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Ni las ofensas a las mujeres parecen afectar a Donald Trump. El magnate sigue adelante en las encuestas

Casi una cuarta parte del público republicano sigue apoyándolo, según encuesta

Donald Trump sigue adelante en los sondeos, al parecer inmune a lo que diga o a quien ofenda. En la última encuesta, hecha por NBC News y el sitio especializado “Survey Monkey”, obtuvo el 23% de las preferencias del público, lo que ha convertido a su campaña a la presidencia en un dolor de cabeza para el partido republicano.

Hace unas semanas la gran interrogante del liderazgo republicano era qué hacer para lidiar con el problema de Trump y las ofensas que lanzó contra los inmigrantes, con las que se supone alejó al voto latino de los republicanos. Hoy el problema es con la mujeres.

Desde el jueves en la noche durante el debate republicano Trump ha estado en el ojo el huracán por sus comentarios, para muchos sexistas, contra la presentadora estrella de la cadena Fox Megyn Kelly.

Lo más grave fue el día siguiente al debate cuando Trump sugirió -sin decirlo directamente pero así lo entendió mucha gente, en particular las mujeres- que la razón por la cual Kelly lo había atacado era porque tenía su periodo menstrual.

Trump ha negado que haya querido decir eso y por lo tanto tampoco ha querido disculparse con Kelly y en general con el público femenino. En el partido republicano sin embargo, han sonado las alarmas. Los Latinos y las mujeres son dos grupos claves sin los cuales el partido literalmente no podrá regresar a la Casa Blanca.

La pelea con las mujeres sin embargo, puede tener consecuencias más graves. Por fin los ataques a los Latinos aun cuando ofensivos a juicio de mucha gente, tenían como blanco a un grupo al cual en general los republicanos no gustan. Es decir, era relativamente fácil atacar a los latinos. Caía bien lo dicho por Trump en los oídos de esa base dura republicana que en general es anti inmigrante.

Pero otro cosa es atacar al universo femenino del público -el 53% de los votantes-, y aun peor hacerlo utilizando la referencia y/o vinculación entre el periodo menstrual y la sanidad mental de las mujeres. Ofendió a la famosa estrella de Fox -lo cual también es malo ya que Fox es el canal de cable más cercano y preferido por los republicanos- y a millones de potenciales votantes mujeres.

La pregunta entonces es, ¿qué hacer ante “el problema Trump”? considerando que el magnate continua generando no sólo la atención de la prensa sino el apoyo de una parte significativa del público republicano.

En la encuesta de NBC News y “Survey Monkey”, realizada después del debate republicano, el senador por Texas Ted Cruz quedó en segundo lugar con el 13% de las preferencias del público.

Es posible que a medida que pasen los días ese público republicano ira tomando más conciencia de lo que ha dicho Trump y estos números de las encuestas cambien. Con todo, hoy por hoy pareciera que todo lo que Trump dijo durante y después del debate no ha tenido efectos negativos en su campaña.

A no ser que Trump se desinfle o que el público por fin lo penalice por las cosas que dice, el partido republicano no tiene buenas opciones. Si no hacen nada, de seguro que Trump continuará diciendo cosas altisonantes y muchas veces sin base que un día ofenden a un grupo étnico o minoritario y otro día a otro. Pero si se hace algo, se corre el riesgo de enojar a esa base republicana que le gusta lo que dice y hace Trump.

Esto de “hacer algo” tampoco es mucho, es decir no hay muchas opciones para limitar el efecto Trump. Una posibilidad sería impedirle participar en el próximo debate bajo el argumento de que Trump no quiso prometer que apoyará al candidato sea el nominado por los republicanos o que no competirá como candidato independiente.

Aun cuando quizá suena lógica la medida o sanción -es lo que se esperaría cuando alguien dice que dinamitará a su partido y que se irá por la libre si no lo eligen como candidato- no es tan simple llevarla a cabo. El problema con esto es que el liderazgo del partido se vería mal. Muchos lo tomarían como una medida autoritaria más propia de un régimen a la Vladimir Putin o Nicolas Maduro que de la supuesta primera democracia del mundo.

Pero lo más grave ante una acción de este tipo sería la posible reacción del público republicano. Es de pensar que mucha gente se enojaría y vería confirmada lo que es una de las razones por las cuales muchos siguen a Trump: que al liderazgo del partido no le importa lo que digan o piensen las bases. Y que actúa por sus propios intereses y/o de los líderes y no por los del republicano de a pie.

Quizá una de la soluciones que los republicanos pudieran encontrar pero que al menos en este momento no se ve que se de debido al supuesto temor a Trump y sus seguidores, es que el resto de candidatos digan un hasta aquí y cuestionen a Trump en la primera oportunidad posible. Esto pudo haber sucedido en el debate del jueves pero en general nadie lo hizo. Pudo haber sucedido antes cuando Trump comenzó con sus insultos y sin sentidos sobre los inmigrantes mexicanos pero tampoco nadie tuvo el coraje político de decir un “hasta aquí”.

Se supone que ningún candidato quiere pelearse en público con Trump, no sólo para no ser objeto de los ataques del magnate mismo sino para evitar que esa cuarta o quinta parte del público republicano que apoya a Trump de el giro en masa contra quien ose desafiarlo.

Lo que comenzó como algo entretenido, como un pie de nota en la competencia republicana para nominar a su candidato, se ha convertido ahora en un problema mayor para el partido: qué hacer con un Trump que no sólo se ha robado el espectáculo sino que cada otro día pareciera lanzar una granada de mano al centro de la pelea republicana por la presidencia.