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Ferguson: un año después visto por un reportero de la AP

Los disparos policiales no son infrecuentes, como triste realidad de la vida urbana

ST. LOUIS, Missouri, EE.UU. (AP) — Hace un año, la mayoría de los estadounidenses nunca había oído hablar de Ferguson, un suburbio de St. Louis, pero después que un policía blanco mató a tiros a un joven negro de 18 años en la calle, el nombre de esa comunidad de clase media cobró notoriedad.

Desde las primeras horas después de la muerte de Michael Brown, el reportero de The Associated Press Jim Salter observó cómo la protesta vecinal desencadenó un movimiento nacional. Lo que sigue es un extracto de la introducción al libro "Deadly Force: Fatal Confrontations with Police" ("Fuerza mortífera: enfrentamientos fatales con la policía"), un libro que The Associated Press publicará próximamente (www.ap.org/books ).

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Hasta agosto de 2014, Ferguson, en Missouri, no era la clase de vecindario que generara muchas noticias. Era un barrio suburbano más bien tranquilo de 21.000 habitantes, una mezcla de hermosas casas antiguas y sectores de clase trabajadora. Al igual que muchas comunidades en el norte de St. Louis, había experimentado una significativa fuga de blancos y tenía dos tercios de residentes de raza negra.

La abuela de mi esposa vivió en Ferguson hasta que murió en 1991, de modo que pasé allí algún tiempo en mi juventud, pero desde que me incorporé a la oficina de The Associated Press en St. Louis en 1993, nunca había estado en Ferguson como reportero.

El sábado 9 de agosto, al regresar a casa de un paseo en bicicleta, me enteré que un joven negro había muerto a manos de un policía blanco de Ferguson. En esa tarde húmeda, cientos de personas se congregaban cerca del lugar donde Michael Brown fue muerto por Darren Wilson. La gente estaba indignada. Algunos testigos dijeron que Brown, de 18 años, había alzado las manos en señal de rendición cuando le dispararon.

Al día siguiente, mientras la policía de Ferguson se preparaba para explicar en conferencia de prensa lo que había sucedido, me encontraba entre un grupo de reporteros cuando oí unos gritos a la distancia. Me encaminé en esa dirección y vi a lo lejos a cientos de personas, muchas de ellas con carteles. Al acercarme pude entender lo que repetían a modo de letanía:

"¡Manos arriba! ¡No disparen!"

Ese lema se convirtió en la bandera de lucha de lo que vendría. Fue también la primera evidencia de que Ferguson iba a ser algo mucho más trascendente de lo que suponíamos.

Los disparos policiales no son infrecuentes, como triste realidad de la vida urbana. En abril del año pasado, unos cuatro meses antes de la muerte de Brown, le dispararon a un enfermo mental en un parque de Milwaukee. Pocos días antes, un hombre que empuñaba un rifle de aire comprimido fue muerto por la policía en una tienda Wal-Mart de Ohio.

¿En qué se diferenció el caso de Ferguson? Brown y Wilson tuvieron su encuentro fatal en medio de una calle rodeada de edificios de departamentos. Era casi el mediodía de un sábado y mucha gente —residentes, trabajadores de la construcción, visitantes— estaba en la calle.

Como un reguero de pólvora se difundió la versión de testigos que dijeron que el tiroteo había sido injustificado y que Brown trataba de rendirse. Lo que no sabíamos en ese momento era la profunda desconfianza entre los residentes negros y el Departamento de Policía de Ferguson predominantemente blanco, un nivel de suspicacia que sin duda avivó las llamas de lo

que sucedería después.

El domingo al anochecer, miles de personas se congregaron en la misma calle donde Brown murió. La indignación era palpable aunque el acto fue pacífico. De pronto, una joven llegó corriendo para avisar que había disturbios en West Florissant.

Corrí las tres cuadras hasta la transitada arteria comercial de cuatro carriles. Me llamó la atención un grupo numeroso de personas que vivaban y gritaban obscenidades en dirección de un comercio QuikTrip. Cuando llegué allí, el comercio estaba en llamas. De él salían corriendo varias personas con los brazos cargados de artículos robados.

Nunca antes había habido signos de tal indignación en Ferguson. Algunos jóvenes empezaron a lanzar ladrillos contra las vitrinas de los negocios, a patear las puertas, a arrojar rocas y bombas de fabricación casera contra las patrulleras policiales.

La destrucción esa noche hizo que la policía adoptara una posición más estricta. El lunes, cientos de agentes con equipos antimotines, algunos en vehículos blindados, se alineaban en las calles. Ahora la policía se mostraba más agresiva. Algunos dirigieron sus amenazas y palabrotas a manifestantes y periodistas por igual.

Llegaron reporteros, fotógrafos y camarógrafos de televisión de The Associated Press de varios puntos de la nación y con palabras e imágenes contribuimos a capturar parte del debate nacional sobre la interacción de la policía con las comunidades negras, la respuesta policial a las protestas y la disparidad económica entre las razas.

Fue a menudo una tarea azarosa. Nuestros periodistas enfrentaban amenazas de los manifestantes y de la policía. Nos suministraron máscaras de gas y chalecos antibalas, pero muchos de nosotros en la vanguardia sentíamos la comezón provocada por los gases lacrimógenos cuando tardábamos en calzarnos las máscaras de gas.

Los disturbios duraron meses, agravados por una serie de tiroteos policiales fatales en St. Louis. La mayoría de las protestas fueron pacíficas.

Mientras tanto, las autoridades locales prácticamente no suministraban informaciones acerca de cuándo emitiría su decisión final el jurado de investigación que consideraba posibles cargos contra el policía Wilson.

El anuncio de que Wilson no sería acusado se conoció finalmente la tarde del 24 de noviembre. Esa noche se vio iluminada intermitentemente por edificios envueltos en llamas y la policía antimotines agrupada debajo de un cartel que decía "Felices fiestas".

A la mañana siguiente, el equipo de AP volvió a salir a las calles de Ferguson mientras la Guardia Nacional intervenía y la comunidad evaluaba los daños.

Ferguson se convirtió en el disparador de un movimiento nacional. No tardó demasiado en que otros encuentros fatales de policías con sospechosos negros despertaran un escrutinio similar.

Después de Ferguson, ya nada es igual. El incidente del que fue escenario intensificó el escrutinio nacional sobre la actitud policial, el uso de fuerza mortífera y las deterioradas relaciones entre los negros y la policía.