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¿Qué sucede en Washington?

¿Qué sucede en Washington?

Por Carlos Rajo

La tan común frase de “les salió el tiro por la culata” sería apropiada para describir lo que ha sucedido con los republicanos y el cierre del gobierno de Estados Unidos. Los congresistas consiguieron lo que querían, pero al mismo tiempo son vistos por la mayoría del público como los responsables de una acción innecesaria que al final de cuentas daña a todos.

El argumento republicano es que hicieron lo que hicieron -poner condiciones inaceptables al Presidente Obama y a los demócratas en el Senado impidiendo que se aprobara el presupuesto para que el gobierno pudiera funcionar- debido a que la Ley de Salud, conocida como “Obamacare”, es tan perjudicial para la nación que cualquier cosa se justifica para detener su implementación.

Más allá de si uno está de acuerdo o no con este argumento, la realidad es que la gente dice en las encuestas que aun si tiene dudas o problemas con la ley, no cree que esto debería ser una razón para cerrar el gobierno. Una encuesta de Quinnipiac, hecha pública hoy, señala que por un margen de 72 a 22 por ciento el público se opone a que se utilice la ley de salud para cerrar el gobierno.

Aun peor para los republicanos, la primera etapa de esa ley se inició precisamente hoy, el mismo día que se cerró el gobierno. En una frase, aun disparando todos sus proyectiles, los republicanos no consiguieron detener el que se abrieran los nuevos mercados de seguro de salud en toda la nación.

El gobierno de Obama, por supuesto, no ha dejado de aprovechar la oportunidad para echarle sal a esa herida que los republicanos se han hecho ellos mismos. En la página de Facebook de la Casa Blanca se encuentra este par de textos que explican mucho de lo que hoy sucede: “Gracias a los Republicanos en la Cámara Baja el gobierno está cerrando”, se lee. Un par de líneas abajo, el martillazo para concluir la idea: “Gracias a Obamacare, millones de estadounidenses que no tenían seguro pueden ahora obtener seguro médico de calidad y a un costo accesible”.

El presidente Obama mismo lo repitió en sus palabras al mediodía desde los jardines de la Casa Blanca: “la ley está aquí para quedarse”, dijo. Y el mandatario mencionó un dato que ilustra como el ciudadano de a pie que no tiene seguro médico está más interesado en ver cómo lo obtiene que en la obsesión republicana con el Obamacare. Ya hoy para las 7 de la mañana, reveló el presidente, hubo más de un millón de visitas al sitio de internet donde la gente puede conseguir seguro médico dentro de la nueva ley.

Los republicanos han cerrado el gobierno por “una cruzada ideológica para negarle seguro médico accesible a millones de estadounidenses”, añadió Obama. El mandatario señaló, además, que no es justo que sólo la mitad de uno de los tres Poderes o ramas del  gobierno (la Cámara Baja) imponga sus demandas o “recompensas” de quitarle los fondos a la ley de salud como requisito para que no cierre el gobierno (la propuesta republicana fue primero de que les quitaran los fondos para siempre, luego de que se le quitaran por un año).

Pero no es únicamente de los demócratas que vienen las críticas a esos republicanos de la Cámara baja -la gente del Tea Party básicamente- sino también de republicanos de hueso colorado. De congresistas y senadores republicanos de los cuales nadie dudaría por un segundo de sus credenciales conservadoras. Un ejemplo, el congresista de Nueva York, Peter King, habitualmente fiero crítico del gobierno de Obama y uno de los duros del partido en asuntos de seguridad nacional. Según King, lo que hoy sucede “es malo para el Congreso. Es malo para el gobierno, malo para el país”.

Y aun peor, confirmando el por qué se le echa la culpa a los republicanos de lo sucedido: lo de no querer pasar el presupuesto “va contra la Constitución”, señaló King. El congresista ha hecho memorable en estos días el calificativo que usó para referirse a los republicanos que están detrás del cierre del gobierno: “locos” o “los republicanos de Ted Cruz”, en referencia a la influencia que el senador Cruz de Texas ejerce sobre los congresistas republicanos alineados con el Tea Party.

King habla igualmente de John Boehner, el líder de los republicanos en la Cámara Baja, personaje sin el cual es difícil entender todo esto que hoy sucede. Como Presidente de la Cámara Baja, Boehner pudo simplemente haber ignorado las exigencias de los congresistas del Tea Paty -unos 30 ó 40, más otros 30 o tantos que los apoyan- y pasar un presupuesto con los votos del resto de sus congresistas republicanos y de los demócratas. Optó por no hacerlo y con ello queda no sólo como el malo de la película sino como un líder débil que dejó que una minoría de congresistas  tome como rehén a todo el país.

Boehner es un tipo decente, señaló King, citado por el portal de internet The Daily Beast. “Es el hijo de un cantinero”.

La gente que lo conoce asegura que en efecto Boehner es básicamente un “tipo decente”, alguien de orígenes sencillos y quien por cierto a menudo llora en público cuando está en situaciones emocionales. El problema, por supuesto, es que un líder político necesita ser más que buena gente y tener  sentimientos nobles. Aun a riesgo de que sus bases lo quiten, hay momentos en los que es necesario poner los intereses de la nación primero.

Por hoy el gobierno está cerrado (al menos parcialmente). La ley de salud está en efecto (aun con sus problemas). Y el país y el mundo no termina de entender qué sucede en la capital de la nación más poderosa del planeta. La pelota está en la cancha del -todavía- líder Boehner y sus congesistas del Tea Party. Nadie negociará con ellos porque según Obama y los demócratas “no hay nada que negociar”. Lo que se pide es simple: que se aprueben los fondos para que el gobierno funcione normalmente.