su casa real, que llama su “cobertizo privado”: “y llorarás todas las noches –asegura- y les pedirás [al Servicio Secreto] que te dejen salir, pero no te lo permitirán”.

Finalmente, el presidente saliente le aconseja a su sucesor que no le tenga miedo a los agentes armados que siempre lo rodearán por su seguridad, y concluye con un consejo que está conectado irremediablemente con el intento de asesinato del que fue víctima el 30 de marzo de 1981, delante del Hotel Washington Hilton: “Buena suerte y espero que no te asesinen".

Como si esto fuera poco en cuanto al humor de un presidente, se habla de que Reagan le dejó a su sucesor una nota en una hoja de blog, de la cual quedaría para la historia un consejo muy breve: “no dejes que los pavos te depriman” en referencia a la opción que cada año tiene el presidente de los Estados Unidos de perdonarles la vida delante de las cámaras de televisión a ¡solamente! dos pavos, y que estos no sean sacrificados para la cena del Día de Acción de Gracias; definitivamente uno de los pocos momentos de humor a lo largo de todo el mandato presidencial.