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La solución de la Primera Dama de México: ¿Una fotocopiadora para San Juan Chamula?

La solución de la Primera Dama de México: ¿Una fotocopiadora para San Juan Chamula?

Columna de opinión

Por Carlos Rajo


La historia del niño mexicano de 10 años, Feliciano Díaz Díaz -humillado por un funcionario municipal que le hizo lanzar al piso los dulces que vendía- parece no tener fin. Hoy es la primera dama de México la que se ha involucrado, quien ordenó que se le instale un pequeño negocio a la familia del niño en su natal Chiapas.
 
Angela Rivera de Peña, la esposa del presidente mexicano, quiere que la mamá de Feliciano tenga una papelería que incluya “el servicio de fotocopiado e impresión” para que pueda generar ingresos adicionales a la familia.
 
Igualmente, el gobierno mexicano dará al niño perteneciente a la etnia tzotzil un paquete escolar “de útiles y uniformes” y se le inscribirá en el programa de desayunos gratuitos de su escuela.
 
Feliciano, entretanto, paso los últimos dos días fuera de su pueblo San Juan Chamula. Una televisora mexicana le pagó el viaje en avión a la capital del país para que junto a su mamá apareciera en un programa de entrevistas.
 
En pantalla Feliciano no dijo mucho. Con ayuda de un traductor al español alcanzó a decir que pensó que lo llevarían a la cárcel cuando se dio el ya famoso encuentro con el funcionario de Villahermosa en el estado de Tabasco –video que fue grabado y que le ha dado la vuelta al mundo. Luego, entre llantos, Feliciano sólo respondió a la pregunta de la conductora de si quería ser su novio moviendo la cabeza en sentido negativo. De premio por haber aparecido en el programa le regalaron una computadora, una mochila y una bicicleta.
 
De seguro que Feliciano no termina de entender qué es lo que ha sucedido en su vida en la última semana.
 
Apenas el miércoles pasado era uno más de los 3.1 millones de niños mexicanos que se ven obligados a trabajar para ayudar al sustento familiar. Ese día vendía dulces, chicles y cigarros en las calles de la capital de Tabasco, cuando tuvo el encuentro con el inspector municipal. El video, en el que se ve que el funcionario obliga aparentemente a Feliciano a tirar al suelo los dulces y le decomisa tres cajetillas de cigarro, se convirtió en pieza “viral” en Internet -visto hoy por millones alrededor del mundo.
 
De pronto se ha generado una discusión en la opinión pública mexicana sobre estos niños en edad escolar que tienen que trabajar, lo mismo sobre la pobreza de muchos mexicanos -más de 53 millones por cierto, en cifras que aparecieron esta semana-. Y ahora también, sobre si es suficiente o apropiado lo hecho bien por la primera dama del país o a la televisora que llevó a Feliciano al Distrito Federal poniéndolo en una situación claramente incómoda.
 
“Puro populismo”, escribe para el caso un lector del diario Milenio comentando la noticia de la intervención de la esposa del presidente en ayuda del niño chiapaneco. “Espero que los demás (niños) que son explotados sean (también) ayudados”.
 
En las grandes ciudades mexicanas es normal ver a niños como Feliciano vendiendo dulces, chicles y el ocasional cigarro -vendidos de manera individual-. También los ve uno en las intersecciones de las calles vestidos de payasos, intentando hacer malabares u ofreciendo limpiar el parabrisas del auto. Lo que hace diferente el caso de Feliciano es que lo suyo fue grabado en video, subido al internet y regado como pólvora en las redes sociales.
 
Alguien incluso comentaba que era un tanto hipócrita de parte de la sociedad mexicana darse golpes de pecho por la humillación de la que fue objeto Feliciano a manos del funcionario de Villahermosa, mientras que la sociedad ignora tanto la pobreza como la necesidad de trabajar de estos millones de niños.
 
“Si realmente estamos tan comprometidos con los niños, con los pobres, con los indígenas y con los ambulantes, hagamos algo más que exigir que corran a un funcionario que no estaba haciendo nada malo”, señaló el columnista Álvaro Cueva, quien normalmente escribe critica televisiva. Según Cueva, además, el famoso video no dice la historia completa de Feliciano y su encuentro con el inspector municipal.
 
“A lo mejor soy un desgraciado, sigue el comentario de Cueva, pero jamás oí que Juan Diego López Jiménez, el famoso funcionario, le ordenara al muchacho que tirara sus dulces al suelo, jamás lo vi golpeándolo. Y lo más grueso, sí escuché cuando dijo que un menor de edad no tiene por qué estar vendiendo cigarros y sí vi cuando se los confiscó”.
 
Mientras el debate sigue, Feliciano y su mamá habrán vuelto a su poblado natal de San Juan Chamula luego una extraña incursión a la inmensa y moderna capital mexicana. Según informes de prensa, de los 1300 habitantes que tiene el pueblo, más de 800 viven en la pobreza extrema. Con suerte los niños terminan la primaria y ya no digamos el bachillerato (sólo dos de cada diez finalizan la escuela secundaria).
 
Feliciano regresará a su casa donde junto a su hermano Daniel duerme en una tabla puesta sobre ladrillos. En el mismo pequeño cuarto duerme su madre en una cama junto al otro hermano pequeño, Ángel. Y cuando pase todo el ruido que se ha generado por los “quince minutos de fama” de Feliciano -aunque el video sólo dura menos de un minuto-, el niño tzotzil tendrá tiempo para volver a soñar.
 
“De grande quiero ser maestro, para ganar dinero y ya no ser pobre”, dijo Feliciano según cita del sitio de internet Tabasco hoy. Feliciano quiere también comprarse una cama porque así como duerme hoy, dice, todos los días le duele la espalda al despertar.
 
No queda claro si en el cuarto de 5x5 metros donde viven Feliciano y su familia habrá espacio para la fotocopiadora que la esposa del presidente ha ordenado para ellos. Además tampoco es seguro de que esos otros niños y familias tzotziles de San Juan Chamula tendrán dinero para pagar por las fotocopias. Y aún más, si Feliciano y su madre saben lo que es una fotocopiadora, cómo usarla o cómo obtener alguna ganancia con ella. Lo mejor sería garantizarle su educación y tratar de comenzar a cambiar la vida de esos otros 3.1 millones de niños mexicanos que trabajan. De seguro que como Feliciano no lo hacen por placer sino por necesidad. Más allá de las buenas intenciones, esta es la tarea para la esposa del presidente.